miércoles, 26 de octubre de 2011

DESPUÉS DEL DOMINGO

El título suena a día "dominical", del Señor, pero yo creo que cualquier argentino que lea este artículo sabe que no me estoy refiriendo a eso. Y resulta difícil ubicarme en el contexto de una nueva realidad que vivo como ciudadano y como cristiano. Digo difícil porque todas las elecciones anteriores fueron para mi lugar de religioso un paso de contienda electoral que está en la libertad de todos los ciudadanos. 

Pero en este hoy, las elecciones presidenciales y demás tuvieron un contexto muy diverso. Me di cuenta de que somos dos grupos de argentinos, y que tenemos enfoques de la realidad que no se han podido encontrar todavía. El riesgo de designar a los otros como los malos y a mi como del grupo de los buenos está. Pero lo peligroso es que haciéndolo, fácilmente pasaré a ser del grupo de los malos porque no sabemos quién es quién. ¿Relativismo? No lo sé, por eso me embarco en esta reflexión.

Los dos grupos de argentinos no son antagónicos. Convivimos en una misma realidad, pero no compartimos los mismos intereses. Alguien me dijo que lo que ha privado es la realidad económica. De verdad, ha sido una preocupación desde que tengo uso de razón. Tristemente en mi casi medio siglo de existencia sólo escuché hablar de una prosperidad pasada que significó para mí sólo un sueño mítico de una Argentina inexistente. En cambio, de la preocupación económica recurrente, tema infaltable en el lenguaje político de cada elección, hoy asisto a un enfoque donde no parece ser tan importante como una cantidad de "logros" sociales que conviven con una interminable lista de protestas, cortes de ruta, etc, etc. ¿Qué nos pasa? Pero no lo tomen a mal. Cuando digo esto quiero decir ¿dónde estoy? 

Esta feliz desubicación me ha abierto a los ojos para replantearme muchísimas cosas. Miren, una de ellas  es que las banderas de la defensa de la vida, la lucha por la familia como base de la sociedad, el sentido auténtico de la dignidad humana, no son más que banderas raídas y gastadas aún cuando recién las hemos empezado a enarbolar. Es evidente que a una mayoría de argentinos no les importa mucho (creo que ni un corno) todos estos temas que a nosotros, "el cuarenta y pico" como dice un amigo, nos parecen tan fundamentales. En realidad, aceptémoslo.... no lo son. 

¿Ya me llovieron las críticas? No me malinterpretes, más bien, interpretemos la realidad porque si escondemos la cabeza como el avestruz o nos miramos al espejo diciéndonos todo el día que hay que defender la vida humana desde el inicio de la concepción y damos cientos de discursos sobre el por qué el aborto es lo más aberrante que hay, no faltará un niño que nos preguntará "¿qué es la concepción?" (mientras que el pequeño probablemente ya haya tenido su primera y muy anticipada experiencia sexual). Amén de que cuando nos descubramos hablándole a una pared nos sentiremos locos, y el tren de la realidad se nos habrá ido. 
Todo esto ¿qué me significa?. Yo me planto en mi lugar, porque si no estoy parado sobre lo que soy y en la misión que tengo, intentaré dejarme el pelo largo y hacerme una coleta (y ya estoy pelado), o haré el intento de ir al gimnasio para adquirir masa muscular (y ya está leudada). En definitiva, a mi me tiene atento la NUEVA EVANGELIZACIÓN. Esto quiere decir, impregnar con el Evangelio los criterios de juicio, las pautas de vida... y todo lo que dice la Evangelii Nuntiandi (exhortación sobre la Evangelización del Papa Pablo VI). Y evidentemente, en los cincuenta años de Concilio Vaticano II, los treinta y seis años de la Exhortación "Evangelii Nuntiandi", los treinta y tres años del llamado de Pablo VI a fundar una Civilización del Amor, los veintiocho años del llamado de Juan Pablo II a la Nueva Evangelización, aquí parece no haber pasado nada... la cultura se nos fue de las manos.

Es un modo de decir. Los cristianos no queremos tener la cultura en las manos, queremos estar dentro de ella. ¡Y NO ESTAMOS! ¡NO ESTAMOS!. Me gustaría echarle la culpa al relativismo, me vendría bien. El Papa habla mucho de eso. Pero sería querer seguir mintiéndome. Creo que simplemente no estamos por varios motivos y los que no podemos manejar, o son ajenos a nosotros, no deben preocuparnos. De esos se ocupará el Señor. Nosotros tenemos que ocuparnos de lo que nos toca. 

¿Te fijaste que en los sectores populares, con honrosas excepciones, la mayor parte de la gente es evangélica? Sólo constato una realidad. ¿por qué me miran como marciano cuando voy por la calle? ¿Por qué encuentro gente tan preocupada de tener una medallita y tan poco preocupada de conocer a Cristo en el catolicismo? ¿Por qué cuando alguien te pregunta algo sobre la fe esperas que el cura de tu parroquia le responda a esa persona porque vos no tenés nada para decirle? NADA. ¿Por qué no sos capaz de enseñarle a tu hijo siquiera una oración? ¿Por qué no sabés explicarle que la vida es más que las cosas que tenemos? Ahí es donde la cultura se nos ha escapado.

Treinta años atrás o un poco más, podría haberle hechado la culpa a los curas de que los laicos no saben nada. Treinta años atrás, Juan Pablo II decía que los laicos eran un gigante dormido. Y me parece que siguen durmiendo. Hoy la ignorancia es una total indolencia. Treinta años atrás los laicos podían decir que la misa era aburrida, el cura la hacía así. Hoy que ponemos hasta un tambor en la misa, no logramos que un laico diga en voz alta y clara siquiera un amén. Apenas una tibia respuesta de un ser ausente que parece estar en la luna. Con un Evangelio del cual cinco minutos después de haberlo escuchado no es capaz de decir qué es lo que decía. Y es menos capaz de tomar una Biblia en su casa para leer ese texto que ya no se acuerda. 

No voy a hablar de los otros, ya ven. Hablo de nosotros. Necesitamos un cambio sin perder identidad. Eso es lo que Benedicto XVI dice a cada rato. Me da vergüenza. Un hombre de más de ochenta años tiene que decirnos lo que tenemos que hacer los más jóvenes que él. ¿Habremos encerrado al Espíritu Santo en una jaula y nos hemos tapado los oídos para no oirlo? Perdóname, Santo Espíritu de Dios, y renueva la faz de la tierra. 

lunes, 17 de octubre de 2011

AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS


He confesado a muchas personas que tienen sinceridad de fe. Pero al confesarse parece que sólo les duele el haber ofendido al prójimo, pero este prójimo al que están vinculados por afectos carnales. He confesado a niños que dicen sus faltas referidas a su vínculo fraterno y al rezar el Pésame dicen: "pésame por haberlos ofendido". Esto me llevó a enseñarles en la catequesis el pésame en un castellano más coloquial y menos castizo: "por haberte ofendido".

Leo en el transfondo de estas personas una influencia muy grande del antropocentrismo centrípeto, y no hay mejor figura para decirlo, de su religiosidad. Me explico. La enseñanza del Papa Juan Pablo II desde el inicio de su Magisterio fue que el hombre es el centro de toda la Revelación Divina. Dios se ha revelado para que el hombre viva, parafraseando a San Ireneo. El Papa aplicó con todo rigor el Concilio Vaticano II en lo que es una mirada profética: el hombre tiene que ser el centro de todo lo que se haga en este mundo, pues las cosas fueron creadas para él. Su Encíclica Redemptor Hominis pone todos los colores a estas afirmaciones.

Por su parte, el desarrollo del hombre ha llevado a ponerlo al centro pero no para exaltarlo, sino para denigrarlo. El centro porque es el objeto de consumo, el mismo hombre es un objeto de consumo. Alrededor de él unos pocos tienen una sola meta: llenarse de dinero. Estética, confort, moral, legislación, sentido de la justicia, y hasta los derechos humanos, se han transformado en lo más inhumano en cuanto no llevan al hombre al encuentro de sí mismo en un sentido de autoconciencia de su valor, sino de pérdida de su valor.

Así el hombre se ha transformado en el centro de todo que se cierra sobre él hasta ahogarlo. Un agujero negro, como se diría en el espacio. Todo desaparece al acercarse a ese hombre egocéntrico y abosrbente.. también la naturaleza con la destrucción del ecosistema. Su dios es la razón, su justicia es lo que no me dan y quiero, su criterio es el lucro, su fin es el placer, su ley es no tenerla.

Pero todos los hombres hemos sido creados para ser una fuerza centrífuga. Es decir salir hacia afuera de nosotros mismos. Entonces lo bueno rodea, se expande, crece y ese movimiento hace crecer más esa fuerza y da más identidad al hombre mismo. Eso es amar. El hombre se conoce más cuanto más se desconoce. El hombre se conoce a sí mismo si permanece como misterio para sí mismo. En todo caso, se conoce amando.

Pero amar es encontrar un otro al cual amar. Hemos creído que ese otro es otro hombre. Si es así, esa fuerza deja de salir hacia fuera para quedar hacia adentro. Amar al semejante por el semejante es romper ese misterio. Es un placer hedonista. Es posesión del otro, y esto es esclavizante. El Otro es un misterio que me desborda. Es Dios. Cuando sabemos que amamos a este Otro que es Dios, entonces se abre la puerta para amarse a sí mismo en justa medida. Es que en Dios sí se nutre esa sed infinita de amar y ser amado. En Dios es posible volver sobre sí para reconocer el infinito valor de la propia vida. Desde esta justa valoración de sí mismo nace una necesidad inmensa de darse a los demás.

martes, 4 de octubre de 2011

SOBRE LA MUERTE DIGNA

 Texto de la Encíclica "Evangelium Vitae" del Papa Juan Pablo II, que ilumina el tema que está en boca de todos. No debemos confundirnos. El que vive dignamente y es tratado dignamente, ese es el que muere dignamente. El subrayado es mío.

