miércoles, 28 de septiembre de 2011

LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA. MUCHO MÁS QUE UN HECHO


De todos los bautizados católicos, un 2 o 3 % participa habitualmente en la misa dominical. Al menos en nuestro País (Argentina) es lo que se dice. El 98 o 97 % restante no participa, y todavía menos, se confiesa. Tendríamos que aumentar un número considerable de participantes ocasionales.

La disciplina de la comunión eucarística que vive la Iglesia respecto de los divorciados y vueltos a casar, sin embargo, es cuestionada mucho por ese 98 %, lo cual es mucho decir. La pena es que ese porcentaje es el que no participa y, muy probablemente, no participará habitualmente de la Eucaristía dominical si se cambia esta costumbre.

¿Por qué ocurre esta contradicción? Habrá que tener en cuenta cómo viven las personas impedidas de acercarse a la comunión eucarística esta disciplina y también, ante todo, qué significa la comunión eucarística para poder tener elementos para un juicio de valor más certero para la conciencia personal y para comprender el por qué de la disciplina sacramental.

La no posibilidad de la comunión sacramental es considerada por los que no pueden hacerlo como una exclusión de sus personas. No lo es de sus personas porque en la disciplina eclesiástica las causas para la exclusión en la participación de los bienes de la gracia (excomunión) son determinados a algunos precisos delitos que puede llegar a cometer el fiel. Y de hecho, los divorciados vueltos a casar no están en este grupo de "excomulgados". Por otra parte, el juicio moral sobre la persona en el "fuero interno" sólo se puede hacer en la acción sacramental del Sacramento de la Reconciliación. Queda descartada toda apariencia de condenación excluyente del divorciado vuelto a casar en el seno de la Iglesia.

Comulgar es más que recibir el Sacramento

También es cierto, y considerémoslo ahora, que la comunión sacramental, "comulgar", dicho popularmente, expresa más de una realidad: es comunión con Cristo, es comunión con la Iglesia, es testimonio de adhesión plena y sin restricciones a las enseñanzas de Cristo, es testimonio de esa vivencia en forma pùblica (la comunión sacramental siempre es un acto público), es comunión de gracia por todos los medios de la gracia que Cristo nos dejó, principalmente los Sacramentos. Luego, alguien que de hecho es contrario al voto de unidad e indisolubilidad del Sacramento del Matrimonio que ha hecho pública y libremente, ya no participa de la "adhesión plena y sin restricciones".

Lo que no es la comunión sacramental es ser un juicio moral sobre la persona. Nadie comulga porque es bueno, o deja de comulgar porque sea malo. Pueden haber buenos que no comulguen y malos que sí lo hagan. Será la conciencia moral la que lleve a las personas buenas o malas a abstenerse de comulgar si algo les impide hacerlo. Ejemplo: si alguien tiene conciencia de un pecado grave no confesado se abstendrá de comulgar. Su abstención revela la grandeza del Sacramento que no recibe, y en cierto modo, se transforma en un testimonio público de la santidad del Sacramento. Supone también que está arrepentido de su pecado y se reconciliará cuanto antes por el Sacramento de la Reconciliación. En cambio, si a pesar de tener esa conciencia de pecado grave, comulga, comete otro pecado llamado sacrilegio. Y la comunión hecha se transforma para esa persona en una causa de condenación y no de salvación, por lógica. Si alguien no reconoce en su conciencia haber cometido un pecado grave, pero debido a su situación presente no comulga, también da testimonio del valor del Sacramento de la Eucaristía y a la vez que expresa su comunión plena con las enseñanzas de Cristo, adhiriéndose con humilde corazón a la Iglesia. Cristo llegará con su gracia a esa persona por otro medio (que ya actuó movida por la gracia al abstenerse de comulgar). Un ejemplo más sencillo, si una persona no ha guardado su ayuno eucarístico una hora antes de comulgar, no comulgará en ese momento. Con eso no está diciendo que es una persona excluida, sino que está diciendo que el Sacramento tiene un valor incalculable y hay que estar preparado y bien dispuesto para recibirlo con fruto. El ejemplo es simple y temporal, pero expresa el hecho de que no comulgar  por una razón que puede ser ajena a la conciencia de pecado personal grave, es una posibilidad dentro de la vivencia de ese Sacramento. Obviamente merece más consideraciones que vamos a hacer ahora.

¿Quién es digno de recibir este Sacramento?

