miércoles, 22 de junio de 2011

UNA REFLEXIÓN SOBRE LA ÉTICA Y LA ESTÉTICA

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El video revela una realidad que merece una contínua reflexión. Aquí en un hecho menos corriente. En la realidad cotidiana se dan muchas cosas similares, desde los eufemismos hasta las relaciones familiares formales. Del pensamiento hasta la vida práctica en los quehaceres cotidianos. De las decisiones de políticas gubernamentales hasta los diálogos entre vecinos. Para reflexionar sobre mis propias actitudes.

viernes, 10 de junio de 2011

¿QUÉ ES EL KERYGMA?

El anuncio del “Kerygma”: vacuna anti sectas
Es un error “presuponer la fe” en los católicos
Por Miguel Pastorino
MADRID, jueves 9 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos esta nueva aportación de la columna sobre jóvenes y nuevas religiosidades, dirigida por Luis Santamaría del Río, sacerdote experto en nuevas religiosidades y miembro fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
El autor de este artículo,Miguel Pastorino,es sacerdote uruguayo, y actualmente es el director del Departamento de Comunicación Social de la arquidiócesis de Montevideo (Uruguay). Experto en sectas y participante en algunos congresos internacionales y de la Santa Sede, es miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
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Desde el documento de la IV Conferencia del CELAM en Santo Domingo (1992), hasta Aparecida (2007), somos conscientes de que muchos son los católicos que se sienten atraídos por experiencias espirituales fuera de la Iglesia, en la cual no encuentran siempre una atención propiamente espiritual, sino un discurso moral que presupone la fe. Y la Iglesia en América Latina ha tomado real conciencia de la prioridad de la nueva evangelización, especialmente del primer anuncio o kerygma. Tenemos mucha gente “sacramentalizada”, mas no necesariamente convertida a Jesucristo.
Antes de todo compromiso cristiano, antes de recibir los sacramentos, antes de entrar en la comunidad cristiana, antes de toda acción de pastoreo, está el kerygma o primer anuncio del Evangelio que busca la conversión del que no cree, o del que se ha alejado, o ha debilitado su fe.
La falta de una primera evangelización ardiente, llena de pasión por el Señor y el Evangelio, llenos de la fuerza del Espíritu, felices de haberse encontrado con Jesucristo, junto a una débil conversión, nos dejan sin cimientos para una verdadera iniciación cristiana.
El kerygma no es una moda, o un nuevo descubrimiento de la Iglesia: son los fundamentos de todo verdadero proceso evangelizador desde Pentecostés hasta nuestros días.
El kergyma no es catequesis, no es un discurso doctrinal, tampoco es un signo atractivo, ni solo el testimonio de vida, ni proselitismo, ni tampoco una estrategia pedagógica previa a la catequesis, ni una conversación sobre cualquier tema. Todas estas iniciativas pueden ser el ámbito para el anuncio del kergyma, pero no son en sí mismas primer anuncio. El objetivo del primer anuncio no es despertar la simpatía por Jesucristo, sino la conversión del corazón. Es algo que sin la experiencia de fe del evangelizador es imposible de realizar.
Anunciar el kerygma sin fe, es como hablar en lenguaje de enamorado, pero sin estar enamorado. Quedaría como una cursilería o una palabra vacía, sin efecto. Sólo una palabra llena de la gracia, cargada de la experiencia del amor de Dios puede ser un verdadero "kerygma", de lo contrario siempre serán palabras vacías. No se puede testimoniar una fe, una pasión por el Evangelio que no se vive.