« Yo doy la muerte y doy la vida » (Dt 32, 39): el drama de la eutanasia

64. En el otro extremo de la existencia, el hombre se encuentra ante el misterio de la muerte. Hoy, debido a los progresos de la medicina y en un contexto cultural con frecuencia cerrado a la trascendencia, la experiencia de la muerte se presenta con algunas características nuevas. En efecto, cuando prevalece la tendencia a apreciar la vida sólo en la medida en que da placer y bienestar, el sufrimiento aparece como una amenaza insoportable, de la que es preciso librarse a toda costa. La muerte, considerada « absurda » cuando interrumpe por sorpresa una vida todavía abierta a un futuro rico de posibles experiencias interesantes, se convierte por el contrario en una « liberación reivindicada » cuando se considera que la existencia carece ya de sentido por estar sumergida en el dolor e inexorablemente condenada a un sufrimiento posterior más agudo.
Además, el hombre, rechazando u olvidando su relación fundamental con Dios, cree ser criterio y norma de sí mismo y piensa tener el derecho de pedir incluso a la sociedad que le garantice posibilidades y modos de decidir sobre la propia vida en plena y total autonomía. Es particularmente el hombre que vive en países desarrollados quien se comporta así: se siente también movido a ello por los continuos progresos de la medicina y por sus técnicas cada vez más avanzadas. Mediante sistemas y aparatos extremadamente sofisticados, la ciencia y la práctica médica son hoy capaces no sólo de resolver casos antes sin solución y de mitigar o eliminar el dolor, sino también de sostener y prolongar la vida incluso en situaciones de extrema debilidad, de reanimar artificialmente a personas que perdieron de modo repentino sus funciones biológicas elementales, de intervenir para disponer de órganos para trasplantes.
En semejante contexto es cada vez más fuerte la tentación de la eutanasia, esto es, adueñarse de la muerte, procurándola de modo anticipado y poniendo así fin « dulcemente » a la propia vida o a la de otros. En realidad, lo que podría parecer lógico y humano, al considerarlo en profundidad se presenta absurdo e inhumano. Estamos aquí ante uno de los síntomas más alarmantes de la « cultura de la muerte », que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar, caracterizadas por una mentalidad eficientista que presenta el creciente número de personas ancianas y debilitadas como algo demasiado gravoso e insoportable. Muy a menudo, éstas se ven aisladas por la familia y la sociedad, organizadas casi exclusivamente sobre la base de criterios de eficiencia productiva, según los cuales una vida irremediablemente inhábil no tiene ya valor alguno.

65. Para un correcto juicio moral sobre la eutanasia, es necesario ante todo definirla con claridad. Por eutanasia en sentido verdadero y propio se debe entender una acción o una omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. « La eutanasia se sitúa, pues, en el nivel de las intenciones o de los métodos usados ».76Carta Encíclica "Evangelium Vitae"
De ella debe distinguirse la decisión de renunciar al llamado « ensañamiento terapéutico », o sea, ciertas intervenciones médicas ya no adecuadas a la situación real del enfermo, por ser desproporcionadas a los resultados que se podrían esperar o, bien, por ser demasiado gravosas para él o su familia. En estas situaciones, cuando la muerte se prevé inminente e inevitable, se puede en conciencia « renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir sin embargo las curas normales debidas al enfermo en casos similares ».77 Ciertamente existe la obligación moral de curarse y hacerse curar, pero esta obligación se debe valorar según las situaciones concretas; es decir, hay que examinar si los medios terapéuticos a disposición son objetivamente proporcionados a las perspectivas de mejoría. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia; expresa más bien la aceptación de la condición humana ante al muerte. 78
En la medicina moderna van teniendo auge los llamados « cuidados paliativos », destinados a hacer más soportable el sufrimiento en la fase final de la enfermedad y, al mismo tiempo, asegurar al paciente un acompañamiento humano adecuado. En este contexto aparece, entre otros, el problema de la licitud del recurso a los diversos tipos de analgésicos y sedantes para aliviar el dolor del enfermo, cuando esto comporta el riesgo de acortarle la vida. En efecto, si puede ser digno de elogio quien acepta voluntariamente sufrir renunciando a tratamientos contra el dolor para conservar la plena lucidez y participar, si es creyente, de manera consciente en la pasión del Señor, tal comportamiento « heroico » no debe considerarse obligatorio para todos. Ya Pío XII afirmó que es lícito suprimir el dolor por medio de narcóticos, a pesar de tener como consecuencia limitar la conciencia y abreviar la vida, « si no hay otros medios y si, en tales circunstancias, ello no impide el cumplimiento de otros deberes religiosos y morales ».79 En efecto, en este caso no se quiere ni se busca la muerte, aunque por motivos razonables se corra ese riesgo. Simplemente se pretende mitigar el dolor de manera eficaz, recurriendo a los analgésicos puestos a disposición por la medicina. Sin embargo, « no es lícito privar al moribundo de la conciencia propia sin grave motivo »: 80 acercándose a la muerte, los hombres deben estar en condiciones de poder cumplir sus obligaciones morales y familiares y, sobre todo, deben poderse preparar con plena conciencia al encuentro definitivo con Dios.
Hechas estas distinciones, de acuerdo con el Magisterio de mis Predecesores 81 y en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. 82
Semejante práctica conlleva, según las circunstancias, la malicia propia del suicidio o del homicidio.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA. MUCHO MÁS QUE UN HECHO


De todos los bautizados católicos, un 2 o 3 % participa habitualmente en la misa dominical. Al menos en nuestro País (Argentina) es lo que se dice. El 98 o 97 % restante no participa, y todavía menos, se confiesa. Tendríamos que aumentar un número considerable de participantes ocasionales.

La disciplina de la comunión eucarística que vive la Iglesia respecto de los divorciados y vueltos a casar, sin embargo, es cuestionada mucho por ese 98 %, lo cual es mucho decir. La pena es que ese porcentaje es el que no participa y, muy probablemente, no participará habitualmente de la Eucaristía dominical si se cambia esta costumbre.

¿Por qué ocurre esta contradicción? Habrá que tener en cuenta cómo viven las personas impedidas de acercarse a la comunión eucarística esta disciplina y también, ante todo, qué significa la comunión eucarística para poder tener elementos para un juicio de valor más certero para la conciencia personal y para comprender el por qué de la disciplina sacramental.

La no posibilidad de la comunión sacramental es considerada por los que no pueden hacerlo como una exclusión de sus personas. No lo es de sus personas porque en la disciplina eclesiástica las causas para la exclusión en la participación de los bienes de la gracia (excomunión) son determinados a algunos precisos delitos que puede llegar a cometer el fiel. Y de hecho, los divorciados vueltos a casar no están en este grupo de "excomulgados". Por otra parte, el juicio moral sobre la persona en el "fuero interno" sólo se puede hacer en la acción sacramental del Sacramento de la Reconciliación. Queda descartada toda apariencia de condenación excluyente del divorciado vuelto a casar en el seno de la Iglesia.

Comulgar es más que recibir el Sacramento

También es cierto, y considerémoslo ahora, que la comunión sacramental, "comulgar", dicho popularmente, expresa más de una realidad: es comunión con Cristo, es comunión con la Iglesia, es testimonio de adhesión plena y sin restricciones a las enseñanzas de Cristo, es testimonio de esa vivencia en forma pùblica (la comunión sacramental siempre es un acto público), es comunión de gracia por todos los medios de la gracia que Cristo nos dejó, principalmente los Sacramentos. Luego, alguien que de hecho es contrario al voto de unidad e indisolubilidad del Sacramento del Matrimonio que ha hecho pública y libremente, ya no participa de la "adhesión plena y sin restricciones".

Lo que no es la comunión sacramental es ser un juicio moral sobre la persona. Nadie comulga porque es bueno, o deja de comulgar porque sea malo. Pueden haber buenos que no comulguen y malos que sí lo hagan. Será la conciencia moral la que lleve a las personas buenas o malas a abstenerse de comulgar si algo les impide hacerlo. Ejemplo: si alguien tiene conciencia de un pecado grave no confesado se abstendrá de comulgar. Su abstención revela la grandeza del Sacramento que no recibe, y en cierto modo, se transforma en un testimonio público de la santidad del Sacramento. Supone también que está arrepentido de su pecado y se reconciliará cuanto antes por el Sacramento de la Reconciliación. En cambio, si a pesar de tener esa conciencia de pecado grave, comulga, comete otro pecado llamado sacrilegio. Y la comunión hecha se transforma para esa persona en una causa de condenación y no de salvación, por lógica. Si alguien no reconoce en su conciencia haber cometido un pecado grave, pero debido a su situación presente no comulga, también da testimonio del valor del Sacramento de la Eucaristía y a la vez que expresa su comunión plena con las enseñanzas de Cristo, adhiriéndose con humilde corazón a la Iglesia. Cristo llegará con su gracia a esa persona por otro medio (que ya actuó movida por la gracia al abstenerse de comulgar). Un ejemplo más sencillo, si una persona no ha guardado su ayuno eucarístico una hora antes de comulgar, no comulgará en ese momento. Con eso no está diciendo que es una persona excluida, sino que está diciendo que el Sacramento tiene un valor incalculable y hay que estar preparado y bien dispuesto para recibirlo con fruto. El ejemplo es simple y temporal, pero expresa el hecho de que no comulgar  por una razón que puede ser ajena a la conciencia de pecado personal grave, es una posibilidad dentro de la vivencia de ese Sacramento. Obviamente merece más consideraciones que vamos a hacer ahora.