En definitiva, en todas las consideraciones, priva más la grandeza de lo que se recibe y lo que significa, que el hecho de recibirlo. San Agustín dice que este alimento (la comunión) digiere al que lo come y no es el que lo come el que digiere al alimento. Nadie comulga por el valor de sí mismo, sino por el valor de la Eucaristía. Esto es claro porque es más importante el Creador que lo creado, es más sagrada la Santidad de Dios que la del que es llamado a la santidad, es más considerado aquel que nos redimió que los que somos redimidos. Recordemos el caso de aquella mujer cananea que suplica al Señor que cure a su hija. El Señor se lo niega proque él ha venido por las ovejas perdidas de Israel y le dice que no es bueno tirar el pan a los perros. La mujer le dice que también los cachorros van a comer de las migas que caen de la mesa de sus dueños. Esta mujer dice dos cosas: una que no tiene dignidad por sí misma para acceder al bien de la salvación, sino que es Dios el que la hace digna. Verdaderamente sólo Dios nos dignifica. Nadie comulga porque es digno por sí mismo, ni nadie deja de comulgar porque sea indigno por sí mismo. Y también dice que las gracias divinas las recibimos porque el Señor quiere dárnosla y no porque nosotros queremos simplemente.

Pero también, comulgar es un testimonio público de adhesión de fe. Esta adhesión de fe es a toda la fe y no a parte de ella. La comunión eucarística así lo expresa. Quien comulga está en todo de acuerdo con lo que la Iglesia vive y cree. Y este todo es pleno. La Iglesia (todos los bautizados) creemos en el Sacramento del Matrimonio como una realidad divina que se crea por el consentimiento mutuo de los esposos que lo dan libre y públicamente. Atentar contra esa unidad e indisolubilidad de hecho, en este caso con otra unión, quiebra la comunión plena de fe y de hecho. Entonces el Sacramento de la comunión pierde su significado principal: manifestar y realizar esa comunión. 

Aquí vendría la objeción de si otros que hacen esto o aquello debieran o no comulgar. O negárseles la comunión. La negación de la comunión sacramental se la hace a los que han caido en excomunión, o han faltado gravemente a determinados compromisos públicos. O a los que han actuado de manera contraria a las enseñanzas de Cristo de manera pública y grave y así lo determine la autoridad correspondiente para ayudar a la persona que cometió la falta a darse cuenta de la gravedad de su acto y que se retracte de él. A los divorciados y vueltos a casar se les pide la abstención de la comunión sacramental para señalar que al violentar la unidad e indisolubilidad del matrimonio, no es plena su comunión con la Iglesia como públicamente lo expresan. Al abstenerse, los mismos cristianos en esa situación están diciendo a todos cuán grande es el Sacramento del Matrimonio y que creen en él, y a la vez, cuán grande es el Sacramento de la Eucaristía como expresión y hecho de comunión con Cristo y la Iglesia. 

El buen testimonio de quien se abstiene de comulgar si está impedido

Es evidente que esto es un gran sufrimiento para quien valora la comunión eucarística. Se nota, sin embargo, que los que añoran poder comulgar no lo hacían con frecuencia cuando vivían su primer matrimonio. También es verificable que aquellos que quedan libres de ese impedimento para comulgar, tampoco lo hacen después que han recuperado esa posibilidad, y esto lo he comprobado en muchos casos. Con todo respeto, ¿no será que en realidad las parejas cristianas esperan que se apruebe su nueva relación? 

Sorteemos otro obstáculo. ¿Qué le dicen a sus hijos las parejas cristianas que no comulgan porque estan impedidos por qué no lo hacen? Esta pregunta sería interesante que se la hicieran más los matrimonios que no tienen ningún impedimento más que ellos mismos para vivir este Sacramento. Pero creo que con lo dicho anteriormente, es bastante como para dar una buena respuesta: debido a que no puedo vivir por circunstancias de mi vida plenamente el Sacramento del Matirmonio, el cual es muy importante y valioso, por eso no puedo comulgar sacramentalmente, aunque lo hago espiritualmente siempre. (¡Y ojalá que esto sea cierto!) Si es así, se expresará en la misa dominical en la cual esos hijos verán siempre a sus padres.

Por último, si sufrimos por no poder recibir el Sacramento de la Eucaristía, que sea por el Sacramento mismo y no por aprobar nuestras decisiones de conciencia. Estas, hechas con libertad y con pleno conocimiento, deben ser el asiento para una vida libre y feliz. Si esto significa también una abstención de algún bien, que se lo viva como la expresión de una valoración real de aquel bien del que nos privamos. Ese será un buen testimonio para todos los cristianos, y cuánto más para los propios hijos. Sólo el Señor conoce la historia personal de quien ha llegado a una situación de ruptura en su matrimonio, sólo El valora la situación realmente, nosotros administramos los bienes que nos ha dejado en lo objetivo y externo y desde allí lo vivimos y realizamos; pero siempre desde el bien mismo y no desde las personas que lo reciben. Esto último sólo queda a juicio de Dios y de la conciencia personal. 

lunes, 19 de septiembre de 2011

LES DEJO MI PAZ, NO COMO LA DA EL MUNDO

Así nos dice Jesús en sus palabras antes de ascender al Cielo. No como la da el mundo. Me parece que como la da el mundo es idealista, imperfecta y no durable.

