miércoles, 3 de julio de 2013

MOVER UNA ESTATUA O HACER ENTRAR GENTE

Que lo simbólico tiene que dar lugar a lo real es sin duda la meta de quien quiere vivir un ideal. Me lo planteaba al pensar en mi vida como cristiano y como religioso. Muchas de nuestras cosas se plasman en gestos simbólicos y esto es bueno: el padre da un beso a su hijo porque es el símbolo de que lo ama. Pero bien sabemos que lo simbólico puede ser sólo una apariencia porque si ese padre no se preocupa si su hijo está enfermo, tiene un problema o necesita ser acompañado; entonces el símbolo del beso pierde toda significación.

Algo así sentí cuando vi la foto de Cristóbal Colón en el piso y los aborígenes Qom en la plaza. Y reflexioné si yo mismo no seré así de simbólico con mi fe cristiana. Si encuentro gran gozo en comulgar sintiéndome hermano de todos, o si mis gestos concretos que abrazan al hermano, que "lo hacen entrar" en mi vida. Y para no dar lugar a los que contraponen una cosa con otra, hay que recordar que la comunión eucarística no es un símbolo, sino una realidad. A diferencia del ejemplo aludido, la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo hacen ya la comunión fraterna simplemente porque va más allá de las mezquindades de nuestros condicionamientos personales o históricos.

Es claro que, sin embargo, esa comunión ya lograda, puede quedar frustrada si no doy el paso de ir al encuentro del otro. Es mi gran cuestionamiento. Si mi comunión eucarística queda sólo en eso, es una cuestión ideológica; si mi comunión eucarística es un empuje y una realidad para mi comunión con el hermano, entonces es una realidad que hace nacer y mantiene vivo un ideal. A veces siento que todavía hay muchos cristianos que ven a la comunión del Cuerpo eucarístico como una consolación espiritual, como una vivencia de Dios desencarnado, de un premio de las propias acciones, o de otra forma que lejos de llevar a buscar al otro, aisla del otro.

¡Toma mi barro y hazme de nuevo!

domingo, 16 de junio de 2013

CONOCER A DIOS

Es frecuente encontrar a gente que te dice "es lo mismo cualquier religión", o "es el mismo Dios en todos lados". Es curioso que también la misma gente, en muchos casos, al decirlo, tampoco tiene una relación con él. No tiene una religión o bien, no tiene una relación con Dios. Es tan lo mismo que es lo mismo que nada.

Las experiencias conocidas de los fanatismos religiosos reafirman el otro pensamiento muy ligado a estos: "es mejor ninguna religión".

En conclusión, una desilusión de la posibilidad de entrar en la presencia de Dios, de conocerlo y de que signifique algo más que el hecho de explicarnos a nosotros mismos quiénes somos y cuánto valor tenemos. Así, Dios se ha convertido en un personaje simpático para unos, que bendice, que hace milagros; y que, en otras ocasiones, es digno de enojo por no haber hecho, por no haberse acordado, por no haber impedido, porque hay injusticia en el mundo, por... todos los males que nos suceden y de los que no se hace cargo.

Uno y otro Dios, el de los fanáticos, el de los enojados, el de los indiferentes, es un Dios manejable, manipulable, que es el todopoderoso de acuerdo a mi parecer, a mi querer. Para completar el cuadro no faltan los que dicen que ese Dios eterno y todopoderoso, la suma bondad y el bien debe ser inasible, debe estar por encima de nosotros y hasta de nuestras necesidades, porque es tan perfecto y tan eterno que llegar a él y alcanzar la unión con él es posible cuando salimos de nosotros mismos, de nuestros sentidos y hasta de nuestras experiencias, porque esas experiencias son las que lo limitan y terminan haciendo una caricatura de él.

Muchos católicos así lo viven, de un modo y de otro. ¿Y cuál de todos estos es tu Dios?

Cuando Felipe le dice a Jesús "muéstranos al Padre y eso nos basta" quiere llegar a ese Dios imaginado a causa de la predicación de Jesús. Para Felipe, que se ha ido formando una imágen de Dios al escuchar a Jesús, ese Dios está en alguna parte, pero no está donde él, Felipe, está. La respuesta del Señor es contundente "¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y no me conoces? Quien me ha visto a mi, ha visto al Padre". La pretensión de Jesús es realmente audaz. Felipe, y todos los discípulos, lo que han visto es a Jesús, el hijo de María. Los mismos habitantes de Nazaret tenían esa mirada sobre Jesús: "¿No es este el hijo del carpintero?

No es el único que se hizo una imagen de Dios. Tambien Simón Pedro lo ha hecho. Pero él fue más allá, el vió al Hijo del Dios vivo como le dice a Jesús en aquella ocasión en Cafarnaúm. Y tan es así, que cuando los soldados van al Huerto de los Olivos a apresar a Jesús él sale en defensa del Señor con la espada. En el gesto de Pedro vemos aquella captación del fanático. Su convicción de fe llega a tanto que es capaz "de dar la vida por tí", como le dice explícitamente a Jesús cuando este le anunció que iba a ser entregado. Pedro encarna la desilusión de todos los que habiendo amado a Dios con pasión se desilusionan de los mismos discípulos y de sí mismos: no es posible ser fiel a Dios, no es posible llevar una vida en Dios. El amor por Jesús pasa por encima de la humanidad. Pedro ama a Jesús más que a los demás hombres, por eso no piensa dos veces cuando ataca a los soldados que apresan a Jesús. Su acción se parece a aquella conclusión de Pilatos cuando tiene a Jesús entre sus manos: "¿No sabes que tengo autoridad para soltarte o para condenarte? La pretensión del poder sobre Dios y sobre sus cosas ya para defenderlo, como Pedro, ya para matarlo, como Pilatos tiene el mismo origen: el querer conocer y manejar los planes de Dios según el propio entender y medida. Llegando incluso a dominarlo.

En estos dos personajes, Pedro y Pilatos, vemos una misma actitud. Sin embargo se entiende que Pedro era muy religioso y Pilatos no. Pero, en definitiva no cambia la misma actitud: ambos están cerrados a los planes de Dios. De aquí viene una primera convicción: es Dios quien se revela a sí mismo, y lo hace como él quiere hacerlo. Es El quien nos enseña quién es y cómo hemos de vivir nuestra relación con él. Está aquí la auténtica actitud religiosa.

Y si Dios se revela, se da a conocer, no podemos inventarlo tanto para decir de él como nos parece como para negarlo. Si no tenemos autoridad para una cosa, no la tenemos para la otra. Dios es Dios y ha querido libremente darse a conocer a sí mismo, y lo ha hecho en la persona de nuestro Señor Jesucristo. Una clave de la fe cristiana. Ahora podemos entender por qué las palabras de Jesús, el por qué de la necesidad de creer en él: "nadie va al Padre sino por mi". Y también de que a Dios nadie lo ha visto jamás, el que lo ha revelado es el Hijo único que está en el seno del Padre (Jn. 1, 18)

Sí, podemos conocer a Dios. Podemos vivir en su presencia. Podemos conocer su Voluntad. Podemos conocer nuestro origen y también nuestro fin. Podemos darnos cuenta de que nuestra vida tiene una orientación y que esta no es sólo para nosotros sino para todos los hombres. Cristo no ha venido a imponer a los hombres su Evangelio, sino a darlo, a testimoniarlo. No lo ha hecho contra ser humano alguno, sino a favor de todos. Y su Evangelio no es una norma de conducta sino un hecho que ha devuelto a la humanidad su sentido y su capacidad de ser lo que es. Su Evangelio es la obra que el Padre ha realizado en El y cuyo cumplimiento ha llevado a cabo hasta el final: "Todo se ha cumplido" dijo el Señor al momento de expirar.

