El pensamiento político no es mi
costumbre, ni involucrarme sobre este tema más que en diálogos personales con
gente cercana. Pero la excepción se presenta. La candidata Elisa Carrió dio
duro mensaje y denuncia sobre el narcotráfico y recibió una amenaza que la dejó
muda. Es increíble que la amenaza que recibió fuera la confirmación de todas
sus palabras. Le dijeron que los narcos ya se instalaron en Argentina y que no
se piensan ir, que están protegidos. Esas y otras cosas más. Pero esas
afirmaciones no son otra cosa que la confirmación de que sus pistas son
ciertas. De que estamos gobernados por gente que protege a los narcos. Y como
siempre pasa, lo sabemos todos pero no decimos nada. Lo saben también
quienes apoyan a aquellos de quienes
sospechan (o saben) que están en esta situación de corrupción.
No es una denuncia, es simplemente
una constatación de que estamos frente a un mal que supera nuestra capacidad de
defensa habitual. Los narcos tienen razón en algo: están y no se irán. Y esto
es cierto en cuanto no se encuentren mecanismos sociales o políticos para
vencerlos.
Hace pocos años, cuando me acerqué
a una comunidad terapéutica donde muchos jóvenes estaban en la lucha por salir
de su adicción a las drogas. Conversando con su fundador, hoy ya fallecido, me
decía con toda razón que los centros terapéuticos son mínimos al lado de las
necesidades reales sobre esta situación. Y para colmo, la mayoría son privados
con un costo demasiado elevado para el común de las personas que lo necesitan.
David frente a Goliat. Ni más ni
menos. Pero David venció porque el Señor estaba con él. Esta es el arma que la
soberbia de los poderosos no conocen. Es el arma que vencerá al mal que está en
manos de Satanás. Es así, en manos de Satanás está este mal que nos aqueja y
que las políticas ni los dineros, ni los políticos ni las luchas armadas podrán
vencer. Su arma es la codicia, pecado capital que genera la corrupción, la
indiferencia frente a la vida de los más débiles, el deseo del poder y del lujo
desmedidos. Pero este gigante que confía en su fuerza y en su habilidad para la
guerra será vencido por una piedra lanzada por un pastor. Y no podrá hacer
nada.
Imaginemos la escena. Una distancia
física entre uno y otro. Una mirada de triunfo sobre uno, una mirada de
confianza del otro. Una confianza sobre la propia habilidad y armadura, una
confianza no puesta en sí mismo ni en la piedra de la mano. Esta es la clave
del auténtico éxito. ¿Cuál es esa piedra?: la oración, especialmente la oración
dirigida al Inmaculado Corazón de María. Se reirán los soberbios, pero serán
derrotados. La oración, no la confianza en la oración. NO un “tiene razón, que
recen los otros”. Esta es la batalla de un pueblo, y el pueblo vencerá. Será
aplastada la cabeza de la serpiente por el talón de una mujer revestida de sol
con la luna a sus pies.
No tengo duda de esto. Tengo
confianza. Sé que ganaremos.
No venceremos con las armas de Goliat, sino con las armas invisibles del Todopoderoso. Dios es más fuerte. El amor es más fuerte. Y el bien triunfa porque se nutre del Poder invencible de Dios, en cambio el mal, no tiene esa fuente ilimitada.
ResponderEliminar"Al final mi Inmaculado Corazón triunfará!