¿Quién es digno de recibir este Sacramento?

En definitiva, en todas las consideraciones, priva más la grandeza de lo que se recibe y lo que significa, que el hecho de recibirlo. San Agustín dice que este alimento (la comunión) digiere al que lo come y no es el que lo come el que digiere al alimento. Nadie comulga por el valor de sí mismo, sino por el valor de la Eucaristía. Esto es claro porque es más importante el Creador que lo creado, es más sagrada la Santidad de Dios que la del que es llamado a la santidad, es más considerado aquel que nos redimió que los que somos redimidos. Recordemos el caso de aquella mujer cananea que suplica al Señor que cure a su hija. El Señor se lo niega proque él ha venido por las ovejas perdidas de Israel y le dice que no es bueno tirar el pan a los perros. La mujer le dice que también los cachorros van a comer de las migas que caen de la mesa de sus dueños. Esta mujer dice dos cosas: una que no tiene dignidad por sí misma para acceder al bien de la salvación, sino que es Dios el que la hace digna. Verdaderamente sólo Dios nos dignifica. Nadie comulga porque es digno por sí mismo, ni nadie deja de comulgar porque sea indigno por sí mismo. Y también dice que las gracias divinas las recibimos porque el Señor quiere dárnosla y no porque nosotros queremos simplemente.

Pero también, comulgar es un testimonio público de adhesión de fe. Esta adhesión de fe es a toda la fe y no a parte de ella. La comunión eucarística así lo expresa. Quien comulga está en todo de acuerdo con lo que la Iglesia vive y cree. Y este todo es pleno. La Iglesia (todos los bautizados) creemos en el Sacramento del Matrimonio como una realidad divina que se crea por el consentimiento mutuo de los esposos que lo dan libre y públicamente. Atentar contra esa unidad e indisolubilidad de hecho, en este caso con otra unión, quiebra la comunión plena de fe y de hecho. Entonces el Sacramento de la comunión pierde su significado principal: manifestar y realizar esa comunión. 

Aquí vendría la objeción de si otros que hacen esto o aquello debieran o no comulgar. O negárseles la comunión. La negación de la comunión sacramental se la hace a los que han caido en excomunión, o han faltado gravemente a determinados compromisos públicos. O a los que han actuado de manera contraria a las enseñanzas de Cristo de manera pública y grave y así lo determine la autoridad correspondiente para ayudar a la persona que cometió la falta a darse cuenta de la gravedad de su acto y que se retracte de él. A los divorciados y vueltos a casar se les pide la abstención de la comunión sacramental para señalar que al violentar la unidad e indisolubilidad del matrimonio, no es plena su comunión con la Iglesia como públicamente lo expresan. Al abstenerse, los mismos cristianos en esa situación están diciendo a todos cuán grande es el Sacramento del Matrimonio y que creen en él, y a la vez, cuán grande es el Sacramento de la Eucaristía como expresión y hecho de comunión con Cristo y la Iglesia. 

El buen testimonio de quien se abstiene de comulgar si está impedido

Es evidente que esto es un gran sufrimiento para quien valora la comunión eucarística. Se nota, sin embargo, que los que añoran poder comulgar no lo hacían con frecuencia cuando vivían su primer matrimonio. También es verificable que aquellos que quedan libres de ese impedimento para comulgar, tampoco lo hacen después que han recuperado esa posibilidad, y esto lo he comprobado en muchos casos. Con todo respeto, ¿no será que en realidad las parejas cristianas esperan que se apruebe su nueva relación? 

Sorteemos otro obstáculo. ¿Qué le dicen a sus hijos las parejas cristianas que no comulgan porque estan impedidos por qué no lo hacen? Esta pregunta sería interesante que se la hicieran más los matrimonios que no tienen ningún impedimento más que ellos mismos para vivir este Sacramento. Pero creo que con lo dicho anteriormente, es bastante como para dar una buena respuesta: debido a que no puedo vivir por circunstancias de mi vida plenamente el Sacramento del Matirmonio, el cual es muy importante y valioso, por eso no puedo comulgar sacramentalmente, aunque lo hago espiritualmente siempre. (¡Y ojalá que esto sea cierto!) Si es así, se expresará en la misa dominical en la cual esos hijos verán siempre a sus padres.

Por último, si sufrimos por no poder recibir el Sacramento de la Eucaristía, que sea por el Sacramento mismo y no por aprobar nuestras decisiones de conciencia. Estas, hechas con libertad y con pleno conocimiento, deben ser el asiento para una vida libre y feliz. Si esto significa también una abstención de algún bien, que se lo viva como la expresión de una valoración real de aquel bien del que nos privamos. Ese será un buen testimonio para todos los cristianos, y cuánto más para los propios hijos. Sólo el Señor conoce la historia personal de quien ha llegado a una situación de ruptura en su matrimonio, sólo El valora la situación realmente, nosotros administramos los bienes que nos ha dejado en lo objetivo y externo y desde allí lo vivimos y realizamos; pero siempre desde el bien mismo y no desde las personas que lo reciben. Esto último sólo queda a juicio de Dios y de la conciencia personal. 

lunes, 19 de septiembre de 2011

LES DEJO MI PAZ, NO COMO LA DA EL MUNDO

Así nos dice Jesús en sus palabras antes de ascender al Cielo. No como la da el mundo. Me parece que como la da el mundo es idealista, imperfecta y no durable.

Idealista porque pretende una unidad que se quiere lograr a fuerzas. A costa de querer que todos pensemos igual, que todos obremos igual. Ante la imposibilidad, se propone que el querer y el obrar del otro sea indiferente para mi. Que cada uno haga lo que le parece y eso estará bien. El costo es destruir la verdad.

Ante la oposición de dos principios contradictorios, debemos suponer que si los dos son verdades, ninguno lo es. Entonces, no es posible la verdad para vivir en la paz. La otra posibilidad es que cada uno haga lo suyo y que el uno no se meta con el otro. El costo será vivir en la indiferencia frente a la realidad del otro, el individualismo y la soledad. ¿podría haber paz allí?. Se destruiría la comunión.


El idealismo aparece porque se plantea como utopía. La paz no puede ser una utopía, tiene que ser una realidad. Entonces busquemos el camino.

La paz que da el mundo es imperfecta. Su imperfección proviene de la precariedad de sus motivaciones. Si las motivaciones para la paz se asientan en cosas determinadas que tienen poca gravitación en la vida de las personas como hechos más profundos, deja de lado los valores esenciales del hombre que necesitan ser compartidos. Por ejemplo, si la paz se asienta sobre el bienestar económico, sobre la soberanía territorial, sobre el acuerdo de las ideologías. Dirá alguno, también si se asienta sobre la unidad de la religión. No lo creo. Tendríamos que revisar nuestro concepto de religión. Aquí no es el tema. Con estos conceptos se destruiría todo humanismo.

La paz como la da el mundo no es durable. No necesitamos más que ver las diferentes historias sucedidas entre las naciones, o entre las familias, cuando se acuerdan sobre bases o poco o demasiado consensuadas. Ya nos está diciendo que los raciocinios como fundamento de la paz no llegan a abarcar todas las realidades que estan implicadas en la construcción de la misma.

Les dejo mi paz, nos dice el Señor. Su paz. Aquí está la clave de la paz auténtica del mundo. Aquí es de donde se sale de la posibilidad de la utopía. Que sea utopía vencer las disensiones de los hombres en torno a su propia convivencia o realidad es aceptable como un camino histórico necesario por la limitación de la razón y el protagonismo de los afectos. Que sea realidad es porque la humanidad misma tiene resuelto un factor que afecta decididamente la paz: el pecado. Y permítanme los no creyentes que se los diga así, el pecado. Constato una y otra vez que la realidad del pecado está marcada por una sentida ignorancia respecto de ese factor humano... y divino. Se vuelve rechazable para los no creyentes porque se ve como una mirada pesimista de la humanidad. Y la verdad que si no estuviera derrotado, sí lo sería. Pero el asunto es que el pecado es el obstáculo porque está en nuestra voluntad permanecer en él o darle protagonismo a él. El pecado fue derrotado por eso la paz es posible .

Les dejo mi paz, dice Jesús. Si sólo como hombre lo dijera, no dejaría de ser un buen deseo. Y hoy sería él un buen recuerdo. Pero Cristo es el hombre que ha pasado la derrota de la muerte, el que ha mostrado con su cuerpo llagado que el hombre ha vencido definitivamente lo que podía impedirle su felicidad. Por eso resulta extraño el rechazo de su persona, cuando él mismo es la prueba patente de que podemos alcanzar la paz. Resulta más extraño el rechazo de la existencia del pecado, del cual ya fuimos liberados. Negar su existencia es negar la posibilidad del bien objetivo. La experiencia cotidiana y sobradamente demostrada del mal que significa el pecado en el hombre es una prueba patentísima de que negarlo es salirse de la realidad, es evadirla, y sobre todo, es no redimirla.

Asumir la realidad del hombre salvado, socorrido por la mano de Dios, es la fuente de la paz. Lo que no podemos alcanzar por nuestras solas fuerzas ha sido alcanzado por nuestras fuerzas. No es una contradicción en los términos. El hombre nuevo, Jesús, alcanzó la victoria pero porque él mismo es la intervención de Dios en nuestra realidad, haciéndola más real.