Idealista porque pretende una unidad que se quiere lograr a fuerzas. A costa de querer que todos pensemos igual, que todos obremos igual. Ante la imposibilidad, se propone que el querer y el obrar del otro sea indiferente para mi. Que cada uno haga lo que le parece y eso estará bien. El costo es destruir la verdad.

Ante la oposición de dos principios contradictorios, debemos suponer que si los dos son verdades, ninguno lo es. Entonces, no es posible la verdad para vivir en la paz. La otra posibilidad es que cada uno haga lo suyo y que el uno no se meta con el otro. El costo será vivir en la indiferencia frente a la realidad del otro, el individualismo y la soledad. ¿podría haber paz allí?. Se destruiría la comunión.


El idealismo aparece porque se plantea como utopía. La paz no puede ser una utopía, tiene que ser una realidad. Entonces busquemos el camino.

La paz que da el mundo es imperfecta. Su imperfección proviene de la precariedad de sus motivaciones. Si las motivaciones para la paz se asientan en cosas determinadas que tienen poca gravitación en la vida de las personas como hechos más profundos, deja de lado los valores esenciales del hombre que necesitan ser compartidos. Por ejemplo, si la paz se asienta sobre el bienestar económico, sobre la soberanía territorial, sobre el acuerdo de las ideologías. Dirá alguno, también si se asienta sobre la unidad de la religión. No lo creo. Tendríamos que revisar nuestro concepto de religión. Aquí no es el tema. Con estos conceptos se destruiría todo humanismo.

La paz como la da el mundo no es durable. No necesitamos más que ver las diferentes historias sucedidas entre las naciones, o entre las familias, cuando se acuerdan sobre bases o poco o demasiado consensuadas. Ya nos está diciendo que los raciocinios como fundamento de la paz no llegan a abarcar todas las realidades que estan implicadas en la construcción de la misma.

Les dejo mi paz, nos dice el Señor. Su paz. Aquí está la clave de la paz auténtica del mundo. Aquí es de donde se sale de la posibilidad de la utopía. Que sea utopía vencer las disensiones de los hombres en torno a su propia convivencia o realidad es aceptable como un camino histórico necesario por la limitación de la razón y el protagonismo de los afectos. Que sea realidad es porque la humanidad misma tiene resuelto un factor que afecta decididamente la paz: el pecado. Y permítanme los no creyentes que se los diga así, el pecado. Constato una y otra vez que la realidad del pecado está marcada por una sentida ignorancia respecto de ese factor humano... y divino. Se vuelve rechazable para los no creyentes porque se ve como una mirada pesimista de la humanidad. Y la verdad que si no estuviera derrotado, sí lo sería. Pero el asunto es que el pecado es el obstáculo porque está en nuestra voluntad permanecer en él o darle protagonismo a él. El pecado fue derrotado por eso la paz es posible .

Les dejo mi paz, dice Jesús. Si sólo como hombre lo dijera, no dejaría de ser un buen deseo. Y hoy sería él un buen recuerdo. Pero Cristo es el hombre que ha pasado la derrota de la muerte, el que ha mostrado con su cuerpo llagado que el hombre ha vencido definitivamente lo que podía impedirle su felicidad. Por eso resulta extraño el rechazo de su persona, cuando él mismo es la prueba patente de que podemos alcanzar la paz. Resulta más extraño el rechazo de la existencia del pecado, del cual ya fuimos liberados. Negar su existencia es negar la posibilidad del bien objetivo. La experiencia cotidiana y sobradamente demostrada del mal que significa el pecado en el hombre es una prueba patentísima de que negarlo es salirse de la realidad, es evadirla, y sobre todo, es no redimirla.

Asumir la realidad del hombre salvado, socorrido por la mano de Dios, es la fuente de la paz. Lo que no podemos alcanzar por nuestras solas fuerzas ha sido alcanzado por nuestras fuerzas. No es una contradicción en los términos. El hombre nuevo, Jesús, alcanzó la victoria pero porque él mismo es la intervención de Dios en nuestra realidad, haciéndola más real.

