domingo, 4 de septiembre de 2011

EL DESCENDIMIENTO DE CARAVAGGIO. Una invitación a la Vida

Dentro de las actividades posibles en la Jornada Mundial de la Juventud, estaba la visita a los Museos. Con una identificación recibida se podía pasar gratuitamente durante esos días a los más importantes. No nos perdimos la oportunidad. Visitar el Museo del Prado era "el sueño del pibe". Después de muchas veces de ver en estampas o en otros escritos las imágenes de aquellos magníficos cuadros que dicen al pie "Tal y tal.. Museo del Prado". ¡Al fin! Gracias, Señor.

Para mí, el más impactante fue "El descendimiento" de Caravaggio. La escena tiene un movimiento impresionante. Las manos, los rostros, las edades y las posturas de los personajes son el mensaje para todas las edades de la vida. La escena muestra el momento en que el Señor, ya muerto, es descendido de la cruz. Observen las manos. El joven mira hacia el Cielo como desconcertado "¿Por qué?", es la pregunta de quien parece tener comprada la vida. El sufrimiento no cabe. Menos la injusticia. Reclama al Cielo. Sus manos extendidas hacia arriba quieren arrancar de Dios una respuesta. No quiere abrazar lo que vive, prefiere mirar hacia arriba, hacia aquel lugar donde se promete la vida. La joven que está a su lado también está dolida, pero ensimismada. El dolor de la mujer que es más intimo, no tan externo como el varón. Sabe llevar el sufrimiento, pero como mujer joven se deprime. La mujer madura mira con serenidad la escena. Ella vive profundamente la tragedia. Pero ha adquirido la sabiduria que los años dan ante el sufrimiento. Su mirada es de espera, no de desesperación como el joven. Ella extiende sus manos abrazando ambas realidades, la del Cielo y la de la tierra. Abraza con su corazón lo que acontece. No huye. Entiende que el sufrimiento es parte de la vida. No tiene respuestas, pero tampoco tiene preguntas. Espera.

El hombre adulto abraza a Cristo por su espalda. Lo sostiene firmemente con su brazo derecho. Lo mira. En su mirada parece haber curiosidad. Es el hombre que razona desde lo que ve. El hombre práctico. Aquel carácter masculino que lo hace espectador del sufrimiento. No huye de la muerte, pero no se involucra con ella. No huye del dolor, lo razona, se hace ajeno, pero está. El hombre maduro, que toma al Señor por las piernas, no mira hacia el cuerpo. Nos mira a nosotros. Este movimiento de miradas hasta llegar a él, que también se destaca por su tamaño y su ubicación: está completo, está en primer plano; creo que dice todo lo que el autor quiere decir. Nos mira. Nos pregunta dónde nos ponemos nosotros frente a esta escena: ¿desesperación, esperanza, indiferencia, contemplación? El cuadro sigue en nosotros. ¿En qué postura nos vamos a poner? ¿O en cuál estamos? Es el gran logro de Caravaggio. Nos ha metido en su obra. Nos ha dejado prendidos en ella.

Y aquí, el Señor, no dice nada. No puede decir nada. Está muerto. Este momento de la obra de la Salvación requiere un protagonismo absoluto de nuestra parte. La respuesta de la fe. Pero el Señor lo es todo, a causa de él esta escena toma sentido. Nos reúne alrededor suyo. Su silencio en el dolor nos interpela para ver en qué lugar nos vamos a poner.

¡Qué obra magnífica! Me preguntarán cuál: ¿la del Señor o la de Caravaggio? Les diré: la respuesta está en dónde te ubiques. Me preguntarán ¿en el cuadro o en la obra del Señor? Te diré, donde quieras; pero sólo en uno de esos lugares encontrarás la Vida.


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