sábado, 22 de septiembre de 2012

EL SEÑOR JESÚS, CASADO Y CON HIJOS

Parece increíble que ante la menor noticia científica, inmediatamente los medios se hacen eco reflotando las fantasías de Dan Brown y todo comentario que no tiene ningún fundamento para dar una "novedad" sobre el Señor Jesús.
Claro, el papiro pequeño que contiene una frase sobre la esposa de Jesús ya hace sacar las conclusiones a medio mundo: periodistas, comentadores, ateos y el verdulero de la esquina. Todos son biblistas ahora. Y algunos expertos en papirología.
Papiro con un texto de los Hechos de los Apóstoles
¿Qué tiene de cierto el tema del papiro famoso? tiene de cierto que es auténtico, en cuanto pertenece al Siglo IV. O sea, ya cuatro siglos de vida de la Iglesia, con una gran maduración de la fe. En ese momento las iglesias del norte de Africa con san Agustín a la Cabeza y las de Europa con San Ambrosio, como hitos descollantes, habían crecido bastante en todo. Sobre todo en tradición y vivencia de la fe. O sea, Tradición en cuanto al conocimiento y experencia viva del sentir transmitido por las generaciones de cristianos. Sería muy extraño que a esas alturas se ignorase la existencia de una esposa del Señor. Menos en los orígenes, cuando ya la figura de la Virgen María es mencionada en la Escritura. Pero vamos en orden.
En  las Escrituras se menciona, por ejemplo, la suegra de Pedro, con lo cual sabemos que Pedro es casado. Por su parte San Pablo dice que los que quieran casarse que lo hagan, aunque recomienda "quedarse como él", o sea, célibe. El tema es, ¿por qué habrían de ocultar un matrimonio de Jesús los escritores sagrados si esto no era un obstáculo para la obra del Señor? Al menos lo podemos pensar con toda certeza porque la novedad del Evangelio no tenía por malo que el Señor hubiese estado casado. Pero de hecho, por esos testimonios, sabemos que no fue así.
Al siglo IV, los escritos del Nuevo Testamento estaban muy bien definidos. Es cierto que existían entonces papiros por aquí y por allí. De hecho, los Evangelios se han compilado en base a esos escritos de papiros. De todos ellos, este actualmente descubierto desentona en sus contenidos, puesto que los que se utilizaron para la redacción del Evangelio tienen coherencia entre ellos. Esto, dicho de modo simple, es el criterio de autenticidad del escrito como inspirado o no. Más teniendo en cuenta la existencia de otros escritos llamados "apócrifos" (falsos) como ya lo fue bien sonado el Evangelio de Judas. Hay muchos más, nada más que la prensa hace famosos a algunos más interesantes. En conclusión, la aparición de un pequeño fragmento con una afirmación clara sobre un matrimonio de Jesús no necesariamente hace verdadero su contenido.
El Señor Jesús llamó también a las mujeres a ser sus discípulas. 

El papiro en cuestión también afirma de que esta mujer fue discípula del Señor. Con esto la conclusión, traída de los pelos, es que las mujeres pueden acceder al sacerdocio. De hecho, el Señor Jesús, siempre tuvo discípulas, rompiendo con las tradiciones judaicas de la época donde esto era inadmisible. Lo menciona expresamente el Cap. 7 del Evangelio de San Lucas, y hay muchos testimonios más. Pero ninguna de ellas fue elegida "apóstol", ni se les impuso las manos para que fuesen sacerdotisas. Tampoco en los siglos siguientes ni los apóstoles inmediatamente ni sus sucesores impusieron las manos a mujer alguna, siguiendo lo hecho por el Señor.  Y así, la Iglesia, hasta hoy, ha considerado que no puede hacer algo que el Señor no quiso hacer en algo tan esencial como el ministerio sacerdotal, el cual no es simplemente una cuestión organizativa, sino una cuestión sacramental. 
Resulta quizá interesante considerar que toda apreciación sobre la vida interna de la Iglesia que hacen los de afuera y algunos de adentro, se funda en un hecho de ruptura histórica que es inadmisible al hablar de la existencia misma de la Iglesia católica. Y esto debido a que su vida se funda en la tradición como parte del camino de la Revelación. La Iglesia es un misterio para sí misma, y su camino, es camino guiado por el Espíritu Santo; nunca una novedad que "se construye" por las tendencias del momento. Por supuesto, salvado el hecho de que la vida misma de la Iglesia en cada tiempo sigue los impulsos del Espíritu Santo, discerniendo la novedad del Evangelio en el momento presente sin prescindir del camino que el Señor le ha ido marcando a lo largo de los siglos.