Esa nueva realidad es el hombre llagado y resucitado. Así es la vivencia que nos hace realistas. Llagados y resucitados. Llagados porque lo cotidiano es encontrar el límite, la contradicción, los imposibles, las heridas del corazón y de la mente, la equivocación en el razonamiento, la ideologización de la verdad, etc. pero resucitados porque todo lo que divide, lo que obscurece la mente, lo que desquicia el deseo de la unidad y de la paz ya ha sido vencido.

La esperanza de la paz surge clara y ansiosamente deseable. Sin dejar al hombre llagado. Sin dejar las mil realidades que parecen decirnos que no. Empezando por nuestras propias heridas del pasado, del presente, de la sociedad, de las oscuridades de nuestras personalidades. Y siguiendo por las realidades contradictorias que contínuamente nos rodean. Hay esperanza, es posible. La paz en este mundo conlleva las llagas. El secreto está en el resucitado. El hombre que vive reconciliado interiormente y que encuentra en las llagas un signo: la victoria sobre el mal y la muerte.

Esa reconciliación consigo proviene de fuera del hombre como individuo. Proviene del hombre como el otro. Proviene de Cristo, el hombre. Es decir, que es recibida y compartida. Así, la reconciliación consigo como fuente de la paz, es reconciliación con el Otro, es reconciliación con Cristo, es reconciliación con Dios.

Les dejo la paz, no como la da el mundo. ¡Gracias por dejárnosla! La tomamos y la construimos. Sí.

domingo, 18 de septiembre de 2011

BUSCA LA PAZ Y CORRE TRAS ELLA

Cómo me gusta esta frase del Salmo (34,15). Tiene una evocación importante para mi. Son parte del Prólogo de la Regla de San Benito, que por muchos años fue la inspiración de mi vida cristiana. Más que eso, significa la inspiración desde mi infancia. Encontrar la paz. Recuerdo que en los conflictos fraternos, durante mi vida monástica, al compartir con un Hermano la tensión que vivíamos le decía: "son los gajes de la paz monástica". Era la constatación de la utopía.

Pero estaba lejos de mi pensar en abandonar el ideal. No. No es posible para quien ha encontrado a Cristo. Entiendo las palabras de San Pablo en este domingo en el que escribo estas líneas: "Para mí la Vida es Cristo" (Flp.1,21). Me pregunto cómo he compaginado aquella tensión, mis incoherencias, las vivencias de pecado personal y ajeno, las desilusiones de los demás, los imposibles de mi camino ideal con mi presente tan cargado de esperanza. Y me respondo que indudablemente porque Cristo es mi paz. 

Lo es porque su victoria nos ha garantizado la paz. "Les dejo mi paz, les doy mi paz" dijo a los Apóstoles que todavía estaban envueltos en el miedo de afrontar el mundo después de la crucifixión del Señor. Lo dice hoy y cada día después de cada crucifixión. Y lo es porque la paz no es una utopía humana sin más. Es una realidad humana y divina con todo. Como el Señor ha roto las fronteras que separaban netamente lo divino de lo humano, también ha hecho que nuestra realidad a veces tan pobre, no esté separada de su gloria. Siento así que mi vida no pasa por la ordinariez de mis limitaciones y las de la historia humana. No me engaña el poderío de este mundo en el que los valores del Evangelio de Cristo no ocupan ningún lugar. Me cautiva la presencia del Reino y el poderío de Cristo que ha hecho nuevas todas las cosas. Y lo ha hecho desde las cosas más insignificantes, empezando por mí. "Lo necio del mundo eligió Dios para confundir a lo sabio, lo débil para confundir a lo fuerte" (1 Cor.  1, 27)

Así siento que podemos alcanzar la paz y construirla día a día en un destino irrevocable hasta la consumaicón de los tiempos, cuando vuelva el Señor revestido de Gloria. Te invito a ser protagonistas de esta paz.

martes, 6 de septiembre de 2011

GMG-IMPRESSIONI



Scendere nell'immenso aeroporto di Barajas può sembrare una cosa insignificante per chi viaggia spesso. Dicono che l'aeroporto di Chicago, negli Stati Uniti, è gigantesco.Non lo so. Ma atterrare a Barajas dice molto di più per uno che è nato in questa parte del mondo. E' toccare una terra con la quale siamo stati vincolati per moltissimi anni.

Ci sono ancora quelli, che per poter vivere devono essere sempre arrabbiati con qualcuno, che si lamentano del fatto che abbiamo ereditato la loro lingua e perduto quella originale.
Che cosa sarà mai originale? L'indoeuropeo mi sembra più originale del castigliano ma nessuno si lamenta che alcuni scellerati l'abbiano dimenticato. Noi siamo chi siamo oggi. E arrivare a Madrid per condividere la fede con milioni di giovani ha un significato eloquente.

