sábado, 17 de mayo de 2014

EL BUEN PASTOR

La jornada del Buen Pastor ha venido a nosotros en un momento de la vida de la Iglesia marcado por una nueva expectativa sobre la vida ministerial. ¿Cómo estarán en otras latitudes? En la nuestra aún percibo dos influencias que van haciendo nacer una nueva visión de la pastoralidad en la Iglesia. Una es la dicotomía entre la visión “desde los pobres” que en algunos espacios eclesiales ha sectorizado y orientado decididamente la acción evangelizadora. La otra una distancia abismal entre la vida común de los cristianos y la acción ministerial. La conciencia clara de que los métodos, las costumbres y los modos en que se lleva a cabo la acción ministerial están dejando las cosas como están, y los fieles “se nos van de las manos”. Hay muchas realidades concretas que no están siendo suficientemente iluminadas por el Evangelio y son lugares que exigen una presencia. ¿Cómo llegar como ministros del Evangelio hasta allí? Personalmente creo que esos lugares donde la ausencia del Evangelio está se deben a que los laicos no ocupan su lugar, pero, a su vez, estos no se sienten impulsados por los pastores a hacerlo. Existen nuevas corrientes de espiritualidad laical que los llevan a vivir en forma pietista, muy de devociones nuevas. Antes eran las cofradías de la antigua devotio moderna. Ahora son las formas de espiritualidad individualista y que busca ir al encuentro de una gran necesidad de las personas: su incapacidad para resolver situaciones problemáticas desde una acción divina. No sé si me salió bien la frase, los hechos son que la gente recurre a la superstición cuando ve que no encuentra una salida para situaciones problemáticas. Recurre también a la brujería cuando, ante esas situaciones problemáticas, decide torcer de algún modo el camino inexorable de sus malas decisiones o sus caprichos. O bien, la gente se va al protestantismo con mucha facilidad porque allí encuentran una respuesta a esa sed de la acción de Dios en sus vidas.

Percibo que esto indica una distancia entre la acción de la gracia de Dios, particularmente de los Sacramentos y la vida cotidiana. Una ausencia de la paternidad espiritual, que ahora quiso llamarse “acompañamiento” pero que sigue siendo una rareza porque la gente, literalmente, no es escuchada. Los sacerdotes estamos demasiado “ocupados” para eso. Las estructuras de pastoral se volvieron nuestras principales acciones, pero  no el trato cara a cara con los fieles. Me parece que es algo distinto del “olor a oveja” recomendado por el Cardenal Bergoglio y luego por el Papa Francisco, pero tiene mucho que ver. Tal vez los fieles entendieron que la vida sacramental es algo que hay que hacer, pero no la fuente de vida de gracia, el lugar del encuentro con Jesús vivo.

Algunos achacan esto al hecho de que la celebración de los Sacramentos es aburrida. Y por eso buscaron popularizar los Sacramentos mediante muchos gestos y acciones dentro de la Liturgia para hacerla divertida. He percibido que el resultado final fue que la gente está contenta con el sacerdote porque es “piola”, porque es cercano y porque le entienden. Pero pocas veces he escuchado que esto los llevara a una mayor cercanía hacia Jesús y un propósito de conversión y de acompañamiento (o dirección) espiritual. En mi experiencia  personal he visto que celebrar los Sacramentos como están indicados para toda la Iglesia pero poniendo alma y corazón en los gestos, la recitación de las oraciones y preparando la predicación atentos a la Palabra de Dios y a la situación de las personas que están delante; genera una participación activa de los fieles y encuentran en la Eucaristía, principalmente, su lugar de encuentro personal con Jesús; y con el trato cercano del sacerdote, consecuentemente, se sienten parte de una Comunidad. Espiritualidad personal y eclesialidad se conjugan entonces en el Sacramento de un modo vital. Lo demás: atención de los necesitados por parte de la comunidad, inserción en los ambientes, formación para el pensamiento y la acción, surgen de acuerdo a la creatividad del sacerdote que orienta. Bueno, parece una super enseñanza magisterial, pero es más una vivencia y una conclusión de lo que veo positivo para llegar hasta esos lugares que aún la Iglesia no llega.

Y volviendo al tema, esas formas de espiritualidad que llevan a la búsqueda de respuestas para sí mismo entiendo que son una parte del camino. Necesaria, pero una parte del camino. Y siento que el magisterio pontificio apunta a ese segundo aspecto de acción evangelizadora, y que no apunta ya a lo primero: la satisfacción de las necesidades espirituales inmediatas de la gente. Esto me parece una acción del Espíritu Santo. Es verdad que la Iglesia se estaba quedando mucho, y necesita tomar su protagonismo en la evangelización de las realidades de la sociedad, y por eso se hace aún más urgente. En el Papa Pablo VI con la Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi”, el tema de la incidencia del Evangelio era una enunciación de principios. En el Papa Francisco, en su Exhortación sobre la Evangelización “Evangelium Gaudium”, el tema de la incidencia del Evangelio es una orientación práctica y concreta que él mismo se propone testimoniar con sus gestos.


Ambas cosas, espiritualidad personal y acción concreta, son lo que necesitamos vivir intensamente. No hay duda.  

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