jueves, 13 de agosto de 2015

CAMINAR EN EL DISCIPULADO



No encontraba la inspiración para escribir. Esa inspiración que más que un don natural, es la moción del Espíritu Santo. Sí, realmente no me gusta escribir sobre mí, sino sobre el Señor, sobre su obra. Creo que verme metido en ella, contemplándola, diciéndola, poniéndola en evidencia es más gratificante. Me parece imposible edificar la vida sobre uno mismo. Entiendo que eso quiso decir Jesús en sus palabras: “el que quiera ganar su vida en este mundo, la perderá. Pero el que pierda su vida por mí, la encontrará”. 

Tuvimos una dificultad. Mientras organizábamos el día del niño, otra institución, sabiendo que habíamos puesto día y horario, puso el mismo. Una especie de competencia. Algo raro, pero así es. En un principio me llené de malos pensamientos y tristeza. Y luego, el Señor me iluminó. Me hizo ver que ponerme a discutir sobre quién tiene razón, si hacemos esto mejor que otros, que estas son las intenciones de los otros, etc., todo eso, es un pensamiento inútil. Además, en el discipulado del día anterior, el mismo Señor me dio esta cita bíblica: “No respondas al insensato según su necedad, no sea que también tú te asemejes a él; responde al insensato según su necedad, no sea que pase por sabio a sus propios ojos.” (Proverbios 26, 4-5). Luego ví el comentario de la Biblia y dice: “Cada una de estas dos sentencias contradictorias tiene su parte de verdad según las circunstancias. La sabiduría consiste en aplicar la que más convenga a cada situación”.

Comprendí que me estaba preparando para esta situación. Que estaba empezando a pensar con el criterio del mundo, buscando mi vida, buscando la aprobación, el éxito y el dominio sobre los otros. Cuando me vino a la mente y el corazón la misma vida del Señor, sus gestos fuertes frente a Herodes (“Vayan a decir a esa zorra…”), sus gestos humildes frente a Pilatos (“¿No respondes nada?, le dice Pilatos, ¿No sabes que tengo autoridad para condenarte o salvarte?) entendí que en este caso no debía perder la paz. Que viera que el Señor ordena todo para el bien de los que él ama. Que mi misión no es dominar ni tener éxito. Mi misión es ser testigo de su Reino, que no es de este mundo. Reino de paz y justicia, Reino de esperanza y de comunión en la Sangre salvadora de la cruz. Un Reino que se gesta en gritos de dolores de parto. Un Reino que culminará con el triunfo del Inmaculado Corazón de María

miércoles, 12 de agosto de 2015

LA CORRUPCIÓN, LA MENTIRA Y LA ESPERANZA



El pensamiento político no es mi costumbre, ni involucrarme sobre este tema más que en diálogos personales con gente cercana. Pero la excepción se presenta. La candidata Elisa Carrió dio duro mensaje y denuncia sobre el narcotráfico y recibió una amenaza que la dejó muda. Es increíble que la amenaza que recibió fuera la confirmación de todas sus palabras. Le dijeron que los narcos ya se instalaron en Argentina y que no se piensan ir, que están protegidos. Esas y otras cosas más. Pero esas afirmaciones no son otra cosa que la confirmación de que sus pistas son ciertas. De que estamos gobernados por gente que protege a los narcos. Y como siempre pasa, lo sabemos todos pero no decimos nada. Lo saben también quienes  apoyan a aquellos de quienes sospechan (o saben) que están en esta situación de corrupción.

No es una denuncia, es simplemente una constatación de que estamos frente a un mal que supera nuestra capacidad de defensa habitual. Los narcos tienen razón en algo: están y no se irán. Y esto es cierto en cuanto no se encuentren mecanismos sociales o políticos para vencerlos. 

Hace pocos años, cuando me acerqué a una comunidad terapéutica donde muchos jóvenes estaban en la lucha por salir de su adicción a las drogas. Conversando con su fundador, hoy ya fallecido, me decía con toda razón que los centros terapéuticos son mínimos al lado de las necesidades reales sobre esta situación. Y para colmo, la mayoría son privados con un costo demasiado elevado para el común de las personas que lo necesitan. 

David frente a Goliat. Ni más ni menos. Pero David venció porque el Señor estaba con él. Esta es el arma que la soberbia de los poderosos no conocen. Es el arma que vencerá al mal que está en manos de Satanás. Es así, en manos de Satanás está este mal que nos aqueja y que las políticas ni los dineros, ni los políticos ni las luchas armadas podrán vencer. Su arma es la codicia, pecado capital que genera la corrupción, la indiferencia frente a la vida de los más débiles, el deseo del poder y del lujo desmedidos. Pero este gigante que confía en su fuerza y en su habilidad para la guerra será vencido por una piedra lanzada por un pastor. Y no podrá hacer nada.

Imaginemos la escena. Una distancia física entre uno y otro. Una mirada de triunfo sobre uno, una mirada de confianza del otro. Una confianza sobre la propia habilidad y armadura, una confianza no puesta en sí mismo ni en la piedra de la mano. Esta es la clave del auténtico éxito. ¿Cuál es esa piedra?: la oración, especialmente la oración dirigida al Inmaculado Corazón de María. Se reirán los soberbios, pero serán derrotados. La oración, no la confianza en la oración. NO un “tiene razón, que recen los otros”. Esta es la batalla de un pueblo, y el pueblo vencerá. Será aplastada la cabeza de la serpiente por el talón de una mujer revestida de sol con la luna a sus pies. 

No tengo duda de esto. Tengo confianza. Sé que ganaremos.