Hemos iniciado el Año de la Fe. Como si la ficha me cayera, una serie de acontecimientos que fueron sumando me ha situado en una nueva realidad que comienza a armarse como las piezas de un rompecabezas.
Hace algunos años, no muchos, las modificaciones políticas en Europa, más, ante todo, las modificaciones sociales, eran afrontadas por los pastores de la Iglesia con un llamado "a reconocer las raíces cristianas de Europa"". Algo similar hacían los pares latinoamericanos. Con este llamado se pretendía evitar decisiones claramente opuestas a la cosmovisión cristiana que ha nutrido por siglos la vida de nuestros pueblos. Hoy ya no se usa semejante aseveración. Es anacrónica. Es verdad. ¿Para qué reclamar lo que en realidad ya no existe?¿A alguien se le moverá un pelo por las dichosas raíces? Sin que obste por esto creer con firmeza que no se debiera hacer un corte tan drástico y oponerse a lo mismo que ayudó a sustentar la historia y el progreso de los pueblos.
Hace unos días fuimos a Zárate, ciudad del norte bonaerense, y al pasar por la plaza encontramos en una de las esquinas un monumento al Che Guevara. Su icono clásico parece emerger del suelo. Está apenas a un metro de altura del nivel del suelo. Muy significativo. Yo lo ví brotar de la historia. Se presentó ante mi el recuerdo de aquellos años en los que su figura era poco menos que satánica, y el símbolo de la muerte. De hecho, su muerte fue considerada como un gran triunfo sobre el crimen político organizado, o más, sobre las ideologías que entonces querían imponerse en latinoamérica. ¡Hoy tiene monumento! ¡Quién te viera y quién te ve!
Sumemos algo, el triunfo de Chávez en Venezuela. El socialismo puro de un personaje carismático dispuesto a decir cualquier cosa de los demás. El festejo de su triunfo en Buenos Aires. La conmemoración de la creación de Montoneros hace unos meses y la reivindicación de las figuras que fueron el símbolo de la lucha armada, los secuestros y el terror del Paìs otrora. La coexistencia del gobierno electo y de grupos populistas con poder de decisiòn política y con apoyo económico.
Sumemos todo y veremos que estamos ante una nueva realidad donde se ve que para el cristiano la cosa no está "como era antes". Hasta el refrán fue superado.
No voy a hacer un análisis de la situaciòn de la Iglesia hacia adentro, pero señalo que también ese es un dato para la nueva realidad.
La queja ya no sirve. Ahora hay que descubrir dónde se apoyará la evangelización. Ya no tiene un marco político de fondo, no tiene un sustrato social arraigado, salvo situaciones puntuales. Es necesario seguir viviendo como somos, y aprender a disfrutarlo, a valorarlo. Descubrir el nuevo modo de presentar a Jesús. No está fácil. Pero hay que dejar de lamentarse, no perder tiempo y ponernos a pensar en el cómo evangeliaar, el qué ya lo sabemos y lo tenemos.