Questo è quello che ha significato per me camminare per l'aeroporto di Barajas. Uscire ed incontrare quelle colline castigliane schizzanti di ulivi, immaginando quanto si è vissuto e quanto si é detto.
Pensando ai lunghi e caldi cammini di Santa Teresa, o all'audacia di San Giovanni della Croce. Contemplando l'errante cammino di San Giovanni d'Avila o di San Pietro di Alcàntara. Pensando ancora di più ai sogni fantasiosi di Lope de Vega o di Miguel de Cervantes-un'altra faccia del mio essere.Molto differente -ma intima- a quell'esperienza che ho vissuto quando calpestai le terre messicane e capii senza volerlo ciò che significava per la mia storia personale la cultura "candelaria" del nord-ovest argentino, in contrasto con le aree azteche di quelle terre tanto benedette.

Ora ho vissuto l'altra parte del mio essere, quella che si esprime nella lingua e nella scrittura e che mi dice più di qualsiasi lingua. Molto bello il francese e che piacere ascoltarlo, simpatico l'inglese, comunicatore dei giovani di tutte le parti del mondo. Silenzioso il tedesco , che quelli di quella patria sembravano voler zittire.Non hanno detto neanche una parola. Ma niente è paragonabile al proprio idioma, no? Vi siete resi conto di ciò che siamo stati, o no?Forse no.Eravamo i vincitori! Perfino il papa ha parlato nella nostra lingua. Mi ha sorpreso Vincenzo che dalla sua Italia natale parla come un argentino. Mi sono sentito solidario con Giovanni che si sforzava a capirmi e a insegnarmi qualche vocabolo italiano per far sì che io potessi esprimermi. Volevo a tutti i costi incontrare i coreani perchè in quella strana lingua avevo imparato a dire "no" (anià) e "sì" (dé).No li ho incontrati.Li ho confusi con dei laosiani. Beh diciamo che c'ero quasi arrivato! Nella cartina ho scoperto che è il paese vicino a quello dei coreani.

Che soddisfazioni scoprire tutte queste differenze.La lingua dice molto più dei suoi vocaboli. Parla del modo di comprendere la vita e dell'accento delle cose a cui diamo importanza. Lingue più sintetiche e concrete.Lingue più ricche ed espressive.Lingue di pochi vocaboli ma molto significativi. E così tutte. E noi? Io sono contento.Ho incontrato in Spagna molte parole che uso e che qui in Argentina, le generazioni giovani non usano. Quello che mi piace della mia lingua è che posso esprimermi di più! Posso dire di più con sfumature sottili che sono comprese da chi mi ascolta. Così come i fantastici quadri del Museo del Prado,sottili tratti, delicati vestiti, suggestive trasparenze. Chiaro e scuro sfumati da insinuanti ombre. Così io sento che ci esprimevamo. Chi legge forse si starà domandando dove voglio arrivare. Non è un intervento linguistico. E' un'esperienza vitale di gran ricchezza.Mi sento felice di potermi esprimere sempre e molto. Ed ho la sensazione che chi usa le lingue con meno parole ,nell'essere tanto concreo, si perdi i fantastici colori della vita.Ma probabilmente è solo una sensazione.

Grazie,Signore, per avermi fatto vivere una Pentecoste appassionante!
Molte lingue ed un solo cuore.Molte espressioni ed una sola anima.
Moltissime storie ed una sola fede.

domingo, 4 de septiembre de 2011

EL DESCENDIMIENTO DE CARAVAGGIO. Una invitación a la Vida

Dentro de las actividades posibles en la Jornada Mundial de la Juventud, estaba la visita a los Museos. Con una identificación recibida se podía pasar gratuitamente durante esos días a los más importantes. No nos perdimos la oportunidad. Visitar el Museo del Prado era "el sueño del pibe". Después de muchas veces de ver en estampas o en otros escritos las imágenes de aquellos magníficos cuadros que dicen al pie "Tal y tal.. Museo del Prado". ¡Al fin! Gracias, Señor.