Nuestra vida no es una lotería, es un plan de amor. Nuestra sed de sentido, de amor, tiene una razón; está gritando dentro nuestro ese llamado y realidad de Dios que se ha dado a conocer. Nuestra vida no marcha por donde nosotros buenamente intuímos, tiene un derrotero abierto por el camino de Jesús. La historia no es una construcción de la humanidad por la lucha de poder; por las ideologías ni por las opiniones sobre Dios. La historia tiene un origen y una meta: Jesucristo. La religión no es un código de normas, es alguien. Y su existencia es incontestable en relación a los pareceres múltiples de los hombres. Sus palabras son incontestables porque El ha sido establecido como testigo de la obra del Padre y nos ha dado a conocer su Voluntad.

lunes, 10 de junio de 2013

SER UNO MISMO, SER PARA LOS DEMÁS

Muchas veces he desado este silencio a mi alrededor para poder contarles las muchas cosas que rondan por mi cabeza. Es mejor sacarlas porque pueden hacer bien, y hace bien dar lo que el Señor da.

Es mi inquietud poder brindar lo que me toca a la Iglesia y al mundo. Pero cada día me encuentro con una incertidumbre. ¿Hago lo que tengo que hacer? ¿Vivo como tengo que vivir? El ritmo y el estilo de vida de la sociedad parecen por momentos ahogarme diciendo que no hago nada. Parece que los artistas no hacen nada, los pintores, los poetas, los filósofos ¿qué hacen? Entonces veo que la mirada del "hacer algo" es en realidad la mirada del ser útil segun algo. La utilidad según los criterios del ahora, o según las actividades del que te escucha.

La gran tentación, porque el caso no es hacer algo sino ser quien se es. Y esto no es filosofía. Me ha llevado a descubrir que la anciana casi inútil con sus manos, lo mismo que el pequeño con un año de edad tienen algo para dar. Y lo que dan es importante. Me hace descubrir que el discapacitado mental o físico siempre son alguien que da. Y me alegra de recibir de ellos. Cuando el Señor dice "Bienaventurados los que trabajan por la paz" es una fortuna que no haya dicho cómo. La multiplicidad de acciones en ese sentido nos abre la vida por todas direcciones.

El Beato Charles con algunos tuaregs 
Tengo por viejo amigo al Beato Charles de Foucauld como ya lo comenté. Su vida en el desierto, en Tamanraset fue inútil por donde uno la mire. Quiso ser testigo de Jesús en medio de los tuaregs, pueblo nómada del desierto. Llegó a establecer relaciones de confianza y de mucha estima para con él. Incluso se volvió como un consejero a quien consultaban. Pero murió sin que uno solo de esos hombres se convirtiera a la fe cristiana.

Entonces se plantea uno si elegimos el camino de nuestra vida de acuerdo al Plan de Dios que es
Antoni Gaudí, el gran arquitecto.
sin duda nuestra auténtica felicidad, o si vamos haciendo opciones cómodas, o económicamente rentables, o útiles según los criterios de este mundo. Veo con frecuencia esta felicidad transitoria y aferrada al bien inmediato que produce lo que hacemos, pero no lo juzgo tan negativo, porque pienso que muchas vocaciones pasan por el saber dar lo bueno de modo inmediato como el profesional en lo que hace día a día y que le llena el corazón. Pero de fondo hay una proyección de su persona, un darse a sí mismo, que hace que lo hecho no sea activismo sino una auténtica vocación. Hay muchos ejemplos delante de mi y de todos. Señalo el de Antoni Gaudi, el gran arquitecto catalán, cuyos diseños decía él le nacían sin pensarlos, por lo que siempre descubría que era un don. Estoy seguro de que eso es lo auténtico del hacer, cuando nos nace y lo hacemos bien. Y lo disfrutamos.

Pienso en las muchas personas que llamamos "talentosas" pero que no tienen los medios para desarrollarlo, y por ello, no tienen los medios para vivir una auténtica vocación. Pienso en las muchas personas que obran en sus vidas según lo que les tocó vivir más que por elección, pero que ponen tanta pasión en lo que hacen que su persona queda grabada en los demás y eso lo hace auténtico. Pienso en la tremenda necesidad de no ser superficiales a la hora de alentar a los jóvenes para que no hagan "lo que sienten" porque los sentimientos adolescentes son transitorios y caprichosos; sino que hagan lo que les nace, porque lo que brota de dentro sin duda es un don.

domingo, 9 de junio de 2013

DE CAFARNAÚM A NAÍM. UN CAMINO DE FE.

Hoy la Liturgia tomó el Evangelio de San Lucas, la resurrección del hijo de la viuda de Naím. Antes de ese texto, el evangelio dice que Jesús estaba en Cafarnaúm, y que el Centurión de esa ciudad esperaba que Jesús hiciera algo por su sirviente enfermo. Los dcemás comentaron a Jesús: "Merece que se lo concedas porque él construyó la sinagoga". Y esa sinagoga está en pie hoy en Cafarnaúm. En mi peregrinación reciente a Tierra Santa no pude entrar a esa sinagoga por una cuestión de salud de ese momento. Pero pude darme cuenta de que Jesús salió de allí para dirigirse a Naím, y la verdad, que es bastante lejos. Le debe haber llevado algunos días llegar hasta Naím.

Naím es hoy una ciudad moderna y llena de musulmanes. No hay una presencia cristiana. Y si lo pensamos bien, por allí pasó el Señor, y los habitantes de ese pueblo dijeron "Un gran profeta ha llegado y Dios ha visitado a su pueblo". Sin embargo no estamos allí. ¿Qué pasó?

Estos días tuvimos algunas reuniones con los catequistas y vimos que las respuestas de papás y de chicos son igualmente desalentadoras. No hay una apertura ni una búsqueda de la fe en la mayoría de los casos. ¿Qué será de esta ciudad cuando pasen los años? Las nuevas generaciones apenas traeran cristianos tibios, si es que llegan a serlo. Pero ¿qué vamos a hacer?

Ahí está el cuestionamiento para aquellos católicos que dicen amar mucho su fe, pero no cultivan lo mínimo de ella. Se ha entendido fanatismo por testimonio. Se ha entendido realismo por fe. Se ha cambiado lo del mundo por el Reino de los Cielos. No parece interesar lo trascendente, lo eterno. Pero aquí está el mensaje de la Palabra de Naím.

¿Cómo haremos para abrir el corazón de la gente a esta obra de Dios?

domingo, 26 de mayo de 2013

EN NAZARETH, CON CARLOS DE FOUCAULD

Estoy en peregrinación a la Tierra Santa. Ayer fuimos a Nazareth con un grupo de frailes franciscanos. Visité la Basílica de la Anunciación, obra magnífica de arquitectura, arte y religiosidad. Nos esperaba un grupo de peregrinos de habla castellana que llenaban con su piadoso canto todo ese ambito gigante para arribar a la humilde gruta donde vivia María con sus padres Joaquín y Ana y donde recibió la visita del Angel Gabriel que le anunció que sería la Madre de Dios.

Me propuse rezar el rosario en aquel lugar, contemplando esa humildad sin igual de la obra de Dios. Antes quería conseguir algunas cosas de piedad que me dijeron serían más barates en Nazareth. Mientras caminaba contemplando lo que había, un árabe, dueño de uno de los tantos locales me saluda en inglés y me dice "Are you Charles de Foucauld's?" Inmediatamente vino a mi memoria que desde hacía años pensaba que si un día podía estar en Nazareth lo segundo que haría sería ir a visitar el monasterio de monjas clarisas al que este beato sirvió. 

Este hermano universal que vivió hasta principios de Siglo XX fue para mi, desde mi juventud una fuente de inspiración para el seguimiento de Jesús. ¿Cómo es que este árabe me asoció al nombre de mi amigo espiritual? ¿Por qué se le ocurrió pronunciar su nombre? Podría haberme ofrecido sus mercancías, o simplemente haberme dicho "Welcome, mister" como casi todos te dicen por aquí. Pero lo mencionó y fue para mi la señal clara de que una persona con tanto sentido de la fraternidad no iba a permitir que me fuera de Nazareth sin pasar a verlo.

