domingo, 26 de mayo de 2013

EN NAZARETH, CON CARLOS DE FOUCAULD

Estoy en peregrinación a la Tierra Santa. Ayer fuimos a Nazareth con un grupo de frailes franciscanos. Visité la Basílica de la Anunciación, obra magnífica de arquitectura, arte y religiosidad. Nos esperaba un grupo de peregrinos de habla castellana que llenaban con su piadoso canto todo ese ambito gigante para arribar a la humilde gruta donde vivia María con sus padres Joaquín y Ana y donde recibió la visita del Angel Gabriel que le anunció que sería la Madre de Dios.

Me propuse rezar el rosario en aquel lugar, contemplando esa humildad sin igual de la obra de Dios. Antes quería conseguir algunas cosas de piedad que me dijeron serían más barates en Nazareth. Mientras caminaba contemplando lo que había, un árabe, dueño de uno de los tantos locales me saluda en inglés y me dice "Are you Charles de Foucauld's?" Inmediatamente vino a mi memoria que desde hacía años pensaba que si un día podía estar en Nazareth lo segundo que haría sería ir a visitar el monasterio de monjas clarisas al que este beato sirvió. 

Este hermano universal que vivió hasta principios de Siglo XX fue para mi, desde mi juventud una fuente de inspiración para el seguimiento de Jesús. ¿Cómo es que este árabe me asoció al nombre de mi amigo espiritual? ¿Por qué se le ocurrió pronunciar su nombre? Podría haberme ofrecido sus mercancías, o simplemente haberme dicho "Welcome, mister" como casi todos te dicen por aquí. Pero lo mencionó y fue para mi la señal clara de que una persona con tanto sentido de la fraternidad no iba a permitir que me fuera de Nazareth sin pasar a verlo.

Me encaminé rápidamente hacia el lugar que este buen hombre me dijo, luego de hacerme entender a duras penas entre inglés e italiano dónde quedaba. Estaba apenas a 200 m. Mientras caminaba, veo un grupo de cuatro jóvenes árabes fumando una narguila en una confitería. Oportunidad de sacar una foto de algo tan extraño a mi cultura. Pero me pareció que nada debía detenerme. Llegué al fin al lugar En una esquina un portón marrón más bien pequeño puesto en la ochava cerraba (o abría) dos largas paredes. Dentro se veían sobresalir unos cipreses muy altos. Me di cuenta que son los que se ven cuando se presentan las fotos de la Basílica de la Natividad. Debajo de un portero eléctrico había un cartel en inglés y en árabe que decía " + Fraternidad del Corazón de Jesús. Si Ud. encuentra cerrada la puerta y quiere pasar a orar, toque el timbre y lo atenderemos con mucho gusto". No podía haber cartel más apropiado. Ya me di cuenta que el Hno. Charles allí estaba. 

Toqué el timbre, una voz en italiano me dice "Pronto". Balbuceando un italiano aprendido a golpes le dije que quería pasar a orar y visitar la comunidad. "Un átimo" me dice, así fue. Un momentito después me abre la puerta un hombre maduro, bajo, europeo, con la ropa manchada de pintura y con una sonrisa serena y fraternal. Un sacerdote italiano miembro de la fraternidad. Como si me hubiera conocido de muchos años me hace pasar y me muestra el pozo de donde Fr. Charles sacaba el agua, el oratorio donde se sentaba a rezar largamente. La sobriedad, la serenidad y la belleza simple del lugar, con toda seguridad fue el mismo marco que acompañó la estadía de Fr. Charles cuando quiso vivir aquí, pegado al monasterio de las clarisas para vivir la vida oculta de Jesús. Sueños de juventud... para mi. Realidad viviente para él. Aquí se estuvo tres años, me dice este hermano. En ese tiempo se ganó la fraternidad de las hermanas para quienes prestaba servicios. 

Pude ver algunos objetos cercanos a él. Primero una reliquia que veneré, luego una copia del ícono de la Santísima Virgen que él mismo pintó y que está en el nuevo monasterio de las clarisas que ya no pude visitar, unas tablas del depósito de herramientas del monasterio que él quiso ocupar como habitación para él. Apenas cabía allí. Las Hermanas le habían dado un cuarto para que ocupara, pero él prefirió ese humilde lugar. Me mostró también la pequeña biblioteca donde había muchos textos en torno a él. ¡Qué ganas de pedirle uno! Pero me contuve. Sólo pude leer dos textos sobre su vida, uno de Fix, me parece; y otro de René Bazín. Pero allí había otros escritos.

Nos tomamos una foto delante de un inmenso cuadro pintado con toda la figura del Beato Carlos de Foucauld. entró al lugar un joven de unos 17 años, árabe. Me sonrió amablemente, y viendo que había puesto el disparador automático, se ofreció gentilmente a tomarnos la foto. "Es un amigo de la comunidad", me dice el padre. Ya pude ver en ese joven la inmensa paz que la fraternidad le transmite, y fue fácil y significativo adivinar por qué es amigo de estos Hermanos. En un País necesitado siempre del don de la paz, esta presencia y esta luz, es una clave de nueva civilización que sólo el Evangelio de Jesús sabe dar. 

Gracias, Señor, por este regalo inesperado. Gracias Beato Carlos de Foucauld por no olvidarte de mi y haberme devuelto la alegría de buscar el Evangelio de la Paz.

miércoles, 15 de mayo de 2013

EL CRISTIANO, TESTIGO DE LA VERDAD

"No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del maligno...Conságralos en la verdad, tu palabra es verdad." (Jn. 17, 15.17)
Son las palabras del Señor que en su oración antes de padecer hizo por nosotros. Son las palabras que hoy resuenan en nuestra Liturgia. Me impresionaron.

No sacarnos del mundo, cuando ha dicho antes "el mundo los odió porque fueron fieles a mi palabra" quiere decirnos que vivir el Evangelio de Jesús es una contradicción para el mundo de hoy. Lo comprobaba hoy en el diálogo con mis hermanos aquí ven Vic, Cataluña, donde estoy en este día. Muchos no cristianos reniegan feamente de la fe, de los principios de la fe. No tengo dudas de que significa una confusión, al no ver la fe como un camino de liberación, de gracia, de verdad. Tengo la impresión que los criterios de muchos hombres de buena voluntad: la solidaridad, la fraternidad, el bien de la creación, la búsqueda de la verdad, son los principios de un primer encuentro con la verdad del Evangelio, que es sustancialmente la verdad sobre el hombre. Esta verdad que libera y salva.

Me contaba uno de mis hermanos de comunidad que una mujer rechazaba de plano sentirse pecadora. Seguramente entendió esta verdad del hombre pecador como una verdad esclavizante. Y así lo viven. Como si los curas hubiéramos inventado esa noción para someter las conciencias. Se ve claramente un principio de Freud y por qué no de Nietzche. Nada que ver con el principio del Evangelio.

El hombre pecador en el Evangelio es el que es buscado para ser liberado. En esa libertad encontrarse a sí mismo. Las palabras del Señor para con la mujer pecadora a quien aquellos hombres acusaban para poner a prueba a Jesús así lo muestra: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?". La palabra "mujer" indica ese volver de Jesús sobre la persona misma, para hacerla volver en sí, para recordarle la belleza que en sí contiene. El final de sus palabras a esa mujer dicen todavía más sobre la realidad: "Vete y no peques más". Le da la libertad. Jesús es libertad para el pecador no su acusador. El Evangelio nos ha mostrado dónde está la esclavitud: en el pecado. Y el pecado como lejanía de la fuente de vida, lejanía de Dios. Este Evangelio es el camino para dejarnos abrazar por ese amor de Dios que nos da identidad.

viernes, 10 de mayo de 2013

LO NATURAL Y LO ARTIFICIAL

Leyendo a Arturo Paoli en su libro "La raíz del hombre" me ha aclarado unos puntos que no podía hilar. Cuál es la relación del hombre con la naturaleza, y cuál esa relación de tal modo que, a la vez, nos humanice. Distingue contemplación de uso. Parece fácil verlo. Pero resulta que las vacaciones en islas paradisíacas, hoteles con palmeras brillantes, jardines prolijos, etc. son un mundo de plástico para el consumo pero no para la contemplación. No comprometen, no sacan de sí mismos, estan hechos para la autosatisfacción y el placer por el placer. Lo natural al servicio de mi ego. Mientras que la relación con la naturaleza pasa por el hecho de descubrir lo que ella me dice y me humaniza.

La idea ilumina. Cuando vemos protestas por bosques desvastados o cálculos económicos sobre lugares planetarios, decisiones de explotaciones que tienen por norma lo económico sin importar lo que la naturaleza dice... entonces llega su manipulación y destrucción, y consecuentemente, la destrucción del hombre mismo. Miremos nomás el hecho del llamado "matrimonio igualitario", ¿no es una contradicción con la naturaleza que hasta hemos decidido decir de ella que es una construcción de nuestra cultura? Con ello hemos perdido la objetividad de las cosas, las cosas ya no son por sí mismas sino que son si yo quiero que sean. O sea, hemos llegado a tal tiranía que queremos someter a nuestros caprichos ideológicos o a nuestras pasiones desordenadas lo que tiene que ser objeto de contemplación y maravilla.

Los antiguos filósofos hablaban de "asombro". En esto estaba la contemplación y las ideas. Y aunque navegaron por mundos a veces raros, su autenticidad estaba en el hecho de que no querían manipular la realidad como intención de fondo, sino dejarse impregnar por lo que ella dice. Los filósofos de medios de hoy, parten de la ideología y la aplican a la realidad. La gran diferencia es el sometimiento a la ideología de moda y la imposibilidad de encontrar la verdad. Quizá por eso el relativismo ganó terreno. Cada uno interpreta a su manera porque el punto de partida de la verdad es uno mismo y no la verdad de las cosas. Son puntos buenos para considerar a la hora de ponernos a decidir qué pensamos y actuamos en consecuencia.

Pero también me responde a otra cuestión: el naturalismo. Los naturistas, que los hay variados, van de los que encuentran hasta cosas mágicas en la naturaleza a los que esperan volver hacia atrás, al hombre que vive en armonía con la naturaleza "como era antes". Pero el ayer ya pasó y por más que lo queramos afrerrar no podemos. La realidad está hoy, aquí. Pareciera que no podemos sacar de este punto nada en concreto, pero no. Volver a la raíz de la comunión con la naturaleza en el hombre de la técnica, es considerar que lo económico ni lo tecnológico pueden ser los dominadores de la naturaleza. El hombre armónico es el que sabe que hay leyes inscritas en las cosas y que no puede violarlas a riesgo de perderlas y perderse. A riesgo de destruirlas para siempre y de destruirse. Este era el hombre del pasado. Quizá en aquella época no tenía el conocimiento ni las posibilidades de sacar más provecho positivamente de lo natural; y ese era un límite a sus ambiciones de dominio. Pero el hombre de hoy, teniendo mucho más en sus manos para vivir más humanamente, usa su conocimiento para explotar, para dominar y servirse egoístamente de lo que está delante de él.

Como ha pasado y pasará en el funturo: se trata de que cambiemos de corazón y aprendamos a vivir en el amar y servir. Y esto no lo da la ciencia ni la técnica ni la ideología. Sólo lo da el contemplar, aceptar y obrar.

viernes, 3 de mayo de 2013

CONVERSIÓN Y NUEVA EVANGELIZACIÓN

De verdad, me siento muy contento de ver cómo el Señor responde a mis oraciones. Le pedí la gracia de mi conversión durante algunos meses. Claro, no espero que me la dé toda junta. Sería demasiado para llevarla adelante. Pero se ocupó de indicarme muchas cosas. Hasta dejé de decir esa oración porque tenía temor de no responder a sus inspiraciones. Ahora razoné un poco y la volví a hacer.

No, no se trata de que quiera compartir cosas muy personales, sino de que he visto cuánta necesidad de cambios en mi vida de creyente. Esos cambios no responden simplemente a una situación personal, sino a una situación del mundo y de la Iglesia. Creo que desde ahí nos tenemos que plantear las cosas.

Me di cuenta de que las miradas de muchos confluyen con las mías en muchos aspectos importantes, y eso nos juega a favor, perdí enemigos. Bueno, un modo de decir. Me dí cuenta de que necesita escuchar, y mucho. Me asusta que tengamos una mentalidad estancada, cerrada. Creo que es casi, digo casi, inevitable. ¿Por qué? Porque el relativismo actual donde todo vale, donde todo lo que hay hay que cuestionarlo, nos deja en una arena movediza donde le punto de apoyo es uno mismo y sus felices ideas. Ahí, decididamente, no quiero llegar. No quiero ser un aporte más al individualismo relativista, al subjetivismo cuestionador. No creo ser la medida de las cosas, por supuesto, pero por eso no quiero perder el camino que el Señor nos ha abierto.

El punto fuerte es saber dónde estamos parados y en realidad qué es lo que debemos cuidar y qué lo que debemos arriesgar. ¿Nos hemos puesto a pensar de dónde provienen nuestras ideas acerca de la fe? Si sólo de lo que hemos recibido desde niños, sin que de nuestra parte hayamos hecho aportes, estamos estancados en ese cristianismo asentidor de todo lo que no me signifique demasiado compromiso. Incapaz de dar una respuesta a las necesidades del mundo de hoy. Si de las ideas de los cristianos que nos rodean, aunque sólo sea el párroco, vamos mal. No porque los demás no sepan, sino porque no hemos internalizado nuestra fe. No le hemos dado ese espacio que necesita el Espíritu para ser creativo en nosotros. Conformarnos con una fe vivida en la medida de mi pequeño horizonte cultural, me deja paralizado en el inmenso tejido cultural del presente que es exigente a la hora de necesitar una nueva evangelización. Si nos hemos quedado sólo en la respuesta de una moral conforme a los principios cristianos, tenemos una buena base, pero sólo eso. Pongo paños fríos a mi afirmación, nada menos que eso, pero es el principio.

Hoy son demasiados los cuestionamientos que nos rodean. Son demasiadas las maneras de vivir que necesitan la luz del Espíritu. Me parece que lo más inmediato e importante es no engancharnos en este camino sin oriente de las costumbres modernas. Ejemplo, para no teorizar. Si un joven "vive con su novia" pero quiere dar una respuesta de fe, no va. Está negando un principio fundamental del sentido de la fe: estoy comprometido con el Señor en el proyecto de mi vida, y él ha hecho de la pareja humana un Sacramento. Quizá ese joven tiene mucha fe, muchísima, pero no  en el sentido de la fe que el Señor comenzó al encargarnos su misión. Será la fe de la sirofenicia, capaz de sacarle al Señor los milagros que le hacen falta; pero no la fe de Zaqueo, que planteando su realidad decide dar pasos concretos de conversión que lo involucran en primera persona.

Leía a Scott Hahn, converso católico desde el protestantismo, que su lectura, meditación y estudio de las Sagradas Escrituras lo fueron llevando a las conclusiones de fidelidad que el Evangelio le exigía. Esta experiencia me ayudó más aún. Para no caer en el relativismo, pero a la vez, dar una respuesta al mundo de hoy, son necesarios estos pasos de reflexión y asimilación personal de las enseñanzas de Jesús, nuestro Maestro. Obviamente en el camino de Scott hay un  límite. Como protestante necesariamente pudo llegar a la fe católica desde la Sagrada Escritura solamente. Nosotros en cambio podemos arribar a la fe desde esa realidad viviente y necesaria: el Verbo de Dios, la Palabra de Dios hecha carne. Y esto es Escritura, Tradición e Iglesia. ¡Uy! ¿No era Escritura Tradición y Magisterio, los tres pilares de la Revelación divina? Sí, claro, pero aquí quise expresar una realidad más abarcante que la sola realidad del Magisterio, quise expresar que la vivencia como Iglesia es lo que nos hace vivir en plenitud la Revelación de Dios. No por nada el Concilio Vaticano II define a la Iglesia como "sacramento universal de Salvación".

Algunos se han planteado seriamente la necesidad de dar una respuesta de fe a las realidades de hoy, pero han equivocado el camino. Se dejaron seducir por dos gigantes del mundo contemporáneo: el subjetivismo, que sólo ve verdadero lo que yo creo sobre todo lo demás; y los medios de comunicación social, que ponen frente a la gente lo que dicen como verdad irrefutable. Así, muy sueltos de cuerpo, y con ánimos realmente promocionales, hacen gala de ideas novedosas para que la Iglesia se adapte a los tiempos... perdiendo su identidad y su contenido. Esta adaptación la pretenden muchos no creyentes y oponentes de la Iglesia. Lo que los hace poco creíbles es el hecho de arrogarse esa infalibilidad que le niegan al Cuerpo de Cristo. El Papa, los obispos, son falibles, los que los cuestionan, no.

Así, dejemos asentadas unas bases para dar pasos concretos. Estas bases son nuestra fe en la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, sostenida en su unidad por la adhesión al Magisterio del Papa. La Iglesia, Cuerpo de Cristo, que a través de su vida, su lectura común de la Palabra de Dios escrita, de su enseñanza corroborada por el sentir común de los fieles, el carisma de la rectitud de fe de los obispos en comunión con el Papa, camina en el tiempo presente. Este principio nos lleva a la actual gran tarea de despojarla de aquellas cosas que le impiden hacer brillar su contenido, su más pura esencia. Empecemos por sentirnos fuertemente llamados a esa tarea, porque allí está el punto de partida.