Para mí, el más impactante fue "El descendimiento" de Caravaggio. La escena tiene un movimiento impresionante. Las manos, los rostros, las edades y las posturas de los personajes son el mensaje para todas las edades de la vida. La escena muestra el momento en que el Señor, ya muerto, es descendido de la cruz. Observen las manos. El joven mira hacia el Cielo como desconcertado "¿Por qué?", es la pregunta de quien parece tener comprada la vida. El sufrimiento no cabe. Menos la injusticia. Reclama al Cielo. Sus manos extendidas hacia arriba quieren arrancar de Dios una respuesta. No quiere abrazar lo que vive, prefiere mirar hacia arriba, hacia aquel lugar donde se promete la vida. La joven que está a su lado también está dolida, pero ensimismada. El dolor de la mujer que es más intimo, no tan externo como el varón. Sabe llevar el sufrimiento, pero como mujer joven se deprime. La mujer madura mira con serenidad la escena. Ella vive profundamente la tragedia. Pero ha adquirido la sabiduria que los años dan ante el sufrimiento. Su mirada es de espera, no de desesperación como el joven. Ella extiende sus manos abrazando ambas realidades, la del Cielo y la de la tierra. Abraza con su corazón lo que acontece. No huye. Entiende que el sufrimiento es parte de la vida. No tiene respuestas, pero tampoco tiene preguntas. Espera.

El hombre adulto abraza a Cristo por su espalda. Lo sostiene firmemente con su brazo derecho. Lo mira. En su mirada parece haber curiosidad. Es el hombre que razona desde lo que ve. El hombre práctico. Aquel carácter masculino que lo hace espectador del sufrimiento. No huye de la muerte, pero no se involucra con ella. No huye del dolor, lo razona, se hace ajeno, pero está. El hombre maduro, que toma al Señor por las piernas, no mira hacia el cuerpo. Nos mira a nosotros. Este movimiento de miradas hasta llegar a él, que también se destaca por su tamaño y su ubicación: está completo, está en primer plano; creo que dice todo lo que el autor quiere decir. Nos mira. Nos pregunta dónde nos ponemos nosotros frente a esta escena: ¿desesperación, esperanza, indiferencia, contemplación? El cuadro sigue en nosotros. ¿En qué postura nos vamos a poner? ¿O en cuál estamos? Es el gran logro de Caravaggio. Nos ha metido en su obra. Nos ha dejado prendidos en ella.

Y aquí, el Señor, no dice nada. No puede decir nada. Está muerto. Este momento de la obra de la Salvación requiere un protagonismo absoluto de nuestra parte. La respuesta de la fe. Pero el Señor lo es todo, a causa de él esta escena toma sentido. Nos reúne alrededor suyo. Su silencio en el dolor nos interpela para ver en qué lugar nos vamos a poner.

¡Qué obra magnífica! Me preguntarán cuál: ¿la del Señor o la de Caravaggio? Les diré: la respuesta está en dónde te ubiques. Me preguntarán ¿en el cuadro o en la obra del Señor? Te diré, donde quieras; pero sólo en uno de esos lugares encontrarás la Vida.


viernes, 2 de septiembre de 2011

JMJ. Impresiones II

Bajar en el inmenso aeropuerto de Barajas puede parecer una cosa insignificante para quienes viajan seguido. Dicen que el aeropuerto de Chicago en EEUU es gigantesco. No lo sé. Pero aterrizar en Barajas dice más para uno que ha nacido en esta parte del mundo. Es tocar una tierra que nos ha vinculado por muchísimos años.

Todavía quedan los que siempre tienen bronca con alguien para poder vivir que se quejan de que hayamos heredado la lengua y perdido la original. ¿Qué será original? El indoeuropeo me parece más original que el castellano, pero nadie se queja de que algunos malvados lo hayan olvidado. Nosotros somos quienes somos hoy. Y llegar a Madrid a compartir la fe con millones de jóvenes tiene un significado muy elocuente.

Esto es lo que significó para mí caminar por el aeropuerto de Barajas. Salir y encontrar esas suaves lomadas castellanas salpicadas de olivos, imaginando lo mucho que allí se vivió y se dijo. Pensando en los largos y calurosos caminos de Santa Teresa, o la osadía de San Juan de la Cruz. Pensar en el errante camino de San Juan de Avila o San Pedro de Alcántara. Todavía más pensar en los sueños fantasiosos de Lope de Vega o Miguel de Cervantes- Otra cara de mi propio ser. Muy diferente, pero dentro de mi, a la que viví cuando pisé las tierras mexicanas y comprendía sin quererlo lo que significaba para mi historia personal la culura candelaria del noroeste argentino, en contraste con los aires aztecas de aquellas tierras tan benditas.

Ahora fue vivir esa otra parte de mi ser, la que se expresa en la lengua y la escritura y que me dice más que en cualquier idioma. Muy lindo el francés y qué gusto escucharlo, simpático el inglés tan comunicador de jóvenes de todas partes. Silencioso el alemán que los de aquella patria parecían querer callar. No dijeron ni una palabra. Pero nada como el propio idioma, ¿no? ¿Se dieron cuenta los que fuimos o no? Tal vez no. Eramos ganadores. Hasta el Papa habló en nuestra lengua. Me sorprendió Vincenzo que de su Italia natal habla como un argentino más. Me sentí solidario con Giovanni que se esforzaba por entenderme y por darme algún vocablo italiano para que yo pudiera expresarme. Quería a toda costa encontrar a los coreanos porque aprendí a decir "no" (aniá) y "sí" (dé) en aquel extraño idioma. No los encontré. Los confundí con unos laosianos. Convengamos que le pegué en el palo. Descubrí en el mapa que son el País vecino de los coreanos.