Me encaminé rápidamente hacia el lugar que este buen hombre me dijo, luego de hacerme entender a duras penas entre inglés e italiano dónde quedaba. Estaba apenas a 200 m. Mientras caminaba, veo un grupo de cuatro jóvenes árabes fumando una narguila en una confitería. Oportunidad de sacar una foto de algo tan extraño a mi cultura. Pero me pareció que nada debía detenerme. Llegué al fin al lugar En una esquina un portón marrón más bien pequeño puesto en la ochava cerraba (o abría) dos largas paredes. Dentro se veían sobresalir unos cipreses muy altos. Me di cuenta que son los que se ven cuando se presentan las fotos de la Basílica de la Natividad. Debajo de un portero eléctrico había un cartel en inglés y en árabe que decía " + Fraternidad del Corazón de Jesús. Si Ud. encuentra cerrada la puerta y quiere pasar a orar, toque el timbre y lo atenderemos con mucho gusto". No podía haber cartel más apropiado. Ya me di cuenta que el Hno. Charles allí estaba. 

Toqué el timbre, una voz en italiano me dice "Pronto". Balbuceando un italiano aprendido a golpes le dije que quería pasar a orar y visitar la comunidad. "Un átimo" me dice, así fue. Un momentito después me abre la puerta un hombre maduro, bajo, europeo, con la ropa manchada de pintura y con una sonrisa serena y fraternal. Un sacerdote italiano miembro de la fraternidad. Como si me hubiera conocido de muchos años me hace pasar y me muestra el pozo de donde Fr. Charles sacaba el agua, el oratorio donde se sentaba a rezar largamente. La sobriedad, la serenidad y la belleza simple del lugar, con toda seguridad fue el mismo marco que acompañó la estadía de Fr. Charles cuando quiso vivir aquí, pegado al monasterio de las clarisas para vivir la vida oculta de Jesús. Sueños de juventud... para mi. Realidad viviente para él. Aquí se estuvo tres años, me dice este hermano. En ese tiempo se ganó la fraternidad de las hermanas para quienes prestaba servicios. 

Pude ver algunos objetos cercanos a él. Primero una reliquia que veneré, luego una copia del ícono de la Santísima Virgen que él mismo pintó y que está en el nuevo monasterio de las clarisas que ya no pude visitar, unas tablas del depósito de herramientas del monasterio que él quiso ocupar como habitación para él. Apenas cabía allí. Las Hermanas le habían dado un cuarto para que ocupara, pero él prefirió ese humilde lugar. Me mostró también la pequeña biblioteca donde había muchos textos en torno a él. ¡Qué ganas de pedirle uno! Pero me contuve. Sólo pude leer dos textos sobre su vida, uno de Fix, me parece; y otro de René Bazín. Pero allí había otros escritos.

Nos tomamos una foto delante de un inmenso cuadro pintado con toda la figura del Beato Carlos de Foucauld. entró al lugar un joven de unos 17 años, árabe. Me sonrió amablemente, y viendo que había puesto el disparador automático, se ofreció gentilmente a tomarnos la foto. "Es un amigo de la comunidad", me dice el padre. Ya pude ver en ese joven la inmensa paz que la fraternidad le transmite, y fue fácil y significativo adivinar por qué es amigo de estos Hermanos. En un País necesitado siempre del don de la paz, esta presencia y esta luz, es una clave de nueva civilización que sólo el Evangelio de Jesús sabe dar. 

Gracias, Señor, por este regalo inesperado. Gracias Beato Carlos de Foucauld por no olvidarte de mi y haberme devuelto la alegría de buscar el Evangelio de la Paz.

miércoles, 15 de mayo de 2013

EL CRISTIANO, TESTIGO DE LA VERDAD

"No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del maligno...Conságralos en la verdad, tu palabra es verdad." (Jn. 17, 15.17)
Son las palabras del Señor que en su oración antes de padecer hizo por nosotros. Son las palabras que hoy resuenan en nuestra Liturgia. Me impresionaron.

No sacarnos del mundo, cuando ha dicho antes "el mundo los odió porque fueron fieles a mi palabra" quiere decirnos que vivir el Evangelio de Jesús es una contradicción para el mundo de hoy. Lo comprobaba hoy en el diálogo con mis hermanos aquí ven Vic, Cataluña, donde estoy en este día. Muchos no cristianos reniegan feamente de la fe, de los principios de la fe. No tengo dudas de que significa una confusión, al no ver la fe como un camino de liberación, de gracia, de verdad. Tengo la impresión que los criterios de muchos hombres de buena voluntad: la solidaridad, la fraternidad, el bien de la creación, la búsqueda de la verdad, son los principios de un primer encuentro con la verdad del Evangelio, que es sustancialmente la verdad sobre el hombre. Esta verdad que libera y salva.

Me contaba uno de mis hermanos de comunidad que una mujer rechazaba de plano sentirse pecadora. Seguramente entendió esta verdad del hombre pecador como una verdad esclavizante. Y así lo viven. Como si los curas hubiéramos inventado esa noción para someter las conciencias. Se ve claramente un principio de Freud y por qué no de Nietzche. Nada que ver con el principio del Evangelio.

El hombre pecador en el Evangelio es el que es buscado para ser liberado. En esa libertad encontrarse a sí mismo. Las palabras del Señor para con la mujer pecadora a quien aquellos hombres acusaban para poner a prueba a Jesús así lo muestra: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?". La palabra "mujer" indica ese volver de Jesús sobre la persona misma, para hacerla volver en sí, para recordarle la belleza que en sí contiene. El final de sus palabras a esa mujer dicen todavía más sobre la realidad: "Vete y no peques más". Le da la libertad. Jesús es libertad para el pecador no su acusador. El Evangelio nos ha mostrado dónde está la esclavitud: en el pecado. Y el pecado como lejanía de la fuente de vida, lejanía de Dios. Este Evangelio es el camino para dejarnos abrazar por ese amor de Dios que nos da identidad.

viernes, 10 de mayo de 2013

LO NATURAL Y LO ARTIFICIAL

Leyendo a Arturo Paoli en su libro "La raíz del hombre" me ha aclarado unos puntos que no podía hilar. Cuál es la relación del hombre con la naturaleza, y cuál esa relación de tal modo que, a la vez, nos humanice. Distingue contemplación de uso. Parece fácil verlo. Pero resulta que las vacaciones en islas paradisíacas, hoteles con palmeras brillantes, jardines prolijos, etc. son un mundo de plástico para el consumo pero no para la contemplación. No comprometen, no sacan de sí mismos, estan hechos para la autosatisfacción y el placer por el placer. Lo natural al servicio de mi ego. Mientras que la relación con la naturaleza pasa por el hecho de descubrir lo que ella me dice y me humaniza.

La idea ilumina. Cuando vemos protestas por bosques desvastados o cálculos económicos sobre lugares planetarios, decisiones de explotaciones que tienen por norma lo económico sin importar lo que la naturaleza dice... entonces llega su manipulación y destrucción, y consecuentemente, la destrucción del hombre mismo. Miremos nomás el hecho del llamado "matrimonio igualitario", ¿no es una contradicción con la naturaleza que hasta hemos decidido decir de ella que es una construcción de nuestra cultura? Con ello hemos perdido la objetividad de las cosas, las cosas ya no son por sí mismas sino que son si yo quiero que sean. O sea, hemos llegado a tal tiranía que queremos someter a nuestros caprichos ideológicos o a nuestras pasiones desordenadas lo que tiene que ser objeto de contemplación y maravilla.

Los antiguos filósofos hablaban de "asombro". En esto estaba la contemplación y las ideas. Y aunque navegaron por mundos a veces raros, su autenticidad estaba en el hecho de que no querían manipular la realidad como intención de fondo, sino dejarse impregnar por lo que ella dice. Los filósofos de medios de hoy, parten de la ideología y la aplican a la realidad. La gran diferencia es el sometimiento a la ideología de moda y la imposibilidad de encontrar la verdad. Quizá por eso el relativismo ganó terreno. Cada uno interpreta a su manera porque el punto de partida de la verdad es uno mismo y no la verdad de las cosas. Son puntos buenos para considerar a la hora de ponernos a decidir qué pensamos y actuamos en consecuencia.