Muchos son los católicos alejados que confunden la fe con valores y principios, pero no como una relación real con Dios. Por eso la solución para aprender a realizar el primer anuncio en nuestras comunidades no se conseguirá a partir de un manual misionero –aunque sea útil–, sino por una auténtica renovación espiritual, mental y estructural de nuestra vida eclesial.
Sólo una vida transformada por la presencia de Jesucristo, se vuelve una proclamación constante del Evangelio. Quien se ha encontrado con Él realmente, quiere que todo el mundo le abra su corazón y se deje abrazar por su amor, por su palabra y que forme parte de la comunidad de la Iglesia. Esto no se alcanza sólo con una nueva metodología, sino por conversión. Dedicar más tiempo a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración, es lo que renueva el corazón de los creyentes. Un testimonio evidente de ello es cómo la Lectio Divina está transformando la pastoral juvenil en muchos países de América Latina.
La imagen que muchas veces tienen los pentecostales de la fe católica es que seguimos a un modelo del pasado, que no leemos la Biblia y que no rezamos con el corazón. Esto lo notamos cuando los católicos alejados que se pasan a otros grupos religiosos llegan a decir sinceramente: "ahora sí leo la Biblia, me hablaron de Jesucristo y no como un personaje histórico, sino que está vivo y ha cambiado mi vida... aprendí que puedo hablar a Dios con mis propias palabras, desde mi corazón".
Lo que encuentran en muchas iglesias y sectas, no lo encuentran en nuestras comunidades, y esto ha de obligarnos a replantearnos nuestras prioridades parroquiales, que no siempre brotan de las reales necesidades de quienes buscan al Señor, sino de nuestras abstractas planificaciones.
Muchos han regresado a la Iglesia gracias a las iniciativas de sacerdotes, religiosos y laicos que se han lanzado apasionadamente en el anuncio de Jesucristo, desde el trabajo local en las comunidades, hasta en el uso de los medios de comunicación. Y eso se percibe como una verdadera vacuna contra el proselitismo sectario y contra el abandono de la vida eclesial.
Al respecto, quiero concluir esta breve reflexión con las palabras de S.S. Benedicto XVI en su visita a Portugal el año pasado:
"A menudo nos preocupamos afanosamente por las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe, dando por descontado que esta fe exista, lo que por desgracia es cada vez menos realista. Se ha puesto una confianza excesiva en las estructuras y en los programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones; pero ¿qué sucederá si la sal se vuelve sosa?
Para que esto no suceda, es necesario anunciar de nuevo con vigor y alegría el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo, corazón del cristianismo, fundamento y apoyo de nuestra fe, palanca poderosa de nuestras certezas, viento impetuoso que barre todo miedo e indecisión, toda duda y cálculo humano.
La resurrección de Cristo nos asegura que ningún poder adverso podrá nunca destruir a la Iglesia. Por tanto nuestra fe tiene fundamento, pero es necesario que esta fe se convierta en vida en cada uno de nosotros. Hay por tanto un vasto esfuerzo capilar que llevar a cabo para que cada cristiano se transforme en un testigo en grado de dar cuentas a todos y siempre de la esperanza que le anima (cfr 1Pe 3,15): sólo Cristo puede satisfacer plenamente los profundos anhelos de todo corazón humano y dar respuestas a sus interrogantes más inquietantes sobre el sufrimiento, la injusticia y el mal, sobre la muerte y la vida del Más Allá".

