miércoles, 15 de mayo de 2013

EL CRISTIANO, TESTIGO DE LA VERDAD

"No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del maligno...Conságralos en la verdad, tu palabra es verdad." (Jn. 17, 15.17)
Son las palabras del Señor que en su oración antes de padecer hizo por nosotros. Son las palabras que hoy resuenan en nuestra Liturgia. Me impresionaron.

No sacarnos del mundo, cuando ha dicho antes "el mundo los odió porque fueron fieles a mi palabra" quiere decirnos que vivir el Evangelio de Jesús es una contradicción para el mundo de hoy. Lo comprobaba hoy en el diálogo con mis hermanos aquí ven Vic, Cataluña, donde estoy en este día. Muchos no cristianos reniegan feamente de la fe, de los principios de la fe. No tengo dudas de que significa una confusión, al no ver la fe como un camino de liberación, de gracia, de verdad. Tengo la impresión que los criterios de muchos hombres de buena voluntad: la solidaridad, la fraternidad, el bien de la creación, la búsqueda de la verdad, son los principios de un primer encuentro con la verdad del Evangelio, que es sustancialmente la verdad sobre el hombre. Esta verdad que libera y salva.

Me contaba uno de mis hermanos de comunidad que una mujer rechazaba de plano sentirse pecadora. Seguramente entendió esta verdad del hombre pecador como una verdad esclavizante. Y así lo viven. Como si los curas hubiéramos inventado esa noción para someter las conciencias. Se ve claramente un principio de Freud y por qué no de Nietzche. Nada que ver con el principio del Evangelio.

El hombre pecador en el Evangelio es el que es buscado para ser liberado. En esa libertad encontrarse a sí mismo. Las palabras del Señor para con la mujer pecadora a quien aquellos hombres acusaban para poner a prueba a Jesús así lo muestra: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?". La palabra "mujer" indica ese volver de Jesús sobre la persona misma, para hacerla volver en sí, para recordarle la belleza que en sí contiene. El final de sus palabras a esa mujer dicen todavía más sobre la realidad: "Vete y no peques más". Le da la libertad. Jesús es libertad para el pecador no su acusador. El Evangelio nos ha mostrado dónde está la esclavitud: en el pecado. Y el pecado como lejanía de la fuente de vida, lejanía de Dios. Este Evangelio es el camino para dejarnos abrazar por ese amor de Dios que nos da identidad.

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