Pero también me responde a otra cuestión: el naturalismo. Los naturistas, que los hay variados, van de los que encuentran hasta cosas mágicas en la naturaleza a los que esperan volver hacia atrás, al hombre que vive en armonía con la naturaleza "como era antes". Pero el ayer ya pasó y por más que lo queramos afrerrar no podemos. La realidad está hoy, aquí. Pareciera que no podemos sacar de este punto nada en concreto, pero no. Volver a la raíz de la comunión con la naturaleza en el hombre de la técnica, es considerar que lo económico ni lo tecnológico pueden ser los dominadores de la naturaleza. El hombre armónico es el que sabe que hay leyes inscritas en las cosas y que no puede violarlas a riesgo de perderlas y perderse. A riesgo de destruirlas para siempre y de destruirse. Este era el hombre del pasado. Quizá en aquella época no tenía el conocimiento ni las posibilidades de sacar más provecho positivamente de lo natural; y ese era un límite a sus ambiciones de dominio. Pero el hombre de hoy, teniendo mucho más en sus manos para vivir más humanamente, usa su conocimiento para explotar, para dominar y servirse egoístamente de lo que está delante de él.

Como ha pasado y pasará en el funturo: se trata de que cambiemos de corazón y aprendamos a vivir en el amar y servir. Y esto no lo da la ciencia ni la técnica ni la ideología. Sólo lo da el contemplar, aceptar y obrar.

viernes, 3 de mayo de 2013

CONVERSIÓN Y NUEVA EVANGELIZACIÓN

De verdad, me siento muy contento de ver cómo el Señor responde a mis oraciones. Le pedí la gracia de mi conversión durante algunos meses. Claro, no espero que me la dé toda junta. Sería demasiado para llevarla adelante. Pero se ocupó de indicarme muchas cosas. Hasta dejé de decir esa oración porque tenía temor de no responder a sus inspiraciones. Ahora razoné un poco y la volví a hacer.

No, no se trata de que quiera compartir cosas muy personales, sino de que he visto cuánta necesidad de cambios en mi vida de creyente. Esos cambios no responden simplemente a una situación personal, sino a una situación del mundo y de la Iglesia. Creo que desde ahí nos tenemos que plantear las cosas.

Me di cuenta de que las miradas de muchos confluyen con las mías en muchos aspectos importantes, y eso nos juega a favor, perdí enemigos. Bueno, un modo de decir. Me dí cuenta de que necesita escuchar, y mucho. Me asusta que tengamos una mentalidad estancada, cerrada. Creo que es casi, digo casi, inevitable. ¿Por qué? Porque el relativismo actual donde todo vale, donde todo lo que hay hay que cuestionarlo, nos deja en una arena movediza donde le punto de apoyo es uno mismo y sus felices ideas. Ahí, decididamente, no quiero llegar. No quiero ser un aporte más al individualismo relativista, al subjetivismo cuestionador. No creo ser la medida de las cosas, por supuesto, pero por eso no quiero perder el camino que el Señor nos ha abierto.

El punto fuerte es saber dónde estamos parados y en realidad qué es lo que debemos cuidar y qué lo que debemos arriesgar. ¿Nos hemos puesto a pensar de dónde provienen nuestras ideas acerca de la fe? Si sólo de lo que hemos recibido desde niños, sin que de nuestra parte hayamos hecho aportes, estamos estancados en ese cristianismo asentidor de todo lo que no me signifique demasiado compromiso. Incapaz de dar una respuesta a las necesidades del mundo de hoy. Si de las ideas de los cristianos que nos rodean, aunque sólo sea el párroco, vamos mal. No porque los demás no sepan, sino porque no hemos internalizado nuestra fe. No le hemos dado ese espacio que necesita el Espíritu para ser creativo en nosotros. Conformarnos con una fe vivida en la medida de mi pequeño horizonte cultural, me deja paralizado en el inmenso tejido cultural del presente que es exigente a la hora de necesitar una nueva evangelización. Si nos hemos quedado sólo en la respuesta de una moral conforme a los principios cristianos, tenemos una buena base, pero sólo eso. Pongo paños fríos a mi afirmación, nada menos que eso, pero es el principio.

Hoy son demasiados los cuestionamientos que nos rodean. Son demasiadas las maneras de vivir que necesitan la luz del Espíritu. Me parece que lo más inmediato e importante es no engancharnos en este camino sin oriente de las costumbres modernas. Ejemplo, para no teorizar. Si un joven "vive con su novia" pero quiere dar una respuesta de fe, no va. Está negando un principio fundamental del sentido de la fe: estoy comprometido con el Señor en el proyecto de mi vida, y él ha hecho de la pareja humana un Sacramento. Quizá ese joven tiene mucha fe, muchísima, pero no  en el sentido de la fe que el Señor comenzó al encargarnos su misión. Será la fe de la sirofenicia, capaz de sacarle al Señor los milagros que le hacen falta; pero no la fe de Zaqueo, que planteando su realidad decide dar pasos concretos de conversión que lo involucran en primera persona.

Leía a Scott Hahn, converso católico desde el protestantismo, que su lectura, meditación y estudio de las Sagradas Escrituras lo fueron llevando a las conclusiones de fidelidad que el Evangelio le exigía. Esta experiencia me ayudó más aún. Para no caer en el relativismo, pero a la vez, dar una respuesta al mundo de hoy, son necesarios estos pasos de reflexión y asimilación personal de las enseñanzas de Jesús, nuestro Maestro. Obviamente en el camino de Scott hay un  límite. Como protestante necesariamente pudo llegar a la fe católica desde la Sagrada Escritura solamente. Nosotros en cambio podemos arribar a la fe desde esa realidad viviente y necesaria: el Verbo de Dios, la Palabra de Dios hecha carne. Y esto es Escritura, Tradición e Iglesia. ¡Uy! ¿No era Escritura Tradición y Magisterio, los tres pilares de la Revelación divina? Sí, claro, pero aquí quise expresar una realidad más abarcante que la sola realidad del Magisterio, quise expresar que la vivencia como Iglesia es lo que nos hace vivir en plenitud la Revelación de Dios. No por nada el Concilio Vaticano II define a la Iglesia como "sacramento universal de Salvación".

Algunos se han planteado seriamente la necesidad de dar una respuesta de fe a las realidades de hoy, pero han equivocado el camino. Se dejaron seducir por dos gigantes del mundo contemporáneo: el subjetivismo, que sólo ve verdadero lo que yo creo sobre todo lo demás; y los medios de comunicación social, que ponen frente a la gente lo que dicen como verdad irrefutable. Así, muy sueltos de cuerpo, y con ánimos realmente promocionales, hacen gala de ideas novedosas para que la Iglesia se adapte a los tiempos... perdiendo su identidad y su contenido. Esta adaptación la pretenden muchos no creyentes y oponentes de la Iglesia. Lo que los hace poco creíbles es el hecho de arrogarse esa infalibilidad que le niegan al Cuerpo de Cristo. El Papa, los obispos, son falibles, los que los cuestionan, no.

Así, dejemos asentadas unas bases para dar pasos concretos. Estas bases son nuestra fe en la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, sostenida en su unidad por la adhesión al Magisterio del Papa. La Iglesia, Cuerpo de Cristo, que a través de su vida, su lectura común de la Palabra de Dios escrita, de su enseñanza corroborada por el sentir común de los fieles, el carisma de la rectitud de fe de los obispos en comunión con el Papa, camina en el tiempo presente. Este principio nos lleva a la actual gran tarea de despojarla de aquellas cosas que le impiden hacer brillar su contenido, su más pura esencia. Empecemos por sentirnos fuertemente llamados a esa tarea, porque allí está el punto de partida.

martes, 30 de abril de 2013

LOS CATÓLICOS, ¡DESPIERTEN!

Comencé a leer un libro de Scott Hahn, converso del protestantismo al catolicismo. En sus comienzos cuenta que en el afan evangelizador que tenía de joven procuraba sacar a los católicos de sus gruesos errores. Le resultaba muy fácil porque veía que ignoraban completamente su fe y las Sagradas Escrituras. Era, dice, como pescar patitos de plástico en una palangana.

Esto le ocurría en los años 70. ¿Qué diría hoy ese señor? El Papa Benedicto luchó a brazo partido sobre ese punto. Marcó que la ignorancia de los católicos es el gran mal de nuestro tiempo. Y sí, pensemos si algún laico es capaz de defender su fe o proponerla en su ambiente de trabajo. Me parece que más difícil le parecerá lo segundo que lo primero. ¿Qué es lo que pasa en el corazon de tantos buenos creyentes católicos que no son capaces de decir algo, se quedan paralizados, no saben qué responder ante los cuestionamientos que se les presentan?

Si bien hay diversas razones, y algunas ya comenté aquí; creo que podemos señalarlas como punto de superación.

Una de ellas es el relativismo. Nos sentimos invadidos por un modo de pensar que cree que no existe la verdad, y nuestra fe es algo opinable. Así la vivimos también. En este relativismo, lo supuestamente científico ha tomado una valor de verdad mucho más incidente en nuestra conciencia que la verdad misma. Si la ciencia puede algo, eso es la verdad. Y oponerse de algún modo a ello es quedarse atrás, ser retrógrado, o poco inteligente.

Lo segundo es la fuente de lo anterior. Ignoramos y no razonamos nuestra fe. No tenemos ganas de conocerla. Estoy convencido de que esto proviene de no dejarnos invadir por el Espíritu Santo y de no tomar la decisión firme de ser cristianos. Alguno dirá ¡Sí que soy cristiano! Entonces te pregunto ¿por qué sientes pudor, vergüenza de ello? ¿Por qué no hablas de Cristo en tu ambiente diario? ¿Te sientes avergonzado? Esto quiere decir que no te has dejado invadir por el Espíritu de Cristo y no has tomado la decisión firme de serlo.

Este dejarnos invadir por el Espíritu es asumir un amor a Dios tan fuerte que no nos importe lo que digan los demás, que tengamos ganas inmensas de comunicarlo. porque si no hay comunicación, no hay conversión auténtica, o no la hay profunda. Quien ama a Dios porque antes se supo amado por El, no duda en compartirlo.

viernes, 26 de abril de 2013

ESTAMOS ENCONTRANDO UN CAMINO

He leído muchas ideas sobre la reforma de la Iglesia en la actualidad. A mi me venía inquietando esa distancia que encontraba y aún encuentro de nuestras comunidades con las masas. Es decir, sin hablar despectivamente, por el contrario, digamos mejor, con el grueso de la sociedad. Como Iglesia dejamos de ser una referencia. Hace pocos meses un Hermano de Comunidad me decía que en sus pueblos (es pastor de varios pequeños poblados), carenciados, la gente piensa que si alguien es evangélico es persona honrada, y si es católico, se puede esperar cualquier cosa, y más aún, seguro un mal comportamiento.

Esto me hace ver que la distancia de la Iglesia con las masas no se debe a la ropa del Papa, sino a la comunidad eclesial que por diversos frentes tiene necesidad de una reforma.

El Papa, en su homilía de la Misa Crismal  hizo referencia al grupo de párrocos (nada menos) que se han declarado en desobediencia e invitan a hacerlo. No voy a referirme al punto, del que el Papa habla con mucha claridad; sino me refiero al hecho de que este grupo de sacerdotes propugna un reforma en la vida de la Iglesia presionando con su actitud. Aducen que si no lo hacen muchos católicos abandonarán la Iglesia.

Tan sólo en esta actitud de estos sacerdotes encuentro una necesidad de reforma en la Iglesia. Me pregunto ¿qué formación recibieron estos sacerdotes? Y no me refiero a la formación intelectual, sino a la formación eclesial, la que da la experiencia de vida en la vida de la Iglesia y la que vive el sentir del pueblo fiel. Alguno ya me verá de reojo pensando en que soy "demasiado ortodoxo" como un comentario a otra de mis publicaciones lo dijo. Pero ¿la ortodoxia es un mal en la Iglesia?. Entiendo que esta manera de ver nuestro comportamiento eclesial en el cual hay que ser rebelde para ser verdaderamente libre, o para ser fiel al Evangelio de Cristo es un verdadero mal si lo consideramos como una premisa de eclesialidad. Desde el vamos no es así.

Un comentario que he comenzado a leer de Victor Codina sobre esta Iglesia del post concilio Vaticano II comienza con una referencia al antes y después de la Liturgia. El autor hace una sensata reflexión de que la liturgia expresa el ser eclesial. Sí. Y luego habla del antes y el después, características de muchos católicos que tienen ese "complejo" (he conocido muchos) que viven su presente como una suerte de destape, y asumen una actitud rebelde por esencia. Los que nacimos con el Concilio, la verdad, no los entendemos. Comprendemos que han recibido una herida y que por ella hablan, pero nosotros vivimos en una Iglesia de después del Concilio, no necesitamos pasar por una ruptura.

No descartaré por eso las auténticas aspiraciones de una nueva manera de vivir nuestro ser Iglesia. Al contrario, por ello decía al principio de mi inquietud. Rescato desde allí las actitudes de los que sienten fuertemente esa necesidad, pero descarto que ello provenga de un oponernos los unos a los otros, y más, oponer o desconocer el carisma de gobierno de la Iglesia. Desconocer los carismas es desconocer la Iglesia. Negar la obediencia a quien se debe es romper la Iglesia. Presionar no está mal, siempre que no se utilice para ello las armas del mundo político porque las presiones se ejercen desde los carismas auténticos en la Iglesia. Un ejemplo paradigmático, y hoy profético, es San Francisco de Asís. Vivió uno de los momentos más necesitados de reforma en la vida de la Iglesia, pero nunca se alzó en desobediencia ni contra el Papa ni contra todo el aparataje curial de aquel momento. Sin embargo, su vida fue una presión en la Iglesia.

Los sacerdotes en desobediencia plantean que reciben el apoyo del pueblo creyente. ¡Seguro! Nunca va a faltar quien te apoye si propones que no haya celibato, que las mujeres se ordenen sacerdotisas, que haya divorcio, que se aborte, etc. siempre hay público para toda propuesta. No hay que olvidar el momento coyuntural de cultura que vivimos. Hoy todo vale por este relativismo que es capaz de aceptar todo sin ningún prejuicio. Si así lo hiciéramos ¿quiénes somos? ¿Dónde está la esencia de nuestro ser cristiano?

Este es el gran planteo del presente. Los que ven las cosas de la otra cara están muy preocupados porque los gestos, sobre todo en el ecumenismo parecen hacernos perder quiénes somos. Alli ven heterodoxia, lo contrario de la ortodoxia. Claro, si le abrimos las puertas a los que piensan distinto en la fe, vamos a perder la fe de la Iglesia. ¡Qué riesgo! Pero si nos encerramos en nosotros mismos, lo advierte SS. Francisco, nos enfermamos. Si salimos, podemos accidentarnos. ¡Prefiero una Iglesia accidentada antes que una enferma! dijo el Papa. Y yo estoy de acuerdo con su modo de ver. Pero como creo como católico, si no estuviera de acuerdo, lo mismo lo sigo, porque creo en una Iglesia carismática, y en su pensamiento hay luz del Espíritu Santo.

Esto último hace la diferencia entre una presión política, en un seguir las propias ideas con las mociones del Espíritu Santo y seguir a Cristo, Pastor que no se equivoca en su Iglesia, que no la lleva a la perdición sino a la salvación mediante la mediación humana que comenzó con él mismo. Aquí está para mi un punto fuerte de reforma. No lo veo en si hay sacerdotisas o si los curas son casados. Lo veo en si aceptamos que los gestos y las palabras siguen siendo el modo en que Dios se manifesta al hombre, si los carismas son reales o simples organizaciones. Si el ministerio del Papa es una figura representativa o el Vicario de Cristo. Si sabemos ser obedientes, ni conniventes ni obsecuentes ni obstinados. Las grandes señales del Espíritu en estos días no las queramos capitalizar para nuestras ideas, sino para escuchar con claridad la voz del Maestro. El es fiel.

jueves, 25 de abril de 2013

TOMAR DE LO NUEVO Y LO VIEJO

Es la sabiduría del Evangelio que Jesús nos enseña. Y esa parece ser la disyuntiva en la elección del nuevo Papa y en la mirada hacia el Papa Benedicto. Ahora aparecen muchos desilusionados y otros ilusionados. Los unos porque el Papa no tiene la impronta del papado notable, de aire señorial, o bie, de aire principesco; y los otros que, por el contrario, se alegran de esto y esperan "flexibilizaciones" en muchos temas de la vida íntima de la Iglesia.
Ya la sola palabra, flexibilización, habla de cuán distinta es la mirada del creyente del que cree serlo. Y hay diferencia. El creyente sabe que los cambios históricos son hechos que modifican el rostro de la Iglesia y de su presencia en el mundo. Puede que haya identificado, o sentido contento con tal o cual modo de expresión eclesial; pero sabe que, a la larga o a la corta, cada época tiene su modo, su momento. Así, ahora nos sentimos empujados por el Papa a mirar al de al lado de modo más simple, eso es todo. Es curioso que ese tipo de creyente extrañe cosas tan solemnes, pero que se regocije cuando ve un film sobre Juan XXIII y se sienta feliz de los gestos sencillos de ese Papa, ¡qué bueno! dice, pero si Francisco hace lo mismo ¡qué pena! dice. Si Juan Pablo II se olvidó de ponerse zapatos rojos en la reunión de cardenales, qué simpático, dice; pero si Francisco se los puso negros, qué mal, dice. Por otro lado, la figura tan solemne de Benedicto XVI parecía indicar una actitud cerrada, anticuada, retrógrada. Al punto que muchos católicos pensaron que volvíamos para atrás, unos para alegrarse y otros para lamentarse. Y resulta que ni una cosa ni la otra. Pero hay que reconocer que los gestos dicen y empujan. Cuando Benedicto aprobó la celebracion de la misa según el rito de Juan XXIII salieron a relucir las casullas antiguas, se sacaron muchas conclusiones de la importancia de la Sagrada Liturgia y la dignidad y todo lo demás. Cuando Francisco hizo gestos de simplicidad, descartando muchas formas litúrgicas de las que habían reflotado, salieron ahora a buscar si los divorciados y vueltos a casar podían comulgar; si los sacerdotes se podrán casar, etc. Cada uno a su gusto, pero no siempre en gustos inocentes.

He leído comentarios de esperanzas de laicos sobre el nuevo Papa que indican, como lo mismo que comenté más arriba, que se tiene una mirada mundana sobre la fe, sobre cómo vivir la fe en nuestro presente. Esto ya nos pasó. Cuando pasó el Concilio Vaticano II aparecieron muchos con ganas de modernizar la Iglesia, y ese es un criterio mundano. No me parece que sea modernizar, sino evangelizar la nueva cultura, hacer que el signo y sacramento que es la Iglesia misma se presente como tal en lo que cabe, sin perder su identidad, su misión, el Evangelio. No todos los moldes de las cosas presentes sirven para volcar el Evangelio al mundo actual. Hay cierta identidad que siempre nos hará sentir como extranjeros en el mundo. Eso es necesario. Pero hay otras cosas de este mundo que nos exigen una imagen renovada, un Evangelio mejor presentado a la sensibilidad del hombre de hoy. El gran desafío, y eso es lo que veo en el Papa Francisco, una natural y sencilla manera de presentarse al mundo. A la vez, eficaz. ¿Será que estamos dando mucha vuelta para encontrarle el agujero al mate?

miércoles, 17 de abril de 2013

DAR PASOS DE FIDELIDAD

Definitivamente sólo hay que comenzar. Buena la publicación donde evangelizar no significa cortar y pegar. Es comenzar a dejar que lo que tengo de riqueza se ponga al servicio de muchos. Ser creativos. Una consigna que comienzo a aplicar con mayor fuerza y que pienso que todos tenemos que hacer.

¿Qué es creatividad y cómo se compagina con fidelidad? Este es un punto importante a la hora de buscar una nueva evangelización. Ya señalé que romper con la historia de modo absoluto es un error. Fue la lucha de Benedicto XVI. Es cierto, muy europeo el Santo Padre para decirlo. Pero al fin y al cabo fue él. Y está bien, nos enriqueció con un magisterio impactante. Sentí que su fidelidad bien pensada, inteligente, fiel, estaba revestida de algunos gestos que parecieron no acompañar esa audacia que tan bien se le ha notado, por ejemplo su gusto de retomar el uso de algunos ornamentos litúrgicos que dieron pie a muchos a pensar que "volvíamos atrás". Unos se alegraron, otros se entristecieron. Esos gestos no permitieron valorar, a mi parecer, la inmensa riqueza que nos dejó, y favoreció, sin proponérselo, que nos quedaramos en cosas que se sentían superficiales. Rescato un gestos de catolicismo auténtico: la carta a los católicos chinos, la apertura a los anglicanos, el buen diálogo con los ortodoxos, los judíos y los musulmanes, la revalorización de la Misa de Juan XXIII, la disposición al diálogo con los ateos. Y hay muchos más.

Pero no me propongo hablar del Papa emérito, sino de ver cómo estamos en este momento en que la llegada del Papa Francisco ha plasmado un nuevo rumbo, pero que está ciertamente fundado en los pasos que dejó el Papa Benedicto. A lo aportado por este último ahora se suma la simplicidad, el volver la mirada hacia los laicos con más decisión, a descubrir que la Iglesia es guiada por el Espíritu Santo no sólo desde las oficinas de la Santa Sede, ni de las curias episcopales, sino que es toda la Iglesia la que resucita contínuamente en la realidad histórica. No se asuste nadie. No hablo de una democratización. Esto sería grosero. No son categorías que se pueda aplicar al Cuerpo de Cristo. Hablo de abrir los oídos al Espíritu que vive en su Iglesia. Es posible. En una iglesia  carismática, no monárquica; orgánica, no indiferenciada.

Creo que los peligros radican más bien en las inspiraciones ideológicas. Estas son las que arruinan las buenas motivaciones. El Papa nos está dando una pista muy clara. Nos libramos de esto cuando vemos desde el Evangelio todas las realidades. Cuando las despojamos de las tradiciones con minúscula y nos asentamos en las Tradiciones con mayúsculas, esas que los Padres de la Iglesia afirmaban con tanta frescura. Todo su lenguaje era Evangelio. Es un momento de confusión en el pensamiento. Veo que algunos corren hacia los antiguos pensadores y otros creen ser pensadores innovadores, pero son infieles cuando se fundan en ideologías de moda y no disciernen estas. Cuando hacen proposiciones de ruptura con lo más esencial de la vida del cristiano creyendo que descubrieron la pólvora.

Esto es lo que hace difícil un buen discernimiento de fidelidad auténtica. Y esto para el laico más sencillo. El influjo de estilos de vida, ideologías dominantes, razonamientos dominantes, confunden al creyente más fiel. Otros sucumben ante los pensadores modernos con ideas que se les ocurrieron quién sabe cuando. Otros corren a refugiarse en un pietismo desencarnado. Buscan una fidelidad religiosa que no responde a las inquietudes de los muchos sedientos del Evangelio. Parece que se nos rompió la brújula. Pero ella está, sigue siendo el Evangelio de Cristo, leído y vivido en la comunidad, en la totalidad del Cuerpo de Cristo. En la fidelidad al Magisterio, y en la creatividad del pueblo llamado a la nueva evangelización.

martes, 16 de abril de 2013

LA ESPERANZA DE UN CRISTIANISMO NUEVO

El Papa ha llamado a ser coherentes. Si un pastor, o un fiel común no son coherentes en su vida cristiana, desprestigian la Iglesia, desprestigian el Evangelio. Esto es una realidad que no se necesita comprobar mucho. Pero lo que es llamativo es que si un laico, un bautizado común, es incoherente, esto no parece pesar mucho en la sociedad. Por ejemplo, si es un católico famoso por ser actor, no importa que tenga dos mujeres, que haya estafado a alguien, etc. Si ese mismo laico es catequista, entonces estalla la bomba, y todo es desprestigio para la Iglesia.

Creo que el llamado del Papa confirma lo que pienso: es la hora de los laicos, es la hora de que los bautizados asuman su importante misión, no sólo siendo buena gente, sino haciendo notar que esa bondad proviene de Cristo, de su fe, de su ser Iglesia. Esta condición eclesial necesita de una identidad propia, de una espiritualidad propia.

Es verdad, son tiempos difíciles. La invasión de las ideologías, la ignorancia religiosa, y la mundanización de los laicos, son obstáculos fuertes. Cuántos laicos que rezan cada día, se visten como paganos, hablan como ateos y callan como culpables. Cuántos bautizados buscan alguna ayuda espiritual en cualquier medio, se creen cualquier verdura y rechazan la más elemental espiritualidad cristiana que ha sido fuente de vida y de alegría por siglos y siglos. El rechazo de todo lo que pasó hace que se busque una contínua novedad que se expresa en hacer algo que nunca hicimos y que se entiende como un verdadero crecimiento, cuando en realidad es negación del tesoro que ya compartimos. Necesitamos cristianos creíbles, los clérigos y los religiosos también los necesitamos. Nuestra fe es fecunda y maravillosa.

lunes, 15 de abril de 2013

PENSAR PARA EVANGELIZAR

Agradezco esta pequeña obra compilación de pensamientos de Benedicto XVI sobre la fe. En el último tema aborda el hecho de la Iglesia en el año 2000 y hace una memoria histórica de la semejanza de fines del siglo XVIII con este siglo XXI, dice " la situación actual es comparable ante todo al periodo del llamado modernismo, y en segundo lugar, al final del rococó...la crisis actual es sólo la reanudación, diferida durante mucho tiempo, de lo que empezó entonces". Y ¿Qué quiere decir con esta afirmación? Establece semejanzas  como las siguientes: En la Ilustración se da el decidido rechazo de la historia, esta no se debe tener en cuenta, sino actuar simplemente de modo racional. El papael ene general de las palabras como racional, transparente y otras se establece. Se intentó simplificar la liturgia, se quería introducir en la liturgia la lengua vernácula (lengua en que habla cada pueblo), tuvo un movimiento episcopal que quería subrayar la importancia de los obispos en contraposición de la figura del Papa; aparece la figura del Vicario Wessenberg de Constanza que pide la abolición del celibato. En el Sínodo de Pistoya, donde participaron 234 obispos en 1786 se trató de traducir las ideas de reforma pero fue un fracaso. 

¿No parece increíble? Pero es la realidad presente. Por supuesto, para bajar los ánimos de los exaltados, recordaré que en esta obra el Papa Benedicto también hace referencia a que todo esto, por una serie de exageraciones y desconsideraciones de los que sostenían estas ideas, fue al fracaso y se perdieron buenos planteamientos.

Por otro lado, no estará demás decir que la situación histórica presente no tiene nada que ver con aquellos años ni las motivaciones de aquellos años para llevar a los planteos y sus semejanzas con los presentes. Hoy también, por si acaso alguno no se dió cuenta, aparecen los que sostienen estas ideas y otras más: sacerdocio de las mujeres, liturgias locales, etc. Lo actual no proviene de una ruptura histórica idéntica. El subjetivismo de Kant que inspiró toda aquella época, no es idéntico al subjetivismo actual de la época globalizada. Este me parece un factor decisivo para pensar que estas semejanzas provienen no sólo de este influjo lejano y real, sino también de una nueva ambición que no está sellada por una supuesta democratización de la cultura, sino por la ambición de nuevos espacios de poder y necesidad de imponer caminos ideológicos quizá más fuertes que entonces.

Pero subrayo que, mirando positivamente esta nueva realidad, no se impone la condenación del modernismo que hizo en su momento Pio IX, sino considero que es alentador pensar aquellas cosas positivas que pudieron rescatarse de entonces. Aquí viene una pista de la reforma de la Iglesia tan necesaria según muchísimas voces. Pero para los que la palabra reforma suene demasiado "fea", diré "el nuevo camino evangelizador de la Iglesia". 

Es un pensamiento apenas esbozado, lo sé. Sé también que muchos están inquietos por los nuevos aires eclesiales. Hay muchos peligros ideológicos dando vueltas. Muchos anhelan volver hacia atrás, ponerse en lo que era más seguro, y afianzar el pasado como punto de referencia. La gran inspiración del Concilio Vaticano II vino a causa de que la Iglesia necesitaba ponerse a la altura de los tiempos, pero no al revés. Y estos tiempos siguen pasando con una velocidad mayor, con un cuestionamiento mayor donde lo que seguimos viendo los cristianos es que el Evangelio es la gran necesidad de la humanidad.

Los evolucionistas, así los he llamado, piensan que toda la historia va en una evolución donde las cosas del pasado son una referencia anticuada del presente. El hoy, si bien tuvo su sustento en el pasado, evolucionó de modo que lo que ayer era consistente hoy se extinguió, perdió su lugar, fue superado. Así se piensa de todo principio, y valgan las observaciones de Benedicto XVI, fundado en pensamiento anterior fue superado. Este es sin duda un gran error, y una ilusión que nos está dando grandes dolores de cabeza a todos los hombres, creyentes o no. Este evolucionismo y agrandamiento de los poderes del Estado, nos llevan progresivamente al mismo punto de la historia aún no superada de aquellos regímenes totalitarios donde nadie puede pensar diferente. O donde todos pueden pensar cualquier cosa, siempre que no toquen el poder del que lo detenta. 

Estos pensamientos los comparto en torno a pensar una nueva evangelización, y sabernos parar en puntos firmes de partida. No dejarnos engañar por las ideas que están hasta en el vecino de al lado, no son de pensadores de escritorio, sino de cosas muy prácticas que obstaculizan tener el corazón dispuesto para recibir el amor de Dios. O bien, confunden al cristiano que quiere vivir su fe y no sabe por dónde va a empezar, o cómo lo va a hacer. 

domingo, 14 de abril de 2013

SIETE MINUTOS PARA EL PRESENTE

Sólo tengo ese tiempo para hacer este post. Y quiero compartirles una lectura que me impactó, bueno, dos lecturas que me impactaron. Una de Benedicto XVI: el presente es un instante que está entre el pasado y el futuro, pero apenas lo vivimos ya pertenece al pasado. Esto que parece sólo un pensamiento que en realidad él cita, no es más que una apreciación cierta del mismo título del post, pero es a la vez, una apreciación de cómo vivimos las realidades de cada día. Me costaba comprender a muchos que parece que no tienen ni una consideración de dónde vienen (ahora sé que es verdad) y que no parecen pensar en el futuro (ahora me doy cuenta por qué). Y así encuentro muchos jóvenes que tienen hijos como si fuera ¡qué hermosa novedad!  y nada más. Pero viven sólo el presente, no piensan si ese niño podrá ser cuidado, si seguirán juntos los padres, si... etc. Sólo este presente. Pero que a la vez no importa mucho porque ya pasó. No, no es un discurso filosófico. Es una realidad patente.

El otro pensamiento impactante es el sentido de los derechos del individuo que sólo se viven subjetivamente. O sea, sólo importo yo y mis derechos. Ya lo sabemos: abandono escolar, indiferencia sobre el bien de los otros, inseguridad, ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres, etc. Viva yo, o sea. ¿Y los deberes? Nada, eso es anticuado. Pero esto se proyecta sobre Dios, sobre la relación con Dios. ¡Con razón tanto éxito en las sectas paracristianas y en el evangelismo (disculpen, sin ofender). Se resalta la relación personal con Dios, pero sólo eso. Lo comunitario no tiene más gravitación que el valor moral de responder a las indicaciones de Jesús solo. El otro dejó de ser un punto de referencia de fe. La Iglesia, comunidad de fe, dejó de ser un punto de referencia. Para rematarla, el desprestigio de los que forman parte de ella parece ser una razón válida para abandonarla. Notemos que no ocurre así respecto de los candidatos políticos, los gobernantes, los dirigentes gremiales ni los famosos. Ellos lo pueden todo, no importa, los perdonamos. (???)

Este subjetivismo también ha sometido a Dios. El puede venir a bendecirme, a darme paz, a hacerme sentir bien. Hasta no entiendo por qué tengo que confesarme si he pecado, después de todo soy humano como todos. Pero hay algo que él no puede (aunque sea todopoderoso): pedirme que cargue la cruz. Eso no. Si así es el caso: me abandonó, ya no creo en Dios, estoy enojado con él. Debiera darnos explicaciones por qué las cosas están tan mal y él no interviene, después de todo me afecta.

Se me pasó el tiempo, tomé tres minutos prestados. Me pareció interesante compartir esto. Ahora entiendo muchas cosas más y  me doy cuenta cómo podría afrontarlas. ¡Que venga tu Reino!

sábado, 13 de abril de 2013

REFORMAR LA IGLESIA

¡Qué frase fuerte! La vengo escuchando de hace algunos años. Tomó más fuerza en los últimos meses del Pontificado de Benedicto XVI. A decir verdad, no me imaginaba por dónde debía comenzar; y no me imaginaba definitivamente ¡por dónde comenzó! Pero la reforma parecía que significaba un Concilio Vaticano III, para otros por una mirada hacia atrás, para otros una mirada hacia adelante. Creo que nadie miraba hacia afuera. Y esta era la mirada del Cardenal Bergoglio. La Iglesia no puede estar mirándose siempre a sí misma, dijo. Ahora le entendí la frase. El punto referencial son las ovejas. En pocas palabras, en vez de mirar dónde uno quiere que vayan las ovejas, es mejor ver adonde van y seguirlas. Otra frase fuerte para los que piensan que esto desordena la Iglesia gobernada por el Espíritu Santo. Pero sin darse cuenta, tal vez, piensan que el Espíritu Santo sólo ilumina a algunos en la Iglesia y no a toda ella.

Los tiempos confusos hacían prever que es necesario estrechar filas. Así lo sentí yo por mucho tiempo. Pero este estrechar filas no es entre nosotros, sino estrecharlas junto a Cristo, esto es, consecuentemente, junto al Espíritu Santo. El asunto parece fácil, pero no lo es. Perder los miedos de perder la Iglesia, ahí está el asunto. Creer en el Espíritu Santo como guia seguro de la Iglesia, y no sospechoso. Leía artículos truculentos de por qué este Papa no es el verdadero sucesor de Pedro, lo eligieron mal. Y leía artículos donde este Papa es el que el Espíritu Santo quería. Reconozcamos que esta última visión es la de más fe por el hecho de que la razón es objetiva. Igual no faltan los que consideran que el Espíritu Santo inspiró lo que es de su propio gusto y lo desconocen cuando las cosas no son como ellos las piensan.

Nos parezca o no, Jesús sigue cumpliendo sus promesas, y espero que todos los creyentes no lo dudemos. ¡Señor, sigue bendiciendo a tu Iglesia; sostén a tu elegido como sucesor de Pedro!

jueves, 14 de marzo de 2013

UN NUEVO PAPA, UN NUEVO CAMINO

Había escrito un texto para compartir en torno a todo lo que se dice en los medios respecto de la elección del Papa, pero la noticia de quién fue elegido me dejó sin palabras. Y sobre todo me dejó en claro la inutilidad de ponerse a pensar en lo que se dice, para poner atención en lo que se hace.

Quizá esta sea la suficiente respuesta para todo lo que se ha dicho. Da pena que la fe débil de muchos católicos se ve afectada por todas las mentiras, supuestos, morbosidades y demás que distraen la atención de lo más importante: Cristo sigue manteniendo su promesa, nos ha dado un pastor, ¡y cuál pastor! Eso lo podemos decir los argentinos que más de cerca o más de lejos, conocemos al  Papa.

Este detalle nos saca a los creyentes de la simple consideración de la nacionalidad del Papa, o su equipo de fútbol favorito. Esto nos acerca a su figura, pero sabemos sobradamente que para nosotros es el Vicario de Cristo. Esta expresión va a tomar otro matiz en este Pontificado. Se ve claramente desde los primeros gestos. Pero aún así, más allá de la sorpresa, de los gestos y de demás consideraciones; nos abrimos a un momento de la Iglesia que nos marcará un derrotero en el camino de la Nueva Evangelización, meta primera de todo este presente. Que tengamos la fe necesaria para caminar junto con el Papa del modo que él nos enseñará. Que tengamos la mirada feliz de la Iglesia que siempre se renueva por el poder del Espíritu Santo. Que tengamos esa obediencia activa que nos compromete con la voz de nuestros pastores, del pastor que es garante de la unidad católica, de una fe centrada en el Evangelio de siempre, el Evangelio de Cristo que por generaciones y generaciones los cristianos hemos querido vivir.

martes, 12 de febrero de 2013

Carta abierta al Santo Padre

Santidad:

Así escucho que lo llaman cuando se dirigen a Ud. y siguiendo esa costumbre lo hago ahora. A decir verdad, mi cercanía con Ud. me hace un poco difícil considerar que esa expresión abarque lo que Ud. significa para mí como para millones de católicos. No lo digo por el significado de la palabra en sí, le viene muy bien por la misión que el Señor le ha confiado, sino lo digo por lo cercano que me resulta su persona, su Magisterio y su presencia en el vida de la Iglesia a la cual amo. 

Por esta razón quería escribirle esta carta. Su anuncio de ayer nos ha dejado helados, pero a la vez nos ha abierto el corazón para mirar desde allí la Iglesia en este tiempo, en este día. Todos comprendemos lo que significó para Ud. el peso de este ministerio, como todos también nos hemos sentido alentados y protegidos por su firmeza, su sensatez, su aguda inteligencia y su gran discernimiento. Sabemos que ha sufrido y sufre la incomprensión no sólo del mundo, sino también de muchos bautizados. A veces queremos todos agarrar el timón de la barca de Pedro. Todos sabemos por dónde tiene que ir la Iglesia, pero no todos aprendimos que el camino es el de la obediencia y el de la cruz. Ese camino hoy Ud. nos lo ha mostrado con su gesto. Y nos lo viene mostrando desde mucho antes de asumir como Obispo de Roma. 

Gracias, Santo Padre, por tanto. Por su magisterio: certero, sencillo, profundo, claro. Por sus decisiones: audaces, necesarias, arriesgadas, proféticas. Por sus intervenciones allí donde hace falta la mano firme del Padre que cuida y corrige. Gracias por no haber perdido el sentido en esta vorágine de ideas, santones, falsos profetas, filosofías, y también falsos hermanos. Gracias al Señor que lo ha fortalecido mucho más de lo que su frágil salud hubiese podido humanamente hablando. 

Siento que me he demorado en escribirle porque sopesar lo que uno tiene que decirle a un padre tan querido, no es tan sencillo. Todavía no ha aflorado todo lo que hay en el corazón. Y compartirle esto es decirle lo importante que Ud. ha sido y es para mi como para todos los católicos del mundo. Importante también para los anglicanos, para las Iglesias cristianas, para los judíos, para los musulmanes. Sin que esto quiera imponer su persona a estos otros, sino porque su decidido caminar ecuménico y dialógico ha abierto las puertas de una fraternidad querida ya por el Concilio, reafirmada por Pablo VI, buscada por Juan Pablo II y concretada por Ud. 

Me ha asombrado su realismo incluso cuando asumió la cátedra de Pedro. No se amilanó ante la gigantesca figura de Juan Pablo II. No quiso compararse, ni intentó remedarlo. Fue Ud. mismo. Y esa fue la fuente desde donde el Espíritu Santo pudo decir a la Iglesia, a través de Ud., lo que es necesario oir. 

Sé que muchos hablan y hablarán de Ud. en estos días. Yo no quiero hablar de Ud., sino llegar a Ud. con corazón de hijo para abrazarlo y darle las gracias. Lo voy a extrañar. Y quiero decirle que, aunque estamos físicamente muy lejos, y Ud. ni noticias de mi existencia tendrá, estoy cerca de Ud. porque no lo he dejado de comprender como un hermano, un padre, un siervo de Jesucristo. 

El Señor lo bendiga, Santo Padre, y la Virgen lo proteja.