Esa nueva realidad es el hombre llagado y resucitado. Así es la vivencia que nos hace realistas. Llagados y resucitados. Llagados porque lo cotidiano es encontrar el límite, la contradicción, los imposibles, las heridas del corazón y de la mente, la equivocación en el razonamiento, la ideologización de la verdad, etc. pero resucitados porque todo lo que divide, lo que obscurece la mente, lo que desquicia el deseo de la unidad y de la paz ya ha sido vencido.

La esperanza de la paz surge clara y ansiosamente deseable. Sin dejar al hombre llagado. Sin dejar las mil realidades que parecen decirnos que no. Empezando por nuestras propias heridas del pasado, del presente, de la sociedad, de las oscuridades de nuestras personalidades. Y siguiendo por las realidades contradictorias que contínuamente nos rodean. Hay esperanza, es posible. La paz en este mundo conlleva las llagas. El secreto está en el resucitado. El hombre que vive reconciliado interiormente y que encuentra en las llagas un signo: la victoria sobre el mal y la muerte.

Esa reconciliación consigo proviene de fuera del hombre como individuo. Proviene del hombre como el otro. Proviene de Cristo, el hombre. Es decir, que es recibida y compartida. Así, la reconciliación consigo como fuente de la paz, es reconciliación con el Otro, es reconciliación con Cristo, es reconciliación con Dios.

Les dejo la paz, no como la da el mundo. ¡Gracias por dejárnosla! La tomamos y la construimos. Sí.

domingo, 18 de septiembre de 2011

BUSCA LA PAZ Y CORRE TRAS ELLA

Cómo me gusta esta frase del Salmo (34,15). Tiene una evocación importante para mi. Son parte del Prólogo de la Regla de San Benito, que por muchos años fue la inspiración de mi vida cristiana. Más que eso, significa la inspiración desde mi infancia. Encontrar la paz. Recuerdo que en los conflictos fraternos, durante mi vida monástica, al compartir con un Hermano la tensión que vivíamos le decía: "son los gajes de la paz monástica". Era la constatación de la utopía.

Pero estaba lejos de mi pensar en abandonar el ideal. No. No es posible para quien ha encontrado a Cristo. Entiendo las palabras de San Pablo en este domingo en el que escribo estas líneas: "Para mí la Vida es Cristo" (Flp.1,21). Me pregunto cómo he compaginado aquella tensión, mis incoherencias, las vivencias de pecado personal y ajeno, las desilusiones de los demás, los imposibles de mi camino ideal con mi presente tan cargado de esperanza. Y me respondo que indudablemente porque Cristo es mi paz. 

Lo es porque su victoria nos ha garantizado la paz. "Les dejo mi paz, les doy mi paz" dijo a los Apóstoles que todavía estaban envueltos en el miedo de afrontar el mundo después de la crucifixión del Señor. Lo dice hoy y cada día después de cada crucifixión. Y lo es porque la paz no es una utopía humana sin más. Es una realidad humana y divina con todo. Como el Señor ha roto las fronteras que separaban netamente lo divino de lo humano, también ha hecho que nuestra realidad a veces tan pobre, no esté separada de su gloria. Siento así que mi vida no pasa por la ordinariez de mis limitaciones y las de la historia humana. No me engaña el poderío de este mundo en el que los valores del Evangelio de Cristo no ocupan ningún lugar. Me cautiva la presencia del Reino y el poderío de Cristo que ha hecho nuevas todas las cosas. Y lo ha hecho desde las cosas más insignificantes, empezando por mí. "Lo necio del mundo eligió Dios para confundir a lo sabio, lo débil para confundir a lo fuerte" (1 Cor.  1, 27)

Así siento que podemos alcanzar la paz y construirla día a día en un destino irrevocable hasta la consumaicón de los tiempos, cuando vuelva el Señor revestido de Gloria. Te invito a ser protagonistas de esta paz.

martes, 6 de septiembre de 2011

GMG-IMPRESSIONI



Scendere nell'immenso aeroporto di Barajas può sembrare una cosa insignificante per chi viaggia spesso. Dicono che l'aeroporto di Chicago, negli Stati Uniti, è gigantesco.Non lo so. Ma atterrare a Barajas dice molto di più per uno che è nato in questa parte del mondo. E' toccare una terra con la quale siamo stati vincolati per moltissimi anni.

Ci sono ancora quelli, che per poter vivere devono essere sempre arrabbiati con qualcuno, che si lamentano del fatto che abbiamo ereditato la loro lingua e perduto quella originale.
Che cosa sarà mai originale? L'indoeuropeo mi sembra più originale del castigliano ma nessuno si lamenta che alcuni scellerati l'abbiano dimenticato. Noi siamo chi siamo oggi. E arrivare a Madrid per condividere la fede con milioni di giovani ha un significato eloquente.

Questo è quello che ha significato per me camminare per l'aeroporto di Barajas. Uscire ed incontrare quelle colline castigliane schizzanti di ulivi, immaginando quanto si è vissuto e quanto si é detto.
Pensando ai lunghi e caldi cammini di Santa Teresa, o all'audacia di San Giovanni della Croce. Contemplando l'errante cammino di San Giovanni d'Avila o di San Pietro di Alcàntara. Pensando ancora di più ai sogni fantasiosi di Lope de Vega o di Miguel de Cervantes-un'altra faccia del mio essere.Molto differente -ma intima- a quell'esperienza che ho vissuto quando calpestai le terre messicane e capii senza volerlo ciò che significava per la mia storia personale la cultura "candelaria" del nord-ovest argentino, in contrasto con le aree azteche di quelle terre tanto benedette.

Ora ho vissuto l'altra parte del mio essere, quella che si esprime nella lingua e nella scrittura e che mi dice più di qualsiasi lingua. Molto bello il francese e che piacere ascoltarlo, simpatico l'inglese, comunicatore dei giovani di tutte le parti del mondo. Silenzioso il tedesco , che quelli di quella patria sembravano voler zittire.Non hanno detto neanche una parola. Ma niente è paragonabile al proprio idioma, no? Vi siete resi conto di ciò che siamo stati, o no?Forse no.Eravamo i vincitori! Perfino il papa ha parlato nella nostra lingua. Mi ha sorpreso Vincenzo che dalla sua Italia natale parla come un argentino. Mi sono sentito solidario con Giovanni che si sforzava a capirmi e a insegnarmi qualche vocabolo italiano per far sì che io potessi esprimermi. Volevo a tutti i costi incontrare i coreani perchè in quella strana lingua avevo imparato a dire "no" (anià) e "sì" (dé).No li ho incontrati.Li ho confusi con dei laosiani. Beh diciamo che c'ero quasi arrivato! Nella cartina ho scoperto che è il paese vicino a quello dei coreani.

Che soddisfazioni scoprire tutte queste differenze.La lingua dice molto più dei suoi vocaboli. Parla del modo di comprendere la vita e dell'accento delle cose a cui diamo importanza. Lingue più sintetiche e concrete.Lingue più ricche ed espressive.Lingue di pochi vocaboli ma molto significativi. E così tutte. E noi? Io sono contento.Ho incontrato in Spagna molte parole che uso e che qui in Argentina, le generazioni giovani non usano. Quello che mi piace della mia lingua è che posso esprimermi di più! Posso dire di più con sfumature sottili che sono comprese da chi mi ascolta. Così come i fantastici quadri del Museo del Prado,sottili tratti, delicati vestiti, suggestive trasparenze. Chiaro e scuro sfumati da insinuanti ombre. Così io sento che ci esprimevamo. Chi legge forse si starà domandando dove voglio arrivare. Non è un intervento linguistico. E' un'esperienza vitale di gran ricchezza.Mi sento felice di potermi esprimere sempre e molto. Ed ho la sensazione che chi usa le lingue con meno parole ,nell'essere tanto concreo, si perdi i fantastici colori della vita.Ma probabilmente è solo una sensazione.

Grazie,Signore, per avermi fatto vivere una Pentecoste appassionante!
Molte lingue ed un solo cuore.Molte espressioni ed una sola anima.
Moltissime storie ed una sola fede.

domingo, 4 de septiembre de 2011

EL DESCENDIMIENTO DE CARAVAGGIO. Una invitación a la Vida

Dentro de las actividades posibles en la Jornada Mundial de la Juventud, estaba la visita a los Museos. Con una identificación recibida se podía pasar gratuitamente durante esos días a los más importantes. No nos perdimos la oportunidad. Visitar el Museo del Prado era "el sueño del pibe". Después de muchas veces de ver en estampas o en otros escritos las imágenes de aquellos magníficos cuadros que dicen al pie "Tal y tal.. Museo del Prado". ¡Al fin! Gracias, Señor.

Para mí, el más impactante fue "El descendimiento" de Caravaggio. La escena tiene un movimiento impresionante. Las manos, los rostros, las edades y las posturas de los personajes son el mensaje para todas las edades de la vida. La escena muestra el momento en que el Señor, ya muerto, es descendido de la cruz. Observen las manos. El joven mira hacia el Cielo como desconcertado "¿Por qué?", es la pregunta de quien parece tener comprada la vida. El sufrimiento no cabe. Menos la injusticia. Reclama al Cielo. Sus manos extendidas hacia arriba quieren arrancar de Dios una respuesta. No quiere abrazar lo que vive, prefiere mirar hacia arriba, hacia aquel lugar donde se promete la vida. La joven que está a su lado también está dolida, pero ensimismada. El dolor de la mujer que es más intimo, no tan externo como el varón. Sabe llevar el sufrimiento, pero como mujer joven se deprime. La mujer madura mira con serenidad la escena. Ella vive profundamente la tragedia. Pero ha adquirido la sabiduria que los años dan ante el sufrimiento. Su mirada es de espera, no de desesperación como el joven. Ella extiende sus manos abrazando ambas realidades, la del Cielo y la de la tierra. Abraza con su corazón lo que acontece. No huye. Entiende que el sufrimiento es parte de la vida. No tiene respuestas, pero tampoco tiene preguntas. Espera.