Qué satisfacción descubrir todas estas diferencias. El idioma dice mucho más que sus vocablos. Dice del modo de comprender la vida y del acento de las cosas a las que le damos importancia. Idiomas más sintéticos y concretos. Idiomas más ricos y expresivos. Idiomas de pocos vocablos pero muy significantes. Y así cada uno. ¿Nosotros qué? Me siento contento. Encontré en España muchas palabras que uso y que aquí en Argentina, las generaciones jóvenes no usan. Lo que más me gusta de mi idioma es que puedo expresarme más. Puedo decir más con matices sutiles que el que me escucha comprende. Así como los fantásticos cuadros del Museo del Prado. apenas trazos, delicados vestidos, transparencias sugerentes. Claros y oscuros matizados por sombras insinuadas. Así siento que nos expresábamos nosotros. El que lea quizá piense mucho a qué quiero llegar. No es un comentario lingûístico. Es una experiencia vital de gran riqueza. Me siento feliz de poder expresarme siempre y mucho. Y tengo la sensación de que quienes usan idiomas con menos palabras, al ser tan concretos, se pierden fantásticos colores de la vida. Seguramente es sólo una sensación.

¡Gracias, Señor, por habernos hecho vivir un Pentecostés apasionante! Muchos idiomas y un solo corazón. Muchas expresiones y una sola alma. Muchísimas historias y una sola fe.

jueves, 1 de septiembre de 2011

VIVENCIAS DE LA JMJ. MADRID 2011

El alcance de esta Jornada Mundial de la Juventud tiene dos vertientes importantes: el impacto de la multitud congregada en Madrid y la vivencia de quienes hemos participado en ella.

Lo primero parece que no fue publicitado en el momento ni con la magnitud que tuvo. La prensa se ocupó más de los centenares de manifestantes "anti" que hicieron ruido en una plaza, dejando de lado a los millones que con un gran espíritu de fe vivimos esos días. ¡Se perdieron la buena noticia! Sí, las "buenas noticias" no parecen tener prensa. Me llenó de alegría escuchar a los compatriotas cercanos hechar en falta que no podían acceder a la información para ver  cómo iba la Jornada.

El impacto de la multitud tuvo un efecto feliz, sin duda. A veces se da que las multitudes no dicen mucho, porque el comportamiento masivo no expresa el sentir del individuo. Más bien es una emoción del conjunto donde las pasiones son el denominador común y el motivador de las acciones del conjunto. En este caso las cosas no fueron así. Un millón y medio de extranjeros no llegamos a Madrid simplemente por un comportamiento de masa. Hubo una motivación personal que llevó a muchos a ahorrar, a trabajar, a anhelar vivir este momento de gracia. Ciento noventa y seis países participantes hablaron en tan diferentes idiomas en Madrid pero con un solo comportamiento, un solo espíritu, un mismo objetivo. Y no nos conocíamos. No sabíamos que íbamos a venir. Sabíamos que compartíamos la misma fe. Nos sentimos convocados "para ver al Papa". En el libro "Luz del mundo", el Papa expresa que a él personalmente no le gusta la "vidriera" que le significa pasearse en papamóvil para que las multitudes lo puedan ver. Pero a la vez reconoce que para la multitud esa cercanía con el Papa es importante. Miren cuánto: nos fuimos a Madrid. Claro, como la prensa española lo subrayó (la que vio en positivo), estos millones de jóvenes vinieron a ver a un Papa profesor, sin atractivos externos ni de personalidad, como lo fuera otrora Juan Pablo II. Este es un Papa anciano sin el carisma arrollador de su predecesor. Los jóvenes vinieron a ver al Papa por lo que él significa para el sentir de la fe: el vínculo de unidad. Cuando íbamos y veníamos en los subtes, y nos cruzábamos con una y otra delegación de uno y otro País, el canto común "¡Benedetto!" que los de habla hispana nos complacíamos en decir "¡Benedicto!", movía el corazón a sentir que somos una misma familia. Hemos trascendido el idioma, hemos trascendido la historia particular y hemos trascendido la cultura en la razón por la cual nos convocamos. No hubo comportamiento de masa. Hubo una fe común.

