“Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn. 17,3)
Jesús ora por nosotros, y ora en el momento decisivo de su
vida y su misión: está por cumplirse su crucifixión y resurrección. Manifiesta
el sentido de esta misión y el significado del bien que vino a traernos. Este
bien, por sobre todo bien, que es la vida eterna consiste en conocer a Dios
“que es el único Dios verdadero”. Manifestación personal, única, inequívoca de
Dios.
Si tuviéramos que escuchar a cada persona que manifIeste su
pensar, si idea sobre Dios, tendríamos muchísimas definiciones, algunas
contradictorias entre sí. Y tantos otros que al observar las diversas
religiones, llegan a la conclusión de que es el mismo Dios conocido por todos. O
que la religión es un camino más para llegar a ese único Dios. De este modo, la
imagen de Dios se transforma en una idea vaga sobre él debido a que la
multiplicidad de religiones no permite arribar a un único concepto, o a un
único conocimiento de Dios y sus efectos sobre la vida de los hombres. Con otro
efecto negativo: la indiferencia hacia el conocimiento de Dios. Como hay tantas
búsquedas y manifestaciones sobre Dios, se hace innecesario buscarlo y
conocerlo. Basta con la idea que tengo y desde ella llegar a Dios en la medida
que me hace falta.
Dios se transforma en un objeto de mi deseo arbitrario. Si
quiero, lo busco; y si no, no es necesario.
Jesús ora al Padre mirando desde el deseo de Dios, desde su
Voluntad, que obtengamos vida eterna conociéndolo como él es. Y para eso,
tenemos que conocer a Jesucristo, su Enviado, quien nos ha manifestado el
rostro único de Dios. Ya no da lo mismo cualquier religión, ya no da lo mismo
lo que yo creo mi necesidad de Dios. Hay una voluntad salvadora de Dios, quien
quiere darse a conocer como él es.
Nuestra fe es entrar en esa corriente de conocimiento de
Dios que no parte de nosotros, sino de Dios. Y por eso, las reglas de juego
para conocerlo, las pone él. Y esa gran regla de juego, es su Hijo único,
Jesucristo. A Dios, nos enseña Jesús, se lo conoce amando y amándolo. El amor
es el conocimiento supremo. Todo corazón humano lo sabe. El que se sabe amado
por Dios es el que quiere conocerlo. Dios no es un concepto mental. Esa es la
gran idea equivocada de Dios y de la religión. Entender a Dios como un concepto
y entender la religión como una serie de conceptos.
Primero se ama, luego se comprende con la razón. Y ese amor
es experiencia de Dios vivo. De Dios quien es y no como lo imagino o lo he
definido. La religión es expresión de un amor que proviene de Dios, y tiene
como esencia lo que él dice de él mismo y lo que él quiere para sí. Tiene como
expresión lo que, a partir de ese amor revelado, nosotros queremos decir de
Dios y expresarle nuestro amor.