El hombre adulto abraza a Cristo por su espalda. Lo sostiene firmemente con su brazo derecho. Lo mira. En su mirada parece haber curiosidad. Es el hombre que razona desde lo que ve. El hombre práctico. Aquel carácter masculino que lo hace espectador del sufrimiento. No huye de la muerte, pero no se involucra con ella. No huye del dolor, lo razona, se hace ajeno, pero está. El hombre maduro, que toma al Señor por las piernas, no mira hacia el cuerpo. Nos mira a nosotros. Este movimiento de miradas hasta llegar a él, que también se destaca por su tamaño y su ubicación: está completo, está en primer plano; creo que dice todo lo que el autor quiere decir. Nos mira. Nos pregunta dónde nos ponemos nosotros frente a esta escena: ¿desesperación, esperanza, indiferencia, contemplación? El cuadro sigue en nosotros. ¿En qué postura nos vamos a poner? ¿O en cuál estamos? Es el gran logro de Caravaggio. Nos ha metido en su obra. Nos ha dejado prendidos en ella.

Y aquí, el Señor, no dice nada. No puede decir nada. Está muerto. Este momento de la obra de la Salvación requiere un protagonismo absoluto de nuestra parte. La respuesta de la fe. Pero el Señor lo es todo, a causa de él esta escena toma sentido. Nos reúne alrededor suyo. Su silencio en el dolor nos interpela para ver en qué lugar nos vamos a poner.

¡Qué obra magnífica! Me preguntarán cuál: ¿la del Señor o la de Caravaggio? Les diré: la respuesta está en dónde te ubiques. Me preguntarán ¿en el cuadro o en la obra del Señor? Te diré, donde quieras; pero sólo en uno de esos lugares encontrarás la Vida.


viernes, 2 de septiembre de 2011

JMJ. Impresiones II

Bajar en el inmenso aeropuerto de Barajas puede parecer una cosa insignificante para quienes viajan seguido. Dicen que el aeropuerto de Chicago en EEUU es gigantesco. No lo sé. Pero aterrizar en Barajas dice más para uno que ha nacido en esta parte del mundo. Es tocar una tierra que nos ha vinculado por muchísimos años.

Todavía quedan los que siempre tienen bronca con alguien para poder vivir que se quejan de que hayamos heredado la lengua y perdido la original. ¿Qué será original? El indoeuropeo me parece más original que el castellano, pero nadie se queja de que algunos malvados lo hayan olvidado. Nosotros somos quienes somos hoy. Y llegar a Madrid a compartir la fe con millones de jóvenes tiene un significado muy elocuente.

Esto es lo que significó para mí caminar por el aeropuerto de Barajas. Salir y encontrar esas suaves lomadas castellanas salpicadas de olivos, imaginando lo mucho que allí se vivió y se dijo. Pensando en los largos y calurosos caminos de Santa Teresa, o la osadía de San Juan de la Cruz. Pensar en el errante camino de San Juan de Avila o San Pedro de Alcántara. Todavía más pensar en los sueños fantasiosos de Lope de Vega o Miguel de Cervantes- Otra cara de mi propio ser. Muy diferente, pero dentro de mi, a la que viví cuando pisé las tierras mexicanas y comprendía sin quererlo lo que significaba para mi historia personal la culura candelaria del noroeste argentino, en contraste con los aires aztecas de aquellas tierras tan benditas.

Ahora fue vivir esa otra parte de mi ser, la que se expresa en la lengua y la escritura y que me dice más que en cualquier idioma. Muy lindo el francés y qué gusto escucharlo, simpático el inglés tan comunicador de jóvenes de todas partes. Silencioso el alemán que los de aquella patria parecían querer callar. No dijeron ni una palabra. Pero nada como el propio idioma, ¿no? ¿Se dieron cuenta los que fuimos o no? Tal vez no. Eramos ganadores. Hasta el Papa habló en nuestra lengua. Me sorprendió Vincenzo que de su Italia natal habla como un argentino más. Me sentí solidario con Giovanni que se esforzaba por entenderme y por darme algún vocablo italiano para que yo pudiera expresarme. Quería a toda costa encontrar a los coreanos porque aprendí a decir "no" (aniá) y "sí" (dé) en aquel extraño idioma. No los encontré. Los confundí con unos laosianos. Convengamos que le pegué en el palo. Descubrí en el mapa que son el País vecino de los coreanos.

Qué satisfacción descubrir todas estas diferencias. El idioma dice mucho más que sus vocablos. Dice del modo de comprender la vida y del acento de las cosas a las que le damos importancia. Idiomas más sintéticos y concretos. Idiomas más ricos y expresivos. Idiomas de pocos vocablos pero muy significantes. Y así cada uno. ¿Nosotros qué? Me siento contento. Encontré en España muchas palabras que uso y que aquí en Argentina, las generaciones jóvenes no usan. Lo que más me gusta de mi idioma es que puedo expresarme más. Puedo decir más con matices sutiles que el que me escucha comprende. Así como los fantásticos cuadros del Museo del Prado. apenas trazos, delicados vestidos, transparencias sugerentes. Claros y oscuros matizados por sombras insinuadas. Así siento que nos expresábamos nosotros. El que lea quizá piense mucho a qué quiero llegar. No es un comentario lingûístico. Es una experiencia vital de gran riqueza. Me siento feliz de poder expresarme siempre y mucho. Y tengo la sensación de que quienes usan idiomas con menos palabras, al ser tan concretos, se pierden fantásticos colores de la vida. Seguramente es sólo una sensación.

¡Gracias, Señor, por habernos hecho vivir un Pentecostés apasionante! Muchos idiomas y un solo corazón. Muchas expresiones y una sola alma. Muchísimas historias y una sola fe.

jueves, 1 de septiembre de 2011

VIVENCIAS DE LA JMJ. MADRID 2011

El alcance de esta Jornada Mundial de la Juventud tiene dos vertientes importantes: el impacto de la multitud congregada en Madrid y la vivencia de quienes hemos participado en ella.

Lo primero parece que no fue publicitado en el momento ni con la magnitud que tuvo. La prensa se ocupó más de los centenares de manifestantes "anti" que hicieron ruido en una plaza, dejando de lado a los millones que con un gran espíritu de fe vivimos esos días. ¡Se perdieron la buena noticia! Sí, las "buenas noticias" no parecen tener prensa. Me llenó de alegría escuchar a los compatriotas cercanos hechar en falta que no podían acceder a la información para ver  cómo iba la Jornada.

El impacto de la multitud tuvo un efecto feliz, sin duda. A veces se da que las multitudes no dicen mucho, porque el comportamiento masivo no expresa el sentir del individuo. Más bien es una emoción del conjunto donde las pasiones son el denominador común y el motivador de las acciones del conjunto. En este caso las cosas no fueron así. Un millón y medio de extranjeros no llegamos a Madrid simplemente por un comportamiento de masa. Hubo una motivación personal que llevó a muchos a ahorrar, a trabajar, a anhelar vivir este momento de gracia. Ciento noventa y seis países participantes hablaron en tan diferentes idiomas en Madrid pero con un solo comportamiento, un solo espíritu, un mismo objetivo. Y no nos conocíamos. No sabíamos que íbamos a venir. Sabíamos que compartíamos la misma fe. Nos sentimos convocados "para ver al Papa". En el libro "Luz del mundo", el Papa expresa que a él personalmente no le gusta la "vidriera" que le significa pasearse en papamóvil para que las multitudes lo puedan ver. Pero a la vez reconoce que para la multitud esa cercanía con el Papa es importante. Miren cuánto: nos fuimos a Madrid. Claro, como la prensa española lo subrayó (la que vio en positivo), estos millones de jóvenes vinieron a ver a un Papa profesor, sin atractivos externos ni de personalidad, como lo fuera otrora Juan Pablo II. Este es un Papa anciano sin el carisma arrollador de su predecesor. Los jóvenes vinieron a ver al Papa por lo que él significa para el sentir de la fe: el vínculo de unidad. Cuando íbamos y veníamos en los subtes, y nos cruzábamos con una y otra delegación de uno y otro País, el canto común "¡Benedetto!" que los de habla hispana nos complacíamos en decir "¡Benedicto!", movía el corazón a sentir que somos una misma familia. Hemos trascendido el idioma, hemos trascendido la historia particular y hemos trascendido la cultura en la razón por la cual nos convocamos. No hubo comportamiento de masa. Hubo una fe común.

Ver a los jóvenes chinos decía mucho. Ellos, como otras naciones, sufren la persecusión. El temor de los gobiernos totalitarios y de las culturas laicistas, de que el ser católico signifique tener una "superpotencia" alienante sobre la identidad nacional. Las cientos, miles de banderas de las nacionas más diversas que flameaban en todos los encuentros, en las calles, en los grupos, decían lo contrario. Escuchar hablar a los franceses y sus impresiones, cantar a una sola voz con los croatas (ellos en su lengua y nosotros en la nuestra), marcaban la diferencia. Nos sentíamos ser lo que éramos: argentinos, no otra cosa, no fuera de nuestra nacionalidad. Desde ella nos sentíamos enriquecer el rostro de la Iglesia y a la vez, nos sentíamos Iglesia. Hubo sólo una nota que me dejó pensando: un grupo de franceses empezó a cantar la marsellesa cuando salíamos de un subte ( y eramos miles) y otro grupo empezó a hacerlos callar mediante chistidos. La nacionalidad no es lo mismo que nacionalismo, me pareció decir. En ese momento era más lo que nos unía como para marcar lo que nos separa. Y no fue desprecio. Nosotros mismos, cuando fuimos a Lourdes, al cruzar los Pirineos dejando España atrás y entrando a Francia, comenzamos con Nene (o más bien, yo siguiéndolo a él) a cantar la marsellesa. Daba gusto estar en aquel País.