Audiencia general. Miércoles 20 de marzo de 1985. El hombre puede llegar con la razón al conocimiento de Dios

Audiencia general. Miércoles 20 de marzo de 1985. El hombre puede llegar con la razón al conocimiento de Dios

miércoles, 8 de junio de 2011

JORNADA DE PASTORAL. Diócesis de Zárate Campana. Junio 2011. P. Albado


 TRANSCRIPCIÓN DE LOS APUNTES TOMADOS EN LA EXPOSICIÓN SOBRE 
"EL ESPÍRITU DE LA PASTORAL BAUTISMAL"

El Plan pastoral Diocesano está puesto en la línea de la Nueva Evangelización y esto quiere decir que tiene y puede tener un espíritu muy grande. Más considerando que después de los años noventa poco se ha hablado en concreto de esta Nueva Evangelización. Quizá en muchas diócesis nos hemos quedado con la formulación de este deseo pero no se ha aterrizado en lo concreto.
En un momento dado, Juan Pablo II habló de Nueva Evangelización y de Reevangelización. Lo segundo considerando a Europa. Pero con el tiempo quedó asimilado a lo primero el concepto de Reevangelización. Reevangelización decía que ya no había nada y por ello había que comenzar de cero. Nueva Evangelización habla de tomar lo que ya se hizo y dar nuevos pasos sobre este cimiento.
En el concepto de Nueva Evangelización se habla de nueva en su ardor, en su método y en su expresión. Estos tres constituirían lo que es la “materia”. Pero considerando la continuidad de la tarea evangelizadora con la de los primeros evangelizadores de América, el “continuar y completar” la Evangelización a la que llama el Papa, esto sería la “forma”. Si prestamos más atención a la materia que a la forma podemos quedarnos en unos esfuerzos vacíos de contenido o bien errar el camino no teniendo en cuenta este sustrato de fe donde debe apoyarse la acción evangelizadora actual.
Así visto, desde este esquema, podemos ordenar lo primario y lo secundario. Lo formal es lo primero porque hace que la cosa sea lo que es. O sea, partir desde lo que hicieron para que llegue lo segundo. Pero se nos presenta una pregunta ¿Qué hay que tener en cuenta de la primera evangelización? Las conclusiones de la Conferencia de los Obispos en Santo Domingo nos lo dice:
a)      La predicación de Cristo crucificado.
b)      La Virgen. En América Latina, la Virgen hizo una Nueva Visitación, dice Juan Pablo II en su discurso inaugural para esa conferencia. La presencia de la Virgen es desde Guadalupe hasta hoy pasando por muchos santuarios marianos. La Virgen unió conquistadores con aborígenes rompiendo las distancias que parecían infranqueables en la primera evangelización.
c)       El carácter misionero de la Evangelización. El “Vayan y hagan…” del Evangelio de San Mateo. Los primeros misioneros salieron a la búsqueda. No esperaron que la gente les llegara adonde ellos estaban.
d)      La preocupación por el mundo de los pobres. Es innegable que la mirada de Dios está puesta en los pobres. “Dios es el dios de todos, pero pone su primera mirada en los desposeídos de este mundo”, nos dice Juan Pablo II. Debemos considerar esta afirmación como un hecho fundamental para la Nueva Evangelización quitando de nuestro horizonte la mirada ciertamente ideologizada que inquietó a la Iglesia en América en las últimas décadas del siglo pasado y que sigue teniendo un peso de influencia hoy. Quizá en algunos casos para alejar la mirada de los pobres como una referencia esencial de la Nueva Evangelización.
Ya hemos puesto nuestra mirada en la forma, ahora vamos a la materia, y la materia que en este encuentro nos toca: el Bautismo
La pastoral bautismal no admite un “aggiornamiento” en el sentido de novedad de la Iglesia. Está enraizada en el pueblo de Dios. Cuando bautizamos nos ponemos en una corriente histórica que viene de la primera evangelización. Nuestro pueblo vive una auténtica tradición de fe que debemos valorar y no minimizar. Se apoya en una corriente de Tradición como los valores más caros que hacen a la fe católica. Y el Bautismo es una Tradición porque
-          Es una puerta de Salvación.
-          Froma pueblo. Es un elemento de cohesión social. Así lo vio Constantino y convocó el Concilio de Ncea, por ejemplo. La unicidad espiritual contenía la unidad del Imperio. Aunque pudiésemos hacer un juicio histórico, podemos ver que el Bautismo verdaderamente singnifica una identidad común.  El mismo San Pablo se preocupaba de dejar formadas comunidades en los lugares que evangelizaba. No sólo la conciencia de la salvación individual, sino de comunidad.
-          En América Latina el Bautismo alcanzó una importante meta: dar identidad al pueblo aborigen. Si bien fue desposeído de su propia cultura y su referencia de unicidad como pueblo. Y podemos hacer toda la crítica a la realidad de la conquista como desposeedora de los bienes de este pueblo, sin embargo, podemos decir con claridad que el Bautismo significó volver a darle un lugar al aborigen, aunque ciertamente, en la sociedad que se formó este lugar fue el último en la escala social.
El Bautismo generó una cohesión en una doble perspectiva:
-           Por razones de formación, nosotros lo vemos desde una perspectiva salvacionista. El Bautismo para nosotros, nos integra a una comunidad eclesial donde yo trabajo por mi salvación y por la salvación de los demás. Las iglesias y comunidades de la Reforma protestante tienen muy en claro y desde esta línea trabajan esto.
-          Y la otra perspectiva es más temporal. Para los aborígenes de la primera evangelización, el Bautismo hacía que Dios se metiera en la comunidad donde ellos estaban. No tanto que ellos fueran a Dios como que Dios viniera a ellos. Eso ha tenido una continuidad hasta nuestro tiempo. Los bautizados ausentes de la Parroquia viven el Bautismo como el modo de que Dios se meta donde ellos están y por eso lo piden con insistencia. De allí que podemos decir que el Bautismo hace cultura.
En el aborigen , como Dios se mete en su vida, Dios se adapta a sus costumbres. Dios se meta y hace historia. Cuando hablamos de la Iglesia, decimos que hay una Iglesia Institucional que es la que vive en sus estructuras de vida y Evangelización, y también que hay una Iglesia misterio, aquella que no la podemos llegar a abarcar con una mirada simple sino que sus contenidos y su hondura escapa a nuestra simple consideración. Hay una Iglesia misterio que está ligada a otras instituciones que el mismo pueblo ha ido generando por esa presencia de Dios. Por ejemplo: la fiesta. Los bautizados de hoy postergan muchas veces el Bautismo de sus hijos porque no tienen dinero para hacer la fiesta. La fiesta forma parte de un rito cultural que el Bautismo a impuesto en la vida de la sociedad.
Los primeros misioneros mostraron un Dios que se abajaba a la vida de su pueblo. Dios ya había dado el primer paso metiéndose en la vida del pueblo. Dios se mete igual en su pueblo aunque nosotros, los agentes de pastoral, se la quitemos por nuestras exigencias o se las posterguemos por lo mismo. El Pueblo de Dios, si no tiene la presencia de Dios a través del rito que espera del sacerdote, lo inventa. Y allí fortalece la fe. Cada hombre tiene esa relación con Dios con su conformación cultural.
La fe reestructuró de modo original la conformación social del pueblo viejo (antes de la Evangelización) convirtiéndolo en un pueblo nuevo (después de la Evangelización). Los primeros elementos, la cruz y la Virgen, se convierten en un elemento estructural.
En la filosofía moderna, la clave de la temporalidad es esta: un existencialismo con la ausencia de Dios. “Vivo acá y Dios no tiene nada que ver con esto”. Se pasó del hombre ateo al hombre indiferente. La temporalidad nos confunde porque tenemos una formación salvacionista. Considerar esta presencia de Dios en el todos los días como un hecho corriente pero profundamente significativo, a los que tenemos una formación tan académica y salvacionista, nos desorienta.
La respuesta a la temporalidad sin Dios es una cultura eclesial: vivir en este mundo y llevar las cosas a Dios. En la gente más pobre esto tiene cosas propias. Vemos que la gente no va a Misa, su vivencia es temporal. Dios está en sus vidas y pasa por sus cosas, pero no ve como necesario estar en la Misa, sin negar que esta tiene un valor inmenso. Por ejemplo: los devotos a San Cayetano. El día de su fiesta el devoto tiene que ir a misa y lo hace con devoción, quizá muchos se confiesan para esa fiesta. El santo tiene que ver con su vida: el trabajo. Los signos que tienen tanta importancia: la estampa con la espiga, la bendición, la cola para tocar la imagen del santo, etc.  En definitiva, ese bautizado tiene una vida fuertemente temporal pero en Dios y no para Dios. Ve, por ejemplo que lo que recibe es de Dios, aunque ello dependa de personas concretas. Así, ve al saceredote como el que es de Dios. Y muchos querrán la bendición del sacerdote y lo encontrarán irreemplazable en su referencia a lo divino. Esperarán del sacerdote que les enseñe, que sepa sobre Dios. Aunque quizá no se sientan comprometidos a aprender de Dios . Frente a la desgracia siente que “eso es lo que le tocó”, el paso de Dios. Quizá lo que menos le preocupe sea la vida eterna, el Cielo. Eso no cuenta dentro de su horizonte de espera.
Aunque el Cielo es la meta, hay otra forma que el pueblo tiene. La gente vive lo que quiere pero sabe que al final estará frente a Dios (Mt. 25). En el Evangelio de Mateo encontramos muchas cosas que la gente vive hoy. En el momento en que el Señor le dice a los buenos y a los malos “tuve hambre y me dieron…tuve sed y me dieron… o no me dieron”, ambos, malos y buenos le preguntan “Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento? O sea, no se dieron cuenta que estaban haciéndolo, digamos, vivían como cosa temporal lo que en realidad los estaba llevándolos a o quitando el Cielo. Dios tiene más de un camino y es Señor de la temporalidad a causa de la Providencia que todo lo gobierna. Esto es innegable desde la fe.
El Bautismo estructura socialmente. Hay que buscar un camino de la temporalidad sin que tena una raíz marxista. Actualmente el manejo de la temporalidad está influenciada por teologías largamente trabajadas desde esa perspectiva marxista y donde la temporalidad tiene un lugar principal. No es necesario que sea desde allí.
Si la temporalidad es sin Dios, es porque los que la sostienen encuentran en Dios crueldad. Piensan que Dios se opone a la temporalidad, no está en las cosas del hombre. Es todo lo contrario de la cultura eclesial, que ve  que Dios sigue preocupándose por el hombre y sus c osas. Eso es lo que enseñó Juan Pablo II en todo su magisterio, ya desde su encíclica programática Redemptor Hominis.
Esta preocupación por el hombre, tiene que ocuparse del hombre espiritual (como ocurre actualmente con los Movimientos) y por el hombre social (como las organizaciones caritativas y sociales de inspiración cristiana). Para que el hombre sea más hombre tiene que tener mayor dignidad temporal. El Bautismo viene a alcanzar una liberación espiritual y temporal al liberar del pecado, que es la raíz de todo progreso.
En el Pueblo de Dios alejado de la Iglesia, el Bautismo es Dios preocupado por el hombre. Pero el Bautismo no está tan pegado a la cuestión del desarrollo. La forma de vida actual hace que la gente no vea más allá de lo inmediato. Es difícil que proyecten la propia vida más allá de lo inmediato. La misma situación social, la inseguridad de un futuro, la incertidumbre de todo lo que viene, no saber si podrán comer al mediodía… todo eso influye para que la gente no haga una relación de futuro. Nosotros, en cambio, los que hemos sido educados en una perspectiva salvacionista y que venimos de una generación anterior donde se sabía qué dirección tomar para prosperar, tenemos otro concepto. Quizá elegíamos una carrera con la certeza de que allí estaba la posibilidad de un progreso casi sin obstáculos. Las generaciones presentes no tienen ese horizonte. Todo esto marca quién es Dios para mí. Dios se puso de mi lado porque crucificó a su Hijo, y en eso nos sentimos amados. El pueblo no se siente amargado por la cruz, es un gesto de amor de Dios y de presencia inmediata y permanente. En la lectura patrística del Oficio de Lecturas del jueves de la Octava de Pascua escuchamos a San Cirilo de Jerusalén que dice que la pasión de los hombres está asumida tipológicamente en el Bautismo. El Bautismo, entonces es un sumergir en la muerte de Cristo, y esta dimensión la gente la vive.
En conclusión, haría falta en la Nueva Evangelización que se muestre un nuevo ardor para recuperar la memoria de la vida de la gente que vive el Bautismo desde la temporalidad.
LA MISIÓN
La misión permanente a la que nos llama la Nueva Evangelización está en relación con la pastoral bautismal. El Bautismo es un hecho de fe que se valora de distinto modo.
Para el español de la primera evangelización, tenía un valor salvacionista. Pero para el aborigen tuvo el valor de modo de estructuración social. Dios se mete en su orden cultural. Se entiende que Dios me puso en este mundo y yo me tengo que ocupar de ello.
El Bautismo pedido por la gente alejada tiene que ver con la fe. Se bautiza al que tiene fe. Pero en un orden eclesial, se considera que los más allegados a la Parroquia son los que tienen fe. Pero resulta que hay una gran mayoría, quizá más del 90 % de bautizados que se acerca esporádicamente a la parroquia. Estos ¿tienen fe verdadera?
De hecho, sin fe no hay cristianismo. El Concilio de Trento dice en la sección sexta canon 28 que “si alguien dijera que aquel que tiene fe no es cristiano, sea anatema”.
Viendo esto desde las virtudes teologales, afirmaríamos que si no hay caridad no hay cristianismo, porque hay pecado mortal. Es un pensamiento desde lo formal y real. Pero Trento dice que la fe es la que determina el cristianismo. O sea, que aunque no hay caridad igual hay fe (fe informe, por cierto, pero que sigue siendo fe verdadera, según Santo Tomás de Aquino)
La fe es un camino por el cual Dios se vale para que el hombre alcance la perfección. Las virtudes teologales se pueden considerar de a una (no separadas) para que crezcan las otras.
Muchas veces miramos la fe de la gente por la religiosidad popular. Pero cuando pierde esa religiosidad se presenta una dificultad. Por ejemplo, cuando un hombre religioso va a vivir a un lugar donde el entorno es diferente, sus hijos quizá hereden la fe pero no sus costumbres religiosas. Pero no por ello no tendrán fe. Se expresará de otro modo y hay que buscar captarla. Hasta hay que pensar que la fe de ese hijo puede ser más profunda que la del padre porque ya no la sostiene el entorno cultural religioso que sostenía la de su padre.
¿Y cómo sé que esa fe popular está debilitada? Nos planteamos el tener fe con el conocimiento de la fe. Entonces ¿hay que instruir en la fe o no? Se pìensa que el conocimiento valida la fe que se dice profesar. Pero hoy tenemos que continuar la primera evangelización. ¿Dónde asiento teológicamente esa fe “no formal”?
Santo Tomás de Aquino dice que el acto de fe tiene un triple aspecto:
1-      CREDERE DEO: Es el aspecto formal. Por el cual se adhiere vitalmente a lo que Dios le revela. Le creo a Dios. (Hb 11,6). Esta fe no depende de la formación sino que es más existencial (la palabra la agrego yo). Esta fe la tiene el teólogo y la señora que ignora lo mínimo del catecismo.
2-      CREDERE DEUM: Respecto al contenido de la fe. Los desarrollos que los hombres hacemos para entender a Dios (Teología y Catequesis). Es el aspecto material. Las cuatro o cinco verdades que son precisamente el contenido real de la fe. No garantiza la fe, pero trabaja sobre la fe. Por eso tenemos una responsabilidad de ser “hermanos mayores” en la fe. Tiene que ver lo que sacramentalmente representamos para los demás.
3-      CREDERE IN DEUM: La tendencia por la cual alguien se pone en movimiento hacia algo. Le cree a Dios y se pone en camino hacia Dios. Es el paso interior que se da para buscar a Dios con la vida que tengo.
De acuerdo a donde nos situemos, será nuestro concepto de la fe. Santo Tomás dice que lo más importante es lo primero, credere Deo, lo segundo credere in Deum y lo tercero es el Credere Deum. O sea creer en Dios y buscarlo es más importante que la catequesis como medio de la fe o como valor de la fe. Aún en este razonamiento, no estamos separando o descartando las tres que en sí constituyen los elementos de la fe. Pero distinguirlos nos sitúa para hacer una valoración más auténtica  de la fe popular.
Tenemos ejemplo en la misma vida de Jesús. Cuando Jesús pregunta a los discípulos quién dice la gente que es él, todos mencionan a profetas, nadie a sacerdotes. O sea, Jesús es para el imaginario popular “alguien que nos trae la voz de Dios” es una realidad práctica de la relación con Dios y no conceptual. En los escritos del Nuevo Testamento, recién en la carta a los Hebreos encontraremos que se habla de Cristo como Sacerdote.
Por ello, nadie puede agradar a Dios sin la fe. Así lo afirma la carta a los Hebreos en el cap. 11. Con esa fe, se pone en camino. A mi me evoca la figura de Abram. “Creyó y partió”. El Credere Deum tiene que ver más con el Dios que se dio a conocer. Aquel al que el que hizo los otros pasos empieza a buscar conocer.
Entonces, un criterio para valorar la fe de la gente es esta triple consideración del credere. Si observamos el orden que dice Santo Tomás de Aquino haremos una valoración correcta para situarnos. Cuando el Bautismo se da, fortalece la fe del Credere Deo, y esto es muy importante. No debemos exigir demasiado de la fe de los simples, afirma Santo Tomás. Es nuestro deber ahondar desde esa fe simple para crecer en Dios. Por cierto que hay que eviar el sentimentalismo. Hay que “poner” teología a aquella vivencia del Credere Deo y del Credere in Deum.-