Ver a los jóvenes chinos decía mucho. Ellos, como otras naciones, sufren la persecusión. El temor de los gobiernos totalitarios y de las culturas laicistas, de que el ser católico signifique tener una "superpotencia" alienante sobre la identidad nacional. Las cientos, miles de banderas de las nacionas más diversas que flameaban en todos los encuentros, en las calles, en los grupos, decían lo contrario. Escuchar hablar a los franceses y sus impresiones, cantar a una sola voz con los croatas (ellos en su lengua y nosotros en la nuestra), marcaban la diferencia. Nos sentíamos ser lo que éramos: argentinos, no otra cosa, no fuera de nuestra nacionalidad. Desde ella nos sentíamos enriquecer el rostro de la Iglesia y a la vez, nos sentíamos Iglesia. Hubo sólo una nota que me dejó pensando: un grupo de franceses empezó a cantar la marsellesa cuando salíamos de un subte ( y eramos miles) y otro grupo empezó a hacerlos callar mediante chistidos. La nacionalidad no es lo mismo que nacionalismo, me pareció decir. En ese momento era más lo que nos unía como para marcar lo que nos separa. Y no fue desprecio. Nosotros mismos, cuando fuimos a Lourdes, al cruzar los Pirineos dejando España atrás y entrando a Francia, comenzamos con Nene (o más bien, yo siguiéndolo a él) a cantar la marsellesa. Daba gusto estar en aquel País.

Caminar por Madrid y sonreir a cuanto grupo pasara como si fuéramos viejos amigos, era el gesto más significante de la comunión de fe y un mensaje a la sociedad española: la fe une, no separa; la fe crea lazos, no divide; la fe identifica, no confunde. Después de unos días ya no nos saludábamos con el mismo afecto: el cansancio no nos dejaba aliento, y, además, ya no éramos extraños, estábamos en el mismo camino. Una frase no se dejó de oir en todos: "Where are you from?" ¡Qué grande oir nombrar países que hasta no conocía que existieran! "Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos", estas palabras de Jesús se decían sin decirse a cada instante. Cuánto más significantes al ver en aquellos rostros jóvenes tan desconocidos y distantes, los esfuerzos de muchos evangelizadores y hasta su sangre derramada en aquellas lejanas tierras.

Pero dije también lo personal. Esa vivencia intransferible que me hizo sacar pocas fotos. Al final no termino de aprender. Si sacamos muchas fotos, nos perdemos la vivencia y la impresión interior; pero si no las sacamos se pierden muchas imágenes que serán referencias posteriores para grabar en el alma lo que Jesús hizo esos días. La vivencia personal en un contexto de País nuevo, continente desconocido, belleza no vista antes podría haber quedado con el sentido del viaje turístico. No pudo ser. Nos ganó la gracia de Dios. Fueron tantas las cosas recibidas... y habla alguien que ha tenido muchos encuentros y compartires con gentes de otros países y del propio. Suele quedar una sensación de nostalgia que no nos deja volver a la rutina. Queremos hacer tres carpas y no movernos de allí. Ahora no lo sentí tanto. Sentí la alegría de la fe. Al volver a la realidad cotidiana, sentí el impulso de abrir la mente y el corazón y ayudar a hacerlo a los demás: somos la Iglesia Católica, vivimos más allá de nuestro templo, más allá de nuestro País, más allá de nuestros problemas cotidianos. Esta sensación de catolicidad. Los dramas y las alegrías, las hitorias y las contramarchas, todo ese paisaje de vida que forma parte de la vida de todos los hombres, perdió por un momento un significado absoluto. Así sentí que me pasaban los días como si las noticias locales no tuvieran tanta trascendencia, pero sí importancia. Hay un más allá de lo que aquí parece el todo. Es ese lugar donde todo tiene verdadero sentido. Desde donde se ilumina el presente, el aquí y ahora. Pero ese más allá está más acá. El Reino de Dios ya está entre ustedes, dice Jesús. Eso, eso es lo que mejor lo expresa.  Esta vivencia de una multitud que tenía una sola alma me llevó a ver con esperanza mi aquí y ahora. Por eso el dramatismo de la noticia cotidiana, el fatalismo de los acontecimientos funestos la impotencia de las injusticias presentes; no puede ahogar una realidad que es abarcadora de lo que vivimos y hasta nos salva de que ello nos ahogue. No sacándonos de la realidad, sino comprometiéndonos con ella desde la esperanza. Este bien me lo han hecho esos miles y miles de jóvenes que cantaban con alegría, que oraban con esperanza, que dialogaban con el profundo interés del encuentro con el otro, que se sentían convocados por un mismo nombre: Cristo.