Caminar por Madrid y sonreir a cuanto grupo pasara como si fuéramos viejos amigos, era el gesto más significante de la comunión de fe y un mensaje a la sociedad española: la fe une, no separa; la fe crea lazos, no divide; la fe identifica, no confunde. Después de unos días ya no nos saludábamos con el mismo afecto: el cansancio no nos dejaba aliento, y, además, ya no éramos extraños, estábamos en el mismo camino. Una frase no se dejó de oir en todos: "Where are you from?" ¡Qué grande oir nombrar países que hasta no conocía que existieran! "Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos", estas palabras de Jesús se decían sin decirse a cada instante. Cuánto más significantes al ver en aquellos rostros jóvenes tan desconocidos y distantes, los esfuerzos de muchos evangelizadores y hasta su sangre derramada en aquellas lejanas tierras.

Pero dije también lo personal. Esa vivencia intransferible que me hizo sacar pocas fotos. Al final no termino de aprender. Si sacamos muchas fotos, nos perdemos la vivencia y la impresión interior; pero si no las sacamos se pierden muchas imágenes que serán referencias posteriores para grabar en el alma lo que Jesús hizo esos días. La vivencia personal en un contexto de País nuevo, continente desconocido, belleza no vista antes podría haber quedado con el sentido del viaje turístico. No pudo ser. Nos ganó la gracia de Dios. Fueron tantas las cosas recibidas... y habla alguien que ha tenido muchos encuentros y compartires con gentes de otros países y del propio. Suele quedar una sensación de nostalgia que no nos deja volver a la rutina. Queremos hacer tres carpas y no movernos de allí. Ahora no lo sentí tanto. Sentí la alegría de la fe. Al volver a la realidad cotidiana, sentí el impulso de abrir la mente y el corazón y ayudar a hacerlo a los demás: somos la Iglesia Católica, vivimos más allá de nuestro templo, más allá de nuestro País, más allá de nuestros problemas cotidianos. Esta sensación de catolicidad. Los dramas y las alegrías, las hitorias y las contramarchas, todo ese paisaje de vida que forma parte de la vida de todos los hombres, perdió por un momento un significado absoluto. Así sentí que me pasaban los días como si las noticias locales no tuvieran tanta trascendencia, pero sí importancia. Hay un más allá de lo que aquí parece el todo. Es ese lugar donde todo tiene verdadero sentido. Desde donde se ilumina el presente, el aquí y ahora. Pero ese más allá está más acá. El Reino de Dios ya está entre ustedes, dice Jesús. Eso, eso es lo que mejor lo expresa.  Esta vivencia de una multitud que tenía una sola alma me llevó a ver con esperanza mi aquí y ahora. Por eso el dramatismo de la noticia cotidiana, el fatalismo de los acontecimientos funestos la impotencia de las injusticias presentes; no puede ahogar una realidad que es abarcadora de lo que vivimos y hasta nos salva de que ello nos ahogue. No sacándonos de la realidad, sino comprometiéndonos con ella desde la esperanza. Este bien me lo han hecho esos miles y miles de jóvenes que cantaban con alegría, que oraban con esperanza, que dialogaban con el profundo interés del encuentro con el otro, que se sentían convocados por un mismo nombre: Cristo.

miércoles, 22 de junio de 2011

UNA REFLEXIÓN SOBRE LA ÉTICA Y LA ESTÉTICA

http://video.bugun.com.tr/bugunPlayer.swf?file=dagilfilm.flv

El video revela una realidad que merece una contínua reflexión. Aquí en un hecho menos corriente. En la realidad cotidiana se dan muchas cosas similares, desde los eufemismos hasta las relaciones familiares formales. Del pensamiento hasta la vida práctica en los quehaceres cotidianos. De las decisiones de políticas gubernamentales hasta los diálogos entre vecinos. Para reflexionar sobre mis propias actitudes.

viernes, 10 de junio de 2011

¿QUÉ ES EL KERYGMA?

El anuncio del “Kerygma”: vacuna anti sectas
Es un error “presuponer la fe” en los católicos
Por Miguel Pastorino
MADRID, jueves 9 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos esta nueva aportación de la columna sobre jóvenes y nuevas religiosidades, dirigida por Luis Santamaría del Río, sacerdote experto en nuevas religiosidades y miembro fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
El autor de este artículo,Miguel Pastorino,es sacerdote uruguayo, y actualmente es el director del Departamento de Comunicación Social de la arquidiócesis de Montevideo (Uruguay). Experto en sectas y participante en algunos congresos internacionales y de la Santa Sede, es miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
* * * * *
Desde el documento de la IV Conferencia del CELAM en Santo Domingo (1992), hasta Aparecida (2007), somos conscientes de que muchos son los católicos que se sienten atraídos por experiencias espirituales fuera de la Iglesia, en la cual no encuentran siempre una atención propiamente espiritual, sino un discurso moral que presupone la fe. Y la Iglesia en América Latina ha tomado real conciencia de la prioridad de la nueva evangelización, especialmente del primer anuncio o kerygma. Tenemos mucha gente “sacramentalizada”, mas no necesariamente convertida a Jesucristo.
Antes de todo compromiso cristiano, antes de recibir los sacramentos, antes de entrar en la comunidad cristiana, antes de toda acción de pastoreo, está el kerygma o primer anuncio del Evangelio que busca la conversión del que no cree, o del que se ha alejado, o ha debilitado su fe.
La falta de una primera evangelización ardiente, llena de pasión por el Señor y el Evangelio, llenos de la fuerza del Espíritu, felices de haberse encontrado con Jesucristo, junto a una débil conversión, nos dejan sin cimientos para una verdadera iniciación cristiana.
El kerygma no es una moda, o un nuevo descubrimiento de la Iglesia: son los fundamentos de todo verdadero proceso evangelizador desde Pentecostés hasta nuestros días.
El kergyma no es catequesis, no es un discurso doctrinal, tampoco es un signo atractivo, ni solo el testimonio de vida, ni proselitismo, ni tampoco una estrategia pedagógica previa a la catequesis, ni una conversación sobre cualquier tema. Todas estas iniciativas pueden ser el ámbito para el anuncio del kergyma, pero no son en sí mismas primer anuncio. El objetivo del primer anuncio no es despertar la simpatía por Jesucristo, sino la conversión del corazón. Es algo que sin la experiencia de fe del evangelizador es imposible de realizar.
Anunciar el kerygma sin fe, es como hablar en lenguaje de enamorado, pero sin estar enamorado. Quedaría como una cursilería o una palabra vacía, sin efecto. Sólo una palabra llena de la gracia, cargada de la experiencia del amor de Dios puede ser un verdadero "kerygma", de lo contrario siempre serán palabras vacías. No se puede testimoniar una fe, una pasión por el Evangelio que no se vive.
Muchos son los católicos alejados que confunden la fe con valores y principios, pero no como una relación real con Dios. Por eso la solución para aprender a realizar el primer anuncio en nuestras comunidades no se conseguirá a partir de un manual misionero –aunque sea útil–, sino por una auténtica renovación espiritual, mental y estructural de nuestra vida eclesial.
Sólo una vida transformada por la presencia de Jesucristo, se vuelve una proclamación constante del Evangelio. Quien se ha encontrado con Él realmente, quiere que todo el mundo le abra su corazón y se deje abrazar por su amor, por su palabra y que forme parte de la comunidad de la Iglesia. Esto no se alcanza sólo con una nueva metodología, sino por conversión. Dedicar más tiempo a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración, es lo que renueva el corazón de los creyentes. Un testimonio evidente de ello es cómo la Lectio Divina está transformando la pastoral juvenil en muchos países de América Latina.
La imagen que muchas veces tienen los pentecostales de la fe católica es que seguimos a un modelo del pasado, que no leemos la Biblia y que no rezamos con el corazón. Esto lo notamos cuando los católicos alejados que se pasan a otros grupos religiosos llegan a decir sinceramente: "ahora sí leo la Biblia, me hablaron de Jesucristo y no como un personaje histórico, sino que está vivo y ha cambiado mi vida... aprendí que puedo hablar a Dios con mis propias palabras, desde mi corazón".
Lo que encuentran en muchas iglesias y sectas, no lo encuentran en nuestras comunidades, y esto ha de obligarnos a replantearnos nuestras prioridades parroquiales, que no siempre brotan de las reales necesidades de quienes buscan al Señor, sino de nuestras abstractas planificaciones.
Muchos han regresado a la Iglesia gracias a las iniciativas de sacerdotes, religiosos y laicos que se han lanzado apasionadamente en el anuncio de Jesucristo, desde el trabajo local en las comunidades, hasta en el uso de los medios de comunicación. Y eso se percibe como una verdadera vacuna contra el proselitismo sectario y contra el abandono de la vida eclesial.
Al respecto, quiero concluir esta breve reflexión con las palabras de S.S. Benedicto XVI en su visita a Portugal el año pasado:
"A menudo nos preocupamos afanosamente por las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe, dando por descontado que esta fe exista, lo que por desgracia es cada vez menos realista. Se ha puesto una confianza excesiva en las estructuras y en los programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones; pero ¿qué sucederá si la sal se vuelve sosa?
Para que esto no suceda, es necesario anunciar de nuevo con vigor y alegría el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo, corazón del cristianismo, fundamento y apoyo de nuestra fe, palanca poderosa de nuestras certezas, viento impetuoso que barre todo miedo e indecisión, toda duda y cálculo humano.
La resurrección de Cristo nos asegura que ningún poder adverso podrá nunca destruir a la Iglesia. Por tanto nuestra fe tiene fundamento, pero es necesario que esta fe se convierta en vida en cada uno de nosotros. Hay por tanto un vasto esfuerzo capilar que llevar a cabo para que cada cristiano se transforme en un testigo en grado de dar cuentas a todos y siempre de la esperanza que le anima (cfr 1Pe 3,15): sólo Cristo puede satisfacer plenamente los profundos anhelos de todo corazón humano y dar respuestas a sus interrogantes más inquietantes sobre el sufrimiento, la injusticia y el mal, sobre la muerte y la vida del Más Allá".

Audiencia general. Miércoles 20 de marzo de 1985. El hombre puede llegar con la razón al conocimiento de Dios

Audiencia general. Miércoles 20 de marzo de 1985. El hombre puede llegar con la razón al conocimiento de Dios

miércoles, 8 de junio de 2011

JORNADA DE PASTORAL. Diócesis de Zárate Campana. Junio 2011. P. Albado


 TRANSCRIPCIÓN DE LOS APUNTES TOMADOS EN LA EXPOSICIÓN SOBRE 
"EL ESPÍRITU DE LA PASTORAL BAUTISMAL"

El Plan pastoral Diocesano está puesto en la línea de la Nueva Evangelización y esto quiere decir que tiene y puede tener un espíritu muy grande. Más considerando que después de los años noventa poco se ha hablado en concreto de esta Nueva Evangelización. Quizá en muchas diócesis nos hemos quedado con la formulación de este deseo pero no se ha aterrizado en lo concreto.
En un momento dado, Juan Pablo II habló de Nueva Evangelización y de Reevangelización. Lo segundo considerando a Europa. Pero con el tiempo quedó asimilado a lo primero el concepto de Reevangelización. Reevangelización decía que ya no había nada y por ello había que comenzar de cero. Nueva Evangelización habla de tomar lo que ya se hizo y dar nuevos pasos sobre este cimiento.
En el concepto de Nueva Evangelización se habla de nueva en su ardor, en su método y en su expresión. Estos tres constituirían lo que es la “materia”. Pero considerando la continuidad de la tarea evangelizadora con la de los primeros evangelizadores de América, el “continuar y completar” la Evangelización a la que llama el Papa, esto sería la “forma”. Si prestamos más atención a la materia que a la forma podemos quedarnos en unos esfuerzos vacíos de contenido o bien errar el camino no teniendo en cuenta este sustrato de fe donde debe apoyarse la acción evangelizadora actual.
Así visto, desde este esquema, podemos ordenar lo primario y lo secundario. Lo formal es lo primero porque hace que la cosa sea lo que es. O sea, partir desde lo que hicieron para que llegue lo segundo. Pero se nos presenta una pregunta ¿Qué hay que tener en cuenta de la primera evangelización? Las conclusiones de la Conferencia de los Obispos en Santo Domingo nos lo dice:
a)      La predicación de Cristo crucificado.
b)      La Virgen. En América Latina, la Virgen hizo una Nueva Visitación, dice Juan Pablo II en su discurso inaugural para esa conferencia. La presencia de la Virgen es desde Guadalupe hasta hoy pasando por muchos santuarios marianos. La Virgen unió conquistadores con aborígenes rompiendo las distancias que parecían infranqueables en la primera evangelización.
c)       El carácter misionero de la Evangelización. El “Vayan y hagan…” del Evangelio de San Mateo. Los primeros misioneros salieron a la búsqueda. No esperaron que la gente les llegara adonde ellos estaban.
d)      La preocupación por el mundo de los pobres. Es innegable que la mirada de Dios está puesta en los pobres. “Dios es el dios de todos, pero pone su primera mirada en los desposeídos de este mundo”, nos dice Juan Pablo II. Debemos considerar esta afirmación como un hecho fundamental para la Nueva Evangelización quitando de nuestro horizonte la mirada ciertamente ideologizada que inquietó a la Iglesia en América en las últimas décadas del siglo pasado y que sigue teniendo un peso de influencia hoy. Quizá en algunos casos para alejar la mirada de los pobres como una referencia esencial de la Nueva Evangelización.
Ya hemos puesto nuestra mirada en la forma, ahora vamos a la materia, y la materia que en este encuentro nos toca: el Bautismo
La pastoral bautismal no admite un “aggiornamiento” en el sentido de novedad de la Iglesia. Está enraizada en el pueblo de Dios. Cuando bautizamos nos ponemos en una corriente histórica que viene de la primera evangelización. Nuestro pueblo vive una auténtica tradición de fe que debemos valorar y no minimizar. Se apoya en una corriente de Tradición como los valores más caros que hacen a la fe católica. Y el Bautismo es una Tradición porque
-          Es una puerta de Salvación.
-          Froma pueblo. Es un elemento de cohesión social. Así lo vio Constantino y convocó el Concilio de Ncea, por ejemplo. La unicidad espiritual contenía la unidad del Imperio. Aunque pudiésemos hacer un juicio histórico, podemos ver que el Bautismo verdaderamente singnifica una identidad común.  El mismo San Pablo se preocupaba de dejar formadas comunidades en los lugares que evangelizaba. No sólo la conciencia de la salvación individual, sino de comunidad.
-          En América Latina el Bautismo alcanzó una importante meta: dar identidad al pueblo aborigen. Si bien fue desposeído de su propia cultura y su referencia de unicidad como pueblo. Y podemos hacer toda la crítica a la realidad de la conquista como desposeedora de los bienes de este pueblo, sin embargo, podemos decir con claridad que el Bautismo significó volver a darle un lugar al aborigen, aunque ciertamente, en la sociedad que se formó este lugar fue el último en la escala social.
El Bautismo generó una cohesión en una doble perspectiva:
-           Por razones de formación, nosotros lo vemos desde una perspectiva salvacionista. El Bautismo para nosotros, nos integra a una comunidad eclesial donde yo trabajo por mi salvación y por la salvación de los demás. Las iglesias y comunidades de la Reforma protestante tienen muy en claro y desde esta línea trabajan esto.
-          Y la otra perspectiva es más temporal. Para los aborígenes de la primera evangelización, el Bautismo hacía que Dios se metiera en la comunidad donde ellos estaban. No tanto que ellos fueran a Dios como que Dios viniera a ellos. Eso ha tenido una continuidad hasta nuestro tiempo. Los bautizados ausentes de la Parroquia viven el Bautismo como el modo de que Dios se meta donde ellos están y por eso lo piden con insistencia. De allí que podemos decir que el Bautismo hace cultura.
En el aborigen , como Dios se mete en su vida, Dios se adapta a sus costumbres. Dios se meta y hace historia. Cuando hablamos de la Iglesia, decimos que hay una Iglesia Institucional que es la que vive en sus estructuras de vida y Evangelización, y también que hay una Iglesia misterio, aquella que no la podemos llegar a abarcar con una mirada simple sino que sus contenidos y su hondura escapa a nuestra simple consideración. Hay una Iglesia misterio que está ligada a otras instituciones que el mismo pueblo ha ido generando por esa presencia de Dios. Por ejemplo: la fiesta. Los bautizados de hoy postergan muchas veces el Bautismo de sus hijos porque no tienen dinero para hacer la fiesta. La fiesta forma parte de un rito cultural que el Bautismo a impuesto en la vida de la sociedad.
Los primeros misioneros mostraron un Dios que se abajaba a la vida de su pueblo. Dios ya había dado el primer paso metiéndose en la vida del pueblo. Dios se mete igual en su pueblo aunque nosotros, los agentes de pastoral, se la quitemos por nuestras exigencias o se las posterguemos por lo mismo. El Pueblo de Dios, si no tiene la presencia de Dios a través del rito que espera del sacerdote, lo inventa. Y allí fortalece la fe. Cada hombre tiene esa relación con Dios con su conformación cultural.
La fe reestructuró de modo original la conformación social del pueblo viejo (antes de la Evangelización) convirtiéndolo en un pueblo nuevo (después de la Evangelización). Los primeros elementos, la cruz y la Virgen, se convierten en un elemento estructural.
En la filosofía moderna, la clave de la temporalidad es esta: un existencialismo con la ausencia de Dios. “Vivo acá y Dios no tiene nada que ver con esto”. Se pasó del hombre ateo al hombre indiferente. La temporalidad nos confunde porque tenemos una formación salvacionista. Considerar esta presencia de Dios en el todos los días como un hecho corriente pero profundamente significativo, a los que tenemos una formación tan académica y salvacionista, nos desorienta.
La respuesta a la temporalidad sin Dios es una cultura eclesial: vivir en este mundo y llevar las cosas a Dios. En la gente más pobre esto tiene cosas propias. Vemos que la gente no va a Misa, su vivencia es temporal. Dios está en sus vidas y pasa por sus cosas, pero no ve como necesario estar en la Misa, sin negar que esta tiene un valor inmenso. Por ejemplo: los devotos a San Cayetano. El día de su fiesta el devoto tiene que ir a misa y lo hace con devoción, quizá muchos se confiesan para esa fiesta. El santo tiene que ver con su vida: el trabajo. Los signos que tienen tanta importancia: la estampa con la espiga, la bendición, la cola para tocar la imagen del santo, etc.  En definitiva, ese bautizado tiene una vida fuertemente temporal pero en Dios y no para Dios. Ve, por ejemplo que lo que recibe es de Dios, aunque ello dependa de personas concretas. Así, ve al saceredote como el que es de Dios. Y muchos querrán la bendición del sacerdote y lo encontrarán irreemplazable en su referencia a lo divino. Esperarán del sacerdote que les enseñe, que sepa sobre Dios. Aunque quizá no se sientan comprometidos a aprender de Dios . Frente a la desgracia siente que “eso es lo que le tocó”, el paso de Dios. Quizá lo que menos le preocupe sea la vida eterna, el Cielo. Eso no cuenta dentro de su horizonte de espera.
Aunque el Cielo es la meta, hay otra forma que el pueblo tiene. La gente vive lo que quiere pero sabe que al final estará frente a Dios (Mt. 25). En el Evangelio de Mateo encontramos muchas cosas que la gente vive hoy. En el momento en que el Señor le dice a los buenos y a los malos “tuve hambre y me dieron…tuve sed y me dieron… o no me dieron”, ambos, malos y buenos le preguntan “Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento? O sea, no se dieron cuenta que estaban haciéndolo, digamos, vivían como cosa temporal lo que en realidad los estaba llevándolos a o quitando el Cielo. Dios tiene más de un camino y es Señor de la temporalidad a causa de la Providencia que todo lo gobierna. Esto es innegable desde la fe.
El Bautismo estructura socialmente. Hay que buscar un camino de la temporalidad sin que tena una raíz marxista. Actualmente el manejo de la temporalidad está influenciada por teologías largamente trabajadas desde esa perspectiva marxista y donde la temporalidad tiene un lugar principal. No es necesario que sea desde allí.
Si la temporalidad es sin Dios, es porque los que la sostienen encuentran en Dios crueldad. Piensan que Dios se opone a la temporalidad, no está en las cosas del hombre. Es todo lo contrario de la cultura eclesial, que ve  que Dios sigue preocupándose por el hombre y sus c osas. Eso es lo que enseñó Juan Pablo II en todo su magisterio, ya desde su encíclica programática Redemptor Hominis.
Esta preocupación por el hombre, tiene que ocuparse del hombre espiritual (como ocurre actualmente con los Movimientos) y por el hombre social (como las organizaciones caritativas y sociales de inspiración cristiana). Para que el hombre sea más hombre tiene que tener mayor dignidad temporal. El Bautismo viene a alcanzar una liberación espiritual y temporal al liberar del pecado, que es la raíz de todo progreso.
En el Pueblo de Dios alejado de la Iglesia, el Bautismo es Dios preocupado por el hombre. Pero el Bautismo no está tan pegado a la cuestión del desarrollo. La forma de vida actual hace que la gente no vea más allá de lo inmediato. Es difícil que proyecten la propia vida más allá de lo inmediato. La misma situación social, la inseguridad de un futuro, la incertidumbre de todo lo que viene, no saber si podrán comer al mediodía… todo eso influye para que la gente no haga una relación de futuro. Nosotros, en cambio, los que hemos sido educados en una perspectiva salvacionista y que venimos de una generación anterior donde se sabía qué dirección tomar para prosperar, tenemos otro concepto. Quizá elegíamos una carrera con la certeza de que allí estaba la posibilidad de un progreso casi sin obstáculos. Las generaciones presentes no tienen ese horizonte. Todo esto marca quién es Dios para mí. Dios se puso de mi lado porque crucificó a su Hijo, y en eso nos sentimos amados. El pueblo no se siente amargado por la cruz, es un gesto de amor de Dios y de presencia inmediata y permanente. En la lectura patrística del Oficio de Lecturas del jueves de la Octava de Pascua escuchamos a San Cirilo de Jerusalén que dice que la pasión de los hombres está asumida tipológicamente en el Bautismo. El Bautismo, entonces es un sumergir en la muerte de Cristo, y esta dimensión la gente la vive.
En conclusión, haría falta en la Nueva Evangelización que se muestre un nuevo ardor para recuperar la memoria de la vida de la gente que vive el Bautismo desde la temporalidad.
LA MISIÓN
La misión permanente a la que nos llama la Nueva Evangelización está en relación con la pastoral bautismal. El Bautismo es un hecho de fe que se valora de distinto modo.
Para el español de la primera evangelización, tenía un valor salvacionista. Pero para el aborigen tuvo el valor de modo de estructuración social. Dios se mete en su orden cultural. Se entiende que Dios me puso en este mundo y yo me tengo que ocupar de ello.
El Bautismo pedido por la gente alejada tiene que ver con la fe. Se bautiza al que tiene fe. Pero en un orden eclesial, se considera que los más allegados a la Parroquia son los que tienen fe. Pero resulta que hay una gran mayoría, quizá más del 90 % de bautizados que se acerca esporádicamente a la parroquia. Estos ¿tienen fe verdadera?
De hecho, sin fe no hay cristianismo. El Concilio de Trento dice en la sección sexta canon 28 que “si alguien dijera que aquel que tiene fe no es cristiano, sea anatema”.
Viendo esto desde las virtudes teologales, afirmaríamos que si no hay caridad no hay cristianismo, porque hay pecado mortal. Es un pensamiento desde lo formal y real. Pero Trento dice que la fe es la que determina el cristianismo. O sea, que aunque no hay caridad igual hay fe (fe informe, por cierto, pero que sigue siendo fe verdadera, según Santo Tomás de Aquino)
La fe es un camino por el cual Dios se vale para que el hombre alcance la perfección. Las virtudes teologales se pueden considerar de a una (no separadas) para que crezcan las otras.
Muchas veces miramos la fe de la gente por la religiosidad popular. Pero cuando pierde esa religiosidad se presenta una dificultad. Por ejemplo, cuando un hombre religioso va a vivir a un lugar donde el entorno es diferente, sus hijos quizá hereden la fe pero no sus costumbres religiosas. Pero no por ello no tendrán fe. Se expresará de otro modo y hay que buscar captarla. Hasta hay que pensar que la fe de ese hijo puede ser más profunda que la del padre porque ya no la sostiene el entorno cultural religioso que sostenía la de su padre.
¿Y cómo sé que esa fe popular está debilitada? Nos planteamos el tener fe con el conocimiento de la fe. Entonces ¿hay que instruir en la fe o no? Se pìensa que el conocimiento valida la fe que se dice profesar. Pero hoy tenemos que continuar la primera evangelización. ¿Dónde asiento teológicamente esa fe “no formal”?
Santo Tomás de Aquino dice que el acto de fe tiene un triple aspecto:
1-      CREDERE DEO: Es el aspecto formal. Por el cual se adhiere vitalmente a lo que Dios le revela. Le creo a Dios. (Hb 11,6). Esta fe no depende de la formación sino que es más existencial (la palabra la agrego yo). Esta fe la tiene el teólogo y la señora que ignora lo mínimo del catecismo.
2-      CREDERE DEUM: Respecto al contenido de la fe. Los desarrollos que los hombres hacemos para entender a Dios (Teología y Catequesis). Es el aspecto material. Las cuatro o cinco verdades que son precisamente el contenido real de la fe. No garantiza la fe, pero trabaja sobre la fe. Por eso tenemos una responsabilidad de ser “hermanos mayores” en la fe. Tiene que ver lo que sacramentalmente representamos para los demás.
3-      CREDERE IN DEUM: La tendencia por la cual alguien se pone en movimiento hacia algo. Le cree a Dios y se pone en camino hacia Dios. Es el paso interior que se da para buscar a Dios con la vida que tengo.
De acuerdo a donde nos situemos, será nuestro concepto de la fe. Santo Tomás dice que lo más importante es lo primero, credere Deo, lo segundo credere in Deum y lo tercero es el Credere Deum. O sea creer en Dios y buscarlo es más importante que la catequesis como medio de la fe o como valor de la fe. Aún en este razonamiento, no estamos separando o descartando las tres que en sí constituyen los elementos de la fe. Pero distinguirlos nos sitúa para hacer una valoración más auténtica  de la fe popular.
Tenemos ejemplo en la misma vida de Jesús. Cuando Jesús pregunta a los discípulos quién dice la gente que es él, todos mencionan a profetas, nadie a sacerdotes. O sea, Jesús es para el imaginario popular “alguien que nos trae la voz de Dios” es una realidad práctica de la relación con Dios y no conceptual. En los escritos del Nuevo Testamento, recién en la carta a los Hebreos encontraremos que se habla de Cristo como Sacerdote.
Por ello, nadie puede agradar a Dios sin la fe. Así lo afirma la carta a los Hebreos en el cap. 11. Con esa fe, se pone en camino. A mi me evoca la figura de Abram. “Creyó y partió”. El Credere Deum tiene que ver más con el Dios que se dio a conocer. Aquel al que el que hizo los otros pasos empieza a buscar conocer.
Entonces, un criterio para valorar la fe de la gente es esta triple consideración del credere. Si observamos el orden que dice Santo Tomás de Aquino haremos una valoración correcta para situarnos. Cuando el Bautismo se da, fortalece la fe del Credere Deo, y esto es muy importante. No debemos exigir demasiado de la fe de los simples, afirma Santo Tomás. Es nuestro deber ahondar desde esa fe simple para crecer en Dios. Por cierto que hay que eviar el sentimentalismo. Hay que “poner” teología a aquella vivencia del Credere Deo y del